"Fue por venganza. No existe otro concepto que tenga la capacidad de englobar tantos significantes como los que encierra ésta misma. Es que, si bien en tiempos de palabras claves podríamos pensar en otros como odio, recelo, desprecio, envidia, traición, antipatriotismo, o incluso hasta maldad, si pensamos un momento acerca de los eventos que tuvieron lugar a partir de aquel 16 de junio de 1955 en adelante, no podríamos calificarlo de otro modo que no fuera por venganza. No es que fue algo ajeno a nuestra historia. Todo lo contrario. De hecho, si hay una característica que prima como constante en los más de 200 años de historia de Argentina, es lo corriente que nos resulta el hecho que con cada nuevo gobierno se decide destruir, abandonar o dar marcha atrás con todo aquello que los anteriores hicieron", escribe el periodista Gonzalo Vecchi en su Condenados, la generación proscripta (Ediciones Al Arco), libro de reciente aparición que da cuenta sobre el castigo que padecieron aquellos deportistas que se destacaron durante el peronismo.

Tras el ataque militar aéreo a Plaza de Mayo que provocó 364 muertes oficiales (se calculan 500) y una cantidad indeterminada de heridos, lo que vino para el deporte argentino fue su desguace; se dejó trunco un proyecto que tenía a la Argentina en lugares de privilegio en competencias internacionales, como Juegos Olímpicos y Panamericanos. Y que a nivel nacional propulsaba el cuidado sanitario de la población y el fomento de las actividades deportivas en escuelas y clubes de barrio.

Durante el decenio peronista, escribe Vecchi, se construyeron el autódromo 17 de Octubre (hoy Oscar y Juan Gálvez) y el velódromo Municipal de Buenos Aires, "entre tanta otra infraestructura deportiva". Además, Argentina fue sede del Primer Mundial de Básquet, en 1950, que ganaron nuestros representantes.

Derrocado Perón, el 23 de septiembre asumió Eduardo Lonardi, quien a su vez fue depuesto el 13 de noviembre por Pedro Eugenio Aramburu. El peronismo quedó prohibido. Y se creó la Comisión Nacional de Investigaciones, que derivaría en la Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas N° 49. Su fin era investigar a los deportistas destacados durante el gobierno peronista y sus asociaciones, confederaciones, federaciones y clubes. La medida generó que, tras unos brillantes Juegos Olímpicos de Helsinki '52, para los de Melbourne '56 no viajara ninguno de ellos.


Más allá de los motivos que puedan aducirse, es innegable que con el peronismo el deporte se convirtió en una cuestión de Estado. "Había subsidios directos o fondos destinados a su funcionamiento", cuenta Vecchi. Y agrega que "de acuerdo con los balances, el notable crecimiento económico se refleja en los 50 mil pesos que tuvo el deporte entre 1943 y 1944, contra los más de 340 mil del período 1949-1950". Entonces se construyeron "el Velódromo (1951), el Autódromo Municipal 17 de Octubre (1952); centros de educación física así como complejos deportivos y recreativos por todo el país; se organizan competencias de magnitud internacional como la Carrera Buenos Aires-Caracas (1948), el Mundial de Tiro (1949), el Mundial de Básquetbol (1950), los Juegos Panamericanos (1951), la Vuelta Ciclista de la Argentina (1952); los grandes premios de Fórmula 1 (de 1953 a 1955 inclusive), las Olimpiadas de Ajedrez (1954), y el Mundial de Billar (1954)".

Vecchi también recuerda los simbólicos Campeonatos Evita: "La primera edición se realizó a mediados de 1948 y se extendió hasta mitad de 1949, llamándose 'Campeonato de Fútbol Infantil Doña María Eva Duarte de Perón', en el cual compitieron más de 15 mil chicos de Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires. En la siguiente edición, en el período 1949-1950, el número de inscriptos superó los 70 mil niños y se extendió hacia todo el país. El gran salto llegó en 1950-1951, cuando la cantidad de inscriptos superó los 100 mil, sumando otros deportes como el básquet, el atletismo y la natación. Tanto en las ediciones de 1951-1952 y 1952-1953 los inscriptos fueron más de 80 mil. Mientras que para 1953-1954 se agregaron los deportes femeninos, dando lugar a más de 210 mil inscriptos, cifra que volvió a superarse en 1954-1955 sobre una población de casi 16 millones de habitantes".

Juan Manuel Fangio y José Froilán González fueron nombrados "delegados obreros en el exterior", figura que les permitió acceder a "un sueldo de 200 dólares mensuales, pagaderos cada tres meses, a fin de que pudiesen correr en Europa y, de ese modo, llegar a la novedosa categoría llamada Fórmula 1". A instancias de los pilotos fue que se pensó en que Argentina tenga autódromo propio.

Asumida la dictadura, "no hubo diferencias entre los políticos cuya corrupción podía ser fácilmente demostrable a raíz de sus autos importados, accesorios de lujo o descomunales sumas de dinero de dudosa procedencia. Centenares de atletas que, incluso, jamás fueron admiradores del régimen depuesto, sino que simplemente habían tenido un contexto muy favorable para hacer deportes, fueron proscriptos", se lee en el trabajo de Vecchi, autor de un libro anterior, El juego de los Dioses: un viaje a través del olimpismo, (de la editorial de la UNLP, 2023), que le resultó la semilla para escribir sobre los deportistas prescriptos.

Tras un arranque en el que describe el panorama político y social de entonces, Vecchi recuerda distintos casos. Entre ellos, el del suspendido corredor Osvaldo Suárez, "a quien le negaron la chance de estar en Melbourne ‘56 en el pico de su rendimiento deportivo". Además refiere la suspensión "de por vida" a los integrantes de la selección masculina de básquet campeona del Mundo en 1950. "Llamativamente el interventor de la CAD-COA fue el militar Fernando Huergo, quien fuera esgrimista en los Juegos Olímpicos de 1948 y en los Panamericanos de 1951 y 1955", cuenta. Además señala lo sucedido con la tenista Mary Terán de Weiss, discriminada por sus colegas y la dirigencia del tenis. Weiss, quien llevó ese deporte elitista a las clases populares, tuvo que jugar en el exterior, donde sí se la reconoció; en ese mes de diciembre se cumplieron 40 años de su suicidio.

José María Gatica, Delfo Cabrera, Eduardo Guerrero, los hermanos Félix y Fulvio Galimi, Leopoldo Pedro Carrera, Carlos Enrique Díaz Sáenz Valiente y el equipo de sóftbol, entre muchísimos otros atletas con gran presente y otros con gran futuro, recibieron castigos por parte de aquellos militares.

"Quiero aportar un granito de arena para que tengan voz aquellos atletas que pusieron nuestra bandera en lo más alto del podio mundial y que, a la vez, fueron castigados por el simple hecho de tener éxito en una época en la que muchos no querían que el deporte sea un símbolo del avance de la sociedad", le dice Vecchi a Página 12. Hay cosas que no cambian más.