El presidente francés, Emmanuel Macron, nombró este viernes primer ministro a su aliado centrista y veterano político François Bayrou, de 73 años, con el reto de aglutinar una mayoría parlamentaria que impida su caída como su antecesor Michel Barnier y agravar aún más la crisis política. Mientras que algunos sectores de la izquierda rechazan su nombramiento y planean una moción de censura, socialistas y comunistas parecen dispuestos a darle una oportunidad bajo estrictas condiciones, y la derecha conservadora condiciona su respaldo al proyecto que presente.

"Soy consciente de que me enfrento a una montaña de dificultades, un Himalaya (...) pero estoy convencido de que existe un camino inédito, marcado por la voluntad de reconciliación para superarlo", aseguró el nuevo jefe del Gobierno en su toma de posesión en el Palacio de Matignon.

Bayrou recordó que la reducción de la deuda del Estado fue el tema central de las tres campañas presidenciales que encabezó (2002, 2007 y 2012) y envió un mensaje crítico a sus antecesores por haber ignorado ese problema durante décadas. Sin embargo, fue indulgente con Macron, con quien mantiene una alianza desde 2017, al afirmar que tuvo que afrontar "una acumulación de crisis". "Tenemos el deber, en un momento grave para el país, para Europa y para el futuro del planeta, de afrontar con los ojos abiertos la situación heredada durante muchas décadas", señaló el premier, quien consideró un problema moral dejársela como legado a sus hijos.

El veterano líder centrista insistió en la necesidad de combatir la desconexión entre la clase política y el pueblo y se comprometió a responder a los problemas de los ciudadanos que trabajan cada día. "Nuestro deber es trabajar con obsesión en favor de quien no tiene oportunidades", indicó.

Un marco de inestabilidad 

Bayrou, alcalde de Pau, en el suroeste de Francia y perteneciente a la formación MoDem, se convirtió en el cuarto primer ministro de Macron en 2024 y sucederá al conservador Michel Barnier, quien cayó el 4 de diciembre en una moción de censura cuando intentaba aprobar los presupuestos para 2025.

Macron sumió en junio a Francia en una crisis política con un inesperado adelanto de los comicios legislativos de 2027, que dejaron una Asamblea Nacional sin mayorías claras y dividida en tres bloques: izquierda, centroderecha y ultraderecha. Barnier gobernó sin mayoría con la alianza centrista de Macron y su partido conservador Los Republicanos (LR), y dependía en el Parlamento de la líder ultraderechista Marine Le Pen, que lo dejó finalmente caer tras sólo tres meses en el cargo.

Durante el trámite de los presupuestos, la extrema derecha apoyó una moción de censura presentada por la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP), al considerar que el exnegociador del Brexit no respondía a sus reclamos. La presión es ahora mayor. La segunda economía de la UE cuenta con unos elevados niveles de déficit y deuda públicos para la zona euro, y los frustrados presupuestos de Barnier preveían una fuerte disminución del gasto público para tranquilizar a los mercados.

Exigencias políticas

El nombramiento de Bayrou fue recibido con hostilidad por parte de la izquierdista La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, cuyos responsables anunciaron que presentarán de forma inmediata una moción de censura. Para ellos, Bayrou es un continuador de las políticas de Macron y su nombramiento es ilegítimo porque fue la alianza de izquierdas (de la que LFI forma parte) la que ganó las legislativas de julio, una postura que también sostuvieron los ecologistas.

Pero a diferencia de lo que hicieron con Barnier, otros componentes de la alianza de izquierda, en particular socialistas y comunistas que, con sus 83 diputados entre ambos, parecen dispuestos a darle una oportunidad. Ambos partidos aseguraron que no entrarán en su Ejecutivo, pero se comprometieron a no votar una moción de censura si se renuncia al apoyo de la extrema derecha, a no aprobar los presupuestos sin voto parlamentario y a introducir políticas sociales sobre pensiones, poder adquisitivo, justicia fiscal o medidas medioambientales.

LR, que abandonó en septiembre la oposición para entrar en el gobierno, condicionó su continuidad al proyecto del nuevo primer ministro, según los participantes en una reunión del grupo. Con ese respaldo, Bayrou podría obtener cierta estabilidad parlamentaria, a condición de que cuente también con los 47 votos de la derecha conservadora, que impone también sus condiciones, en muchos aspectos contrarias a las de los socialistas.

A esa difícil ecuación tendrá que responder Bayrou en los próximos días, con la prioridad de construir un presupuesto para 2025 que combata el déficit público, que este año superará el seis por ciento que París se ha comprometido con Bruselas en colocar en torno al cinco por ciento el año próximo.

Su compromiso es hacerlo sin apoyarse tampoco en la extrema derecha, cuya líder, Marine Le Pen, le exigió que escuche a sus once millones de electores y le impuso las mismas condiciones que, dijo, no cumplió Barnier, lo que le llevó a votar la semana pasada la moción de censura junto a la izquierda.

Aunque Macron podría convocar nuevos comicios legislativos a partir de julio, todos los partidos piensan ya en la presidencial de 2027, a la que ya no puede presentarse, y buscan evitar acabar vinculados al legado de un presidente impopular, pero sin considerarse como responsables de la inestabilidad política en el país europeo.