Habrá que comenzar por lo evidente: para producir nuevos productos culturales, el presente sigue revisitando al pasado e, incluso, a veces se vale de aquellos viejos emblemas (espirituales, epocales, simbólicos, tecnológicos) para pararse con firmeza. Según consta en algunos registros, el último VHS editado oficialmente fue A History of Violence, en 2006. Pero eso es anecdótico, porque… el VHS not dead. Y no hace falta meterle tanto chimichurri al cuento del reemplazo del VHS por los nuevos formatos (llegaron los DVDs, luego la piratería digital y más tarde el on demand) para sacar una foto más o menos nítida: fue un bien masivo, devino en basura descartable y se convirtió en un celoso artefacto de culto. Aunque, todavía, no del todo escaso.
En algún momento, el cierre de los videoclubes derivó en una suerte de guerra civil cinéfila y plebeya, en la que las huestes fetichistas podían matar a sus madres por conseguir una edición de Charly, Días de Sangre, algún frikismo de Something Weird Video o una porneta de Víctor Maytland tipo Los Porno Sinson o Los Pinjapiedras. Y como le pasó al vinilo y también lo vivió –un poco menos, bah– el casete, el VHS anda transitando una especie de comeback dado por el mismo envión de la revalorización del viejo plástico olvidado. Como dato contextual, en las ferias de los parques Rivadavia y Centenario algunos pícaros cotizan material retro a precio Bitcoin. Cebados, sepan, hacen mal: el material popular debe ser accesible o procederán –por ley de oferta y demanda– a morir enterrados con esos VHS.
Al margen del capitalismo nostálgico, como aquí siempre hay gente genial haciendo cosas igual de geniales, algunos entusiastas están editando material: bootleg o legal, da igual. Hace algunos años, el sello punk SRN fue a contrapelo de la tecnología del momento (soplaban los últimos aires del DVD) y lanzó en VHS ese peliculón llamado Diablo, de Nic Loreti. Asimismo, el mítico Pablo Parés hizo lo propio con Grasa. Ambos films se consiguieron en guetos del palo, tipo Buenos Aires Rojo Sangre. Más acá, con algo más de estructura, se comercializaron ediciones de Alien: Romulus y Terrifier 2 en las góndolas de los supermercados gringos, y los pillines de Troma (ases del cine y de su márketing) relanzaron El Vengador Tóxico con el objetivo de satisfacer a sus fanáticos y de exprimirles cada centavo.
Por estos días hay una movida que se está cocinando al calor de la economía informal, del rebusque y del ingenio. Hay jóvenes editando de forma casera películas (antiguas, flamantes, de todas las épocas) con el propósito de seguir manijeando el formato. Dos caseteras, un casete virgen (o de alguna vieja colección de historia o de aquellas de Caras o Página/30), REC, impresora, trincheta y al pingo. Frula Video Home, LBX y Godspeed Video son reflejo de un ecosistema parido al calor del do it yourself y encuentran su prime en la Unión Argentina de Video Bootleg, una ¿parodia? a la Unión Argentina de Video Editores. Esta aventura comprime las voluntades de los tres sellos independientes argentinos divisando que juntos pueden hacer de ese gesto minúsculo una escena mayúscula. Y no hace falta rebobinar nada para confirmar –una vez más, un par de décadas después– que el VHS no sólo no murió, sino que es para siempre.
Frula Video Home, pasión por lo raro
La primera edición de Los Tomates Asesinos salió con una tirada de 100 copias en video y fue la única película de Frula que se agotó. Los libros contables registran que en tres días vendió unos 60 VHS. Y en pocas semanas, todo el resto. "Prefiero que quede ahí, no voy a reeditarla", sorprende Luca Amendolara, el joven de 28 años detrás de Frula Video Home, el sello de cine casposo, psicotrónico y lisérgico que elige mantener su estatus de culto antes que volver sobre sus pasos. Si hay pocas, crece el mito. Fueron 100, ya no hay más: a otra cosa.
El pibe Luca venía de coleccionar largometrajes de horror en VHS –lo más cotizado del segmento–, y aunque no es del todo contemporáneo al formato, durante los primeros 2000 llegó a ver algunos dibujitos en video: Space Jam, El Laboratorio de Dexter, El Rey León. Más tarde llegaron las noches de videocable, un tío que le pasó data y advertir que ahí había algo más: "En la secundaria vi Braindead y me voló la cabeza. Con esa película de Peter Jackson descubrí el Clase B, me cebé y quise mirar las peores películas que había".
Tiempo después, pegó laburo en el extinto local Gran Zanzíbar, que funcionó como cibercafé y cónclave nerdo de los guachines de CABA. Allí, después de recibir una tanda de VHS para vender, un amigo le contó que había algunas copias que eran costosas y verdaderas rarezas. "Ahí se me prendió la lamparita", dice. Todavía era 2019 y los precios eran accesibles: "Mi primer lote lo pagué 400 pesos y había películas valiosas. Es un hobby barato, fácil de coleccionar".
