El periodista y dirigente socialista Oscar González, amigo de Carlos Ábalo durante 52 años, solía decirle algo en broma y algo en serio: “Carlitos, venís haciendo la misma nota hace décadas. Siempre escribís sobre el momento actual del capitalismo”. En efecto, ese era su gran tema, analizado con una originalidad y prospectiva notables.

Carlos Ábalo, economista y periodista, falleció el lunes a sus 89 años. Trabajó en los años '70 investigando para la Revista Desarrollo Económico del IDES y, sobre todo, en el diario El Cronista Comercial. Y en su exilio en México lo hizo en la Revista de Comercio Exterior, como docente en la UNAM y en el Instituto de Estudios Económicos de América Latina. De regreso al país, fue editor del periódico El Periodista, articulista en las revistas-libro Cuadernos del Sur y Realidad Económica y jefe de Economía del diario Sur, en tanto volvió a colaborar ocasionalmente para El Cronista, entre muchos medios más nacionales y extranjeros.

Fue, además, profesor universitario, compartiendo con Alejandro Horowicz el seminario Nuevo Orden Económico y otras materias, como Cambios del Sistema Económico Mundial y Sociología de la Época Contemporánea, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Lectores o estudiantes, así como dirigentes políticos o instituciones económicas, empresariales y bancarias a las que asesoró en las sombras, todos fueron iluminados por la perspicacia de Carlos.

Lo conocí en la redacción de El Periodista, donde Carlos dirigía la sección Economía. Y fui estudiante en sus cursos de la UBA. En los últimos años, la relación derivó en el intercambio de análisis sobre China, tema que le fue fascinando estos años. Era otro modo de seguir su nota eterna sobre el momento “actual” del sistema económico global.

Pionero

Carlos fue pionero, en Argentina, en incorporar las ideas de reconversión y mundialización o globalización del capital en los albores de lo que luego se llamaría neoliberalismo. Ofrecía charlas y asesorías con generosidad, lo hacía desde los '70 con el dueño de El Cronista, Rafael Perrotta, desaparecido por la dictadura del '76, o antes con el equipo que había ensayado el Plan Gelbard.

También fue consultor de la CGE (antes y después del exilio en México), de cámaras empresariales como AIERA y CIFARA (donde conoció a Julio Broner y, por él, a Gelbard) y del PNUD de Naciones Unidas. Marxista de formación, erudito, provocador, polemista y a la vez divertido y algo estrafalario o aun esotérico en ciertos temas, asombraba en cada reflexión que hacía o escribía sobre el pulso económico global, monitoreado con la variable clave: la tasa de ganancia. Sin estadísticas generales al respecto, salvo en países avanzados, seguía, entre otros, los datos de Anwar Shaikh, economista pakistaní marxista y profesor en EE.UU.

Apasionado por estudiar las crisis capitalistas, si bien estudió la de 1930, la que más inquietó siempre a Carlos fue la coetánea a su salto intelectual: la de los ‘70, cuando el fin del ciclo de oro capitalista y el inicio de otro más turbulento produjo un apasionado debate entre académicos y militantes de izquierda.

El exilio en México --llegó allá en el mismo avión que llevaba al mencionado González, Ricardo Esparis y Oscar Martínez Zamborain, todos delegados o militantes del gremio de prensa-- fue doloroso, pero también de gran riqueza en el estudio de su tema obsesivo con la economía mundial, su carácter, sus procesos de largo plazo, el impacto de las tecnologías, los engranajes y la gramática de la acumulación.

En 1991, escribió en Realidad Económica del IADE, una vez más con premonición: “En el capitalismo central, el principal enigma de los próximos años reside en cómo se transformará el consumo para dar cabida a la nueva producción, o si el capitalismo no será capaz de profundizar la homogeneidad del mercado y el sistema deberá orientarse a una estructura dual de demanda, con creciente marginación. Esta dualidad ya existe en los países periféricos, pero el interrogante abarca a la naturaleza de la integración de estos en el mundo, al costo social de esa reinserción y a la posible conformación de dos áreas separadas de producción y consumo, lo que generaría una situación política insostenible”.

En efecto, las sociedades duales se multiplicaron desde entonces y el ciclo actual post-crisis de 2008, la tercera grande del sistema mundo capitalista luego de las dos del siglo XX ya citadas, con sus nuevos paradigmas, actores centrales y disputas, agrava el clivaje concentración/ marginación.

