Entre los numerosos proyectos que impulsa, el ensamble es para José María Saluzzi el que le da mayor libertad y al mismo tiempo le plantea mayores exigencias. Guitarrista, compositor, arreglador y sobre todo músico abierto a las más variadas influencias, Saluzzi hizo del quinteto que se completa con Matias Carazzo en clarinete y saxo, Patricio Villarejo en chelo, Juan Fracchi en contrabajo, y Gustavo Chenu en batería y percusión, una base de búsquedas para montar su propia música, encontrar su propio sonido. El domingo 15, a las 19, el José María Saluzzi Ensamble actuará en Bebop Club (Uriarte 1658). “Para este concierto preparamos un programa variado, con las músicas que venimos tocando desde hace tiempo, más dos piezas nuevas propias y dos piezas de mi padre –el gran Dino Saluzzi– arregladas por mí”, comenta José María.
Nacido en una familia de músicos –nieto de Cayetano, hijo de Dino y sobrino de Celso por línea bandoneonístca; sobrino del saxofonista y clarinetista Félix, y primo del bajista Matías–, José María comenzó tocando batería. Más tarde se decidió por la guitarra y comenzó su formación, en la Argentina con Walter Malosetti y Aníbal Arias, y en Europa con Ralph Towner, entre otros. Desde muy joven acompañó a su padre en sus aventuras musicales, como dejó sentado en discos excelentes, como Cité de la musique (en trío con el contrabajista Marc Johnson, editado por ECM en 1997), por nombrar uno. “Tuve la suerte de formarme y de tocar con músicos muy importantes, de los cuales me he nutrido”, dice Saluzzi en referencia a una lista inmensa en la que se destacan Luis Salinas, Jaime Torres y Quique Sinesi hasta Jim Hall, Al Di Meola y Anja Lechner. “Soy un agradecido de haber podido aprender muchas cosas de ellos. Sobre todo las mañas del oficio”, agrega el guitarrista
–¿Qué te entusiasma de este ensamble?
–Me interesa hacer mi propia música con la variedad de colores que elijo. Eso me da una libertad que con otros proyectos no me sucede tanto. En esta oportunidad por primera vez estará con nosotros Patricio Villarejo en violoncello, instrumento que aporta un sonido especial, profundo y dulce. La combinación de cello con guitarra española es una de las que más me gustan. Además esta vez no habrá piano, lo que brinda otro color sonoro.
–¿Qué ideas te gusta poner en juego con esta formación?
–Las ideas musicales del quinteto son las formas de mis propias composiciones. Tocamos una suerte de música escrita e improvisada a la vez, que no es muy compleja desde el punto de vista formal; la complejidad comienza en la recreación.
– ¿Cómo se balancean escritura e improvisación en la dinámica del ensamble?
–Todo lo que compongo es para en algún momento desarmarlo. En un punto mi música se abre y esa apertura invita a la improvisación. Pero por supuesto la improvisación siempre va a estar orientada a la forma de lo que hacemos; es una suerte de recreación sobre lo compuesto. En general, elijo los músicos del ensamble en base a esa premisa, porque sé que ellos tienen la capacidad de improvisar sobre lo escrito. Lo que, desde mi punto de vista, es lo más interesante que tiene la música que llamamos popular.