Con su manía personal creciendo, divisó que existían algunas películas que no habían tenido edición profesional. De hecho, un amigo se había fabricado una copia casera de Phantasm, la de Don Coscarelli, y Luca terminó de flashear. "Ah, esto se puede hacer bien. Tal vez haya un hueco por llenar", se dijo. Lo demás es historia: Dolls, Tiburón 2, Leprechaun 4, Diabólico, Meet the Feebles, New York Ninja, Chopping Mall, entre otros títulos salvajes, salieron disparados de forma hogareña por su humeante videocasetera.
Al toque, Frula Video Home empezó a configurar un nuevo fandom de fetichistas de los videos raros, y sus redes comenzaron a llamar la atención. "No estaba preparado para que me empezaran a contactar directores de cine", reconoce. Fue Presagio, película nacional dirigida por Matías Salinas, la primera que salió de la lógica pagana y se convirtió en, digamos, una edición canónica. "Me escribió Matías y fue una locura. Se puso a reencuadrar la película para VHS, después la publicamos y eso devino en el primer gran paso del sello."
Así las cosas, Frula empezó a hincharse de títulos originales como Plaga Zombie: Revolución Tóxica, Al Morir la Matiné, Muere, Monstruo, Muere, Me Encontrarás en lo Profundo del Abismo, Kryptonita, Los Visionadores y más films de género nacional, heredando parte del espíritu del mítico sello VideoFlims, aquel que fuera parte fundamental en la configuración de la movida hace más de una década.
En ese sentido, Luca todavía no cae: sigue sacudido después de editar las películas de algunos de sus ídolos. "Fue una locura hablar con Pablo Parés. Trabajar con el George Romero argentino me hizo mucha ilusión. Las dos primeras Plaga Zombie tuvieron edición en VHS y faltaba la tercera. Un día compré Grasa, editada por Pablo en VHS, y en los tráilers estaba Plaga Zombie 3, como que iba a salir en video. Es muy loco que yo la haya terminado haciendo. Había un eslabón suelto y hoy lo estoy continuando."
Por caso, Frula surca en la cabeza del coleccionista como un virus tóxico, manija y videoclubero, y le da el alimento catódico que desea: la película que efectivamente le gustaría tener en su estantería. "Busco sagas que tengan ediciones inconclusas o películas que hubiese sido lindo que existan en VHS". Y mientras sigue sacando copias en tiempo real (cada Frula se fabrica de a una), Luca se armó una especie de metodología: un mes saca dos bootlegs; otro mes, una oficial.
Por estos días planea editar algunas películas japonesas rarísimas (Hausu y Matango) y sueña con extender su catálogo nacional publicando algunos títulos que ya tiene más o menos apalabrados: Los Superbonaerenses, Malvineitor, Marisa y Gomoso, aunque su máxima fantasía es cerrar el año con Cuando Acecha la Maldad, el hit internacional de Demián Rugna. "Todavía no le escribí porque me da mucha vergüenza", admite. Teléfono, Rugna.
Si bien se basa en un artefacto cultural del pasado, Frula no intenta parecer vintage ni emular la experiencia retronostálgica desde la mugre, las rayas y los hongos. Al contrario, usando como trampolín lo dócil del formato y su reivindicación pop, Luca graba sus cintas trabajando sobre videos en 1080p y, según asegura, prefiere "que se vean lo mejor posible y que el tiempo mismo les meta el efecto del VHS".
LBX, animé pirata de culto
El sello Manga Films conspiró en favor del culto al VHS en España y Sudamérica editando las gemas de animación japo más extrañas de la época: Doomed Megalopolis, 3x3 Ojos y Urotsukidoji, entre otras. Magnetizado por esa labor, el pibe Lucas Buzzi comenzó a hincharse de cintas. "Quise tenerlas todas", reconoce. Con el tiempo, la escena del VHS usado fue creciendo y los precios dejaron de ser "cirujas" para convertirse en VIP. "De pronto estaban carísimos y me enculé: si no están editadas, las hago yo", pensó Buzzi, el hombre detrás de LBX, sello underground que edita animé en la misma línea de Manga Films: publican únicamente títulos rarísimos. AVH, SBP, LK-Tel… LBX: "Me vino al pelo esto del nombre corto".
Fue a finales de 2023 cuando Ele (así lo conocen sus amigos al joven Buzzi) se mandó con este "Otaku Bootleg Home Video", heredando el espíritu de los fansubs y publicando una pequeña tanda de FLCL, la serie de Gainax post Neon Génesis Evangelion. Junto a su amigo Oscar, revolvieron ideas entre art books del palo –qué lindos son, qué caros son– y le diseñaron, en menos de una semana, un arte original. De pronto tenían entre manos una obra única: "Nuestro arte le parte al culo a la edición original del VHS", se agranda Lucas. Y tiene con qué.
Hoy por hoy, LBX maneja un catálogo de un puñado de títulos (Devil Man, The End of Evangelion, Kite, Puppet Princess y la mencionada FLCL). Es como asegura Ele: "Edito lo que me gustaría tener; lo hago y ya está". El sello está abocado a títulos con cierta personalidad y les otorga prioridad a obras viejas que a Ele le dan "ganas de sacar". En su ombligo, una formación otaku mancillada en el hierro del canal Animax, de unas cintas de Los Caballeros del Zodíaco compradas por su vieja en el Barrio Chino y de horas (¿quemadas? ¡invertidas!) en los foros dosmileros de Dragon Ball.
