No hay foto más emblemática de Mar del Plata que la panorámica de su bahía natural, con las olas mojando la arena, las escolleras y el espigón del muelle, el Casino, el Hotel Provincial y los edificios más altos por detrás. Si queremos una de cercanía, las más representativas deberán incluir la Rambla y los lobos marinos más fotografiados del mundo. Siempre con la gente abarrotando sus playas durante el verano.
Muchas veces se ha contado la historia de ese borde entre el mar y la ciudad: hubo cuatro Ramblas y la actual lleva más de ochenta años sin modificaciones estructurales importantes. Es muy curioso ese espacio transicional entre lo natural y la intervención humana, entre la arena y la madera en sus orígenes, y el cemento y la piedra posteriores. Pensada para ser caminada y como plataforma para la vista, tanto para ejercerla como para recibirla, la Rambla es un sitio que nos remite al disfrute. Y unos cuantos creemos que debería convocar a la belleza, al menos a lo mejor que podemos mostrar los marplatenses. Más allá de si es un intento de aparentar o de ocultar a la otra ciudad que la sostiene, la Rambla no deja de ser la principal postal que contribuye a la “industria sin chimeneas”. Claro que el problema surge ante las diversas opiniones acerca de lo que se quiere mostrar, y los intereses que suelen guiarlas.
Raúl Pivetta es geógrafo y fotógrafo, marplatense nativo que tiene una mirada interesante, que va más allá de lo natural y de lo edilicio. “A mí me gusta decir que la Rambla empieza en el Torreón del Monje y termina en Punta Iglesia, para pensarla en su integralidad, pero no sé si es así. Lo más importante es su condición de borde, o sea que la Rambla es playa pero también es ciudad; y eso significa incluir a la gente que la habita como un espacio donde sucede la vida”.
“La postal de Mar del Plata no siempre fue así como es hoy. Pensemos: ¿Qué miramos? ¿El mar, las olas y la arena? ¿O los edificios? En los años 60, el negocio de la construcción terminó de desplazar a las grandes mansiones de la oligarquía. La noción de progreso se medía según la altura de las construcciones, todos entramos en esa lógica. Pero todo había empezado en los 40 con el Casino, el Provincial y la Rambla. El cemento se metió en la foto, somos tan tontos que terminamos admirando los edificios aunque proyecten su sombra sobre la playa. Recordemos el famoso libro de Juan José Sebreli Mar del Plata, el ocio represivo, que sigue siendo una interesante lectura más de cincuenta años después de su publicación. Yo recuerdo en aquellos años cuando era niño, que iba a pasear con mis padres por la Rambla. Sus recovas estaban repletas de negocios de marcas de ropa que venían de CABA, de bares con shows incluidos, estaban los tres teatros funcionando a pleno. Era el paseo obligado de turistas y residentes. Ahora casi no hay negocios, está todo tapiado, mucho más por la zona del Provincial".
"Yo iba a la playa Bristol con mis amigos. Y si bien no éramos todos iguales, había circulación de gente, por ejemplo íbamos a saludar a quienes habían alquilado carpas y nos quedábamos charlando o tomando mate. No había cercas ni patovicas que nos lo impidieran o nos echaran como ahora. Porque en invierno se levantan las carpas, pero se mantienen las cercas. Te digo más, han logrado que ahora esté lleno de yuyos ese sector de la Bristol, increíble, ¿no? Mirá como será de importante para mí la Rambla, que cuando décadas atrás tuve que irme a vivir a otras ciudadess, cuando volvía de visita a ver a mis padres, me hacía una escapada y bajaba a la playa entre los lobos, aunque fuera en pleno invierno”.
“Durante los noventa todo empezó a cambiar, Menem lo hizo. Porque empezó una paulatina privatización de la playa, pusieron cercas y hombres de seguridad para conducir al ganado como me gusta decir. Incluso quisieron hacer un gran negociado, estilo Mar del Plata Hilton para que fuera todo de acceso exclusivo, pero no se animaron a tanto”.
“Treinta o cuarenta años atrás los sectores populares no iban mucho al centro, y menos a la Rambla. ¿Te acordás que incluso se decía que había muchos niños marplatenses que no conocían el mar? Cuando se montaron los shoppings en una única manzana y los centros comerciales con segregación social incluida en otras partes de la ciudad, como los de las calles Alem y Güemes, el Paseo Peatonal sobre la calle San Martín quedó para la gente de los barrios alejados. No quedó ni un negocio pituco. Y como el paseo desemboca en el mar, la Rambla también se volvió muy popular. Es como que el subsuelo sublevado avanzó en una línea recta continua, como una flecha que va de la Plaza Rocha en Avenida Luro -donde se ha montado una feria más bien informal hace cinco años- hasta la mismísima playa. Incluso junto a la arena nació otra feria, y se ven espectáculos diarios de baile y canto popular en las escalinatas, se hace actividad física. No nos olvidemos que sobre el Casino está el Piso de Deportes y ahí llegan todos los colectivos de la ciudad. Y además, la gente sigue yendo a la playa y se baña en el mar como siempre. Es un enorme lugar de encuentro al aire libre, es el lugar más activo, menos regulado y más policlasista de Mar del Plata. Y eso es maravilloso”.
Pivetta se explaya sobre el estado actual: “Desde hace bastante más de una década que no hay mantenimiento de ningún tipo, hay un abandono de la infraestructura que esa zona debería tener, es como que se ha ido degradando por la falta de inversión estatal. Yo digo que han estado sosteniendo la decadencia. Se nota una disputa entre el espacio privado y el público; entre los feriantes populares y los empresarios hoteleros. Además, también surgen los muralistas, los graffiteros, los vendedores ambulantes… Todo bulle, a veces en forma desprolija”.
En los últimos meses, la Rambla volvió al tapete público porque la empresa constructora que logró la excepción del Intendente y sus concejales para hacer un edificio de treinta y cinco pisos en una zona costera que permite solo ocho ofreció invertir allí para mejorarla. Y de la gobernación le respondieron que era zona provincial y que después de la temporada iban a trabajar en su puesta en valor. Hace unos días se supo que eso está avanzando.
“Espero ansiosamente que se haga, pero respetando el uso popular. Que se construyan sanitarios acordes, que se renueven los paseos y las luminarias, que se saneen los espacios, que se habilite plenamente la recova del Hotel y se abran negocios, que se mejore el predio ferial. Y además, opino que la Rambla no puede pensarse en forma escindida de la playa, debe permitirse el acceso libre, sin cercas de ningún tipo, no se puede segregar de ese modo. Yo tengo esperanzas en que el Gobernador tenga en cuenta a la gente que la disfruta, y que no se termine privilegiando a los negocios como en otras épocas. Porque todos tenemos derecho al uso público del lugar más lindo de la ciudad”.