Crisis capitalistas

También sobre la crisis de los '70, explicó en Cuadernos del Sur, “la economía mundial subordina a la economía nacional. El sistema capitalista mundial es diferenciado y jerárquico, no sólo por la dinámica global, sino también por la peculiaridad de cada formación nacional. El centro del sistema da el sentido y la intensidad de las transformaciones y la periferia se amolda, con más o menos resistencias, más o menos rapidez. La crisis de los '70 mostró que cuando el centro empezó a sufrir con cierta intensidad la crisis de reconversión, la periferia tuvo un largo impulso para transformarse en un sentido diferente, tendiendo a cubrir espacios que el centro dejaba vacantes con la tecnología y el orden social que estaba entrando en crisis”. ¿Algún paralelo con el escenario actual?

Horowicz, con quien compartían muchos diálogos en sus casas o en un bar de la avenida San Juan para luego seguirlos por correos donde se trenzaban sobre “las particulares circunstancias de la crisis soviética de 1936 o sobre las vicisitudes del mercado chino” actual, recuerda esta anécdota de sus cátedras en la UBA: “La teoría de los ciclos largos periodizados por Kondratiev sufrió en nuestras inescrupulosas manos una torsión. Organizamos los rasgos pertinentes para cada ciclo, cosa que permite entender la validez de una explicación teórica, por ejemplo, por qué después de 1946 no hubo guerras interimperialistas, para saber cuándo deja de funcionar determinada línea de lectura. Esto es, recalibramos la naturaleza histórica de los instrumentos conceptuales. Repasamos los conflictos y las crisis del mercado mundial capitalista desde 1815 en adelante, y releímos a contrapelo el abrumador consenso liberal travestido con ropaje marxista”.

Desde los años '90, Carlos Ábalo participó de polémicas sobre la articulación argentina con la economía global. En las antípodas del neoliberalismo, entendía y aceptaba la discusión sobre que no es viable “volver a la Argentina pastoril pero tampoco hacer política industrial peronista”, había que integrarse a las “cadenas internacionales de producción” porque veía imposible oponerse a la reconversión capitalista.

Tuvo algunas críticas, luego, al entender que la gestión de Cristina Fernández de Kirchner no abordaba esa problemática, aunque en el kirchnerismo gobernante (tras involucrarse en la crisis de 2001 con proyectos rurales y agroalimentarios alternativos) coordinó un programa de créditos del BID, asesoró al Ministerio de Planificación y fue vocal en el Ente Regulador del Gas. De Cristina sí reconocía mucho el valor del acuerdo estratégico con China.

China

Sobre el gigante asiático, cuando lo entrevisté para para los medios DangDai y AdSina en 2020, decía que su economía era mixta (estatal-privada) porque los intentos de Mao Zedong de pasar a una organización socialista no funcionaron, sobre todo cuando se toparon con la economía mundial.

Entonces habrían sucedido dos cosas, dijo: la necesidad de contar con capital privado, ya que las empresas estatales no podrían captar la inversión de las grandes transnacionales, pues solo así se apropiarían de la tecnología más avanzada (recordaba que China estudió en especial el fracaso soviético en la carrera de la economía global), y porque “de algún modo entendieron que en un mercado de fuerte competencia solo la burguesía desarrolla una especial aptitud para manejar empresas e inversiones”.

Eso no impidió, siguió Ábalo, que colocaran ese plan bajo el estricto cumplimiento del plan del Estado dirigido por el Partido Comunista para alcanzar el máximo desarrollo posible dentro del sistema mundo, “pues sin desarrollo previo no hay posibilidad de socialismo”.

O sea, en su opinión China acepta que vivimos en un sistema capitalista y que va a permanecer así un tiempo durante el cual no se puede captar la inversión y desarrollarse como si se estuviera afuera. En su conclusión, Ábalo rechazaba la idea de una “convergencia” con EE.UU. tanto como “la visión errónea” de izquierdistas que ven una China capitalista y punto.

Y sobre el drama argentino, hacia 2019, le decía al colega Rubén Chorny de U24: “El problema es que no hay moneda. Los tradicionales y los que tienen plata apuestan a la actividad de siempre, no hacen una gran inversión adentro. Fugan el capital. Y se financia con deuda”.

Lo comparaba con lo que vio y estudió en México. Allá “ni por chiste pasa eso. Si tenés una moneda que la exportás para cambiarla, por supuesto que va a haber inflación. La Convertibilidad fue como una experiencia, cuando todavía no se veía muy claro que era éste el problema subyacente, y aún muchos lo siguen ignorando. El actual gobierno (se refería a Macri, qué diría hoy de Milei) no va a reconocer la fuga de capitales, es lo que buscan, si no ¿por qué quieren reducir salarios? Así nadie puede comprar un dólar y los únicos que exportan capitales son ellos”.

Todos los que lo conocieron y conocimos evocamos su enorme generosidad intelectual. Y Horowicz completa: “Carlos pensaba contra los que pronosticaban que la crisis no tuviera salida; pero distinguía entre un entablillado provisional y una respuesta válida. Gran docente y enorme periodista, recopilar sus artículos es una tarea que algún editor debiera considerar”.