Entre los detalles singulares de LBX, su chiche catódico, está el rediseño del mítico pirata de la Unión Argentina de Videoeditores, que se convirtió en su mascota. "El Marajá de San Telmo", recuerda Lucas. De hecho, ungido en el cosmos del copyleft, se ríe de aquella vieja persecución a la piratería y aclara: "Queda totalmente permitida la copia, venta, distribución, destrucción y regrabación total o parcial". Ese gesto es parte de la impronta personal: LBX es mitad capricho (personal), mitad alquimia pop (bastarda).
Mientras tanto, Lucas atiende Obsidiana, su tienda especializada en cultura japonesa, y viene de un largo recorrido en el mundo del VHS: siempre fue un fanático del formato y su padre, de hecho, tuvo un videoclub legendario con foco en la cinefilia fifí. Aquello hizo mella: "En algún momento El Extranjero, el videoclub de mi papá, empezó a sumar libros a la venta. Hoy tengo una librería y edito VHS. Lo tengo muy trabajado en terapia de dónde viene todo esto", tira.
Para adelante planea sacar Otaku No Video, aquel documental bizarrísimo de Gainax que perfiló a los nerdos de la época. Aunque, digamos, a pesar de su potencial, no se pone demasiado exigente: "Tal vez lo publique antes de Navidad, o en una de ésas cuelgo y lo saco el año que viene. No me lo tomo como algo tan profesional".
Godspeed, viaje a lo desconocido
Muchos conocen Un Buen Día porque se convirtió en meme. Bueno, por eso y porque Néstor Frenkel le hizo un documental increíble llamado Después de Un Buen Día, que supo capitalizar el furor internetero de unas juntadas de freaks. A caballo de la misma manía, The Room cultiva fanáticos alrededor del planeta y hasta tuvo una remake hollywoodense protagonizada por James Franco. Ambas películas comparten el extraño privilegio de ser porquerías inclasificables pero extrañamente adictivas.
Lo mismo pasa en Uruguay con Acto de Violencia en Una Joven Periodista, que es tan trucha y al mismo tiempo tan magnética que terminó inspirando un documental, Directamente Para Video, que acá ganó el Premio FIPRESCI en el BAFICI 2022. A la sazón, ese documental lo dirige Emilio Silva Torres, un cineasta y archivista uruguayo obsesionado con el formado y con esas películas que fueron editadas –claro– directamente para video. "El formato es el centro de la experiencia", dice revoleando una copia de Psychic Vision, rarísimo opus japonés editado por Godspeed Video, sello que le reza padrenuestros al cine pensado para TV.
Hasta hoy, el catálogo de Godspeed se nutre de tres títulos: The Appointment (un exquisito thriller televisivo financiado por el British Film Institute), Ringu (una horrorífica película para televisión de Fuji TV, cuya copia original se exhibió un viernes a la noche y nunca más se vio) y mencionada Psychic Vision (primer film de horror en clave falso documental, anterior a The McPherson Tape). Las tres películas son, como late el corazón de su documental, gemas distribuidas directamente en video.
"Siempre me interesó la búsqueda de películas desconocidas, de archivos perdidos", confiesa Silva Torres. De hecho, su obsesión por Acto de Violencia en Una Joven Periodista también parte de esa ausencia: casi no quedan VHS en el mercado y, a pesar de su estatus de culto, poco se sabe de su realizador. "A fin de cuentas, me interesa poder compartir un cine distinto, lanzar en VHS cosas que ya no existen", sigue el uruguayo, quien fantasea con reeditar en video Acto de Violencia en Una Joven Periodista.
Interesado tanto en la mística como en el poder del objeto fetichista, Godspeed cuida detalles del diseño, reconfigura portadas (gracias al arte de su novia, Lía Miranda) y se preocupa por revalorizar viejos objetos. "Los VHS son una forma de socializar", asegura. En su casa de Caballito tiene un tendal de perlitas, pero en lo de sus viejos, en Montevideo, acumula unos 2000 videos. "Si la película no salió en 4:3, no me interesa", tira a propósito de una nerdeada referida a la proporción entre el ancho y el alto de una imagen, el formato tradicional de la televisión.
Sin embargo, no considera al VHS como el mejor formato posible ("No somos unos viejos meados"), sino que le da valor a su oficio artesanal a partir de su entraña archivista. "Rescato cosas del pasado para traerlas al presente", se ensancha. Y casi como un ritual underground, edita apenas unas 100 copias numeradas de cada film. Y ya está, se terminó.
Así las cosas, el mote Godspeed refiere a una antigua forma británica de desearse "buena suerte" ("Godspeed You", decían) y, de paso, remite a la banda canadiense de post-rock Godspeed You! Black Emperor, cuyo título viene de un documental homónimo basado en unos salvajes motoqueros japoneses de los años 70. "Buena suerte en este viaje por lo desconocido", desea el editor de estas cintas bootlegs llenas de magia, misterio y confusión.