El Padre César asegura que se ve mucho más con músicos de rock que con curas. Que lo que Jesús hizo hace más de dos mil años tiene mucho más de rock and roll que de vals vienés y que, por ello “sería muy loco que la iglesia no congeniara con el mundo del rock”. “Mi vida es con músicos, con artistas, con gente común, de la calle, y también con algunos sacerdotes y monjas. Dios es un consuelo para el dolor, sí, pero es bueno que también haya momentitos de joda, de esos que hacen bien a los seres humanos”, sentencia el cura rockero de Villa Luro que, Sony mediante, acaba de publicar un disco llamado Cambio de planes, con canciones suyas ejecutadas junto a Cristian “Pity” Álvarez, Juanse y Daniel Melingo, entre otros.
“Cambiar de planes es algo constante en una vida cuando sucede algo adverso. Es algo que tiene que ver con la vida misma, con que estás vivo y aceptás estos cambios, porque todo plan puede transformarse en otro plan”, dice él, en otro acto poco amigo del conservadurismo eclesial, que por supuesto no es el suyo ni el de muchísimos curas y sacerdotes como él. “¿Por qué le puse así al disco?, porque cada una de las canciones tiene que ver con un cambio de plan en la vida de alguien”.
Por ejemplo la del Pity, junto a quien el copado cura grabó “Falopero” a dos voces, acompañado además por el “Bolsa” González, en batería y el histórico “Alambre” González en viola eléctrica. O la de Juanse que compartió con César el tema “Historias”. O la de Daniel Melingo, cuya voz ronca viste “Ave de paso”. De los tres, claro, el padre tiene cosas para contar. Del primero, que lo conoció un día mediante Carlos García López, el “Negro”, en la trastienda de El Condado. “Ese día Cristian vino muy educadamente a abrazarme. Le dije que yo hacía un cover de 'Está saliendo el sol' con mi banda, y me dijo 'no sé si creemos en un mismo Dios, pero por lo menos para mí es el que me ilumina, el sol'. Le contesté que los dos creemos en Dios. A partir de ahí surgió una amistad muy grande. Nos vemos todo el tiempo”.
-“Dicen que sos un falopero / que vivís al pedo /Que no merecés otra oportunidad / Dicen que viajás colocado / que estás hasta las manos / Y que no podés vivir en libertad” ¿Por qué “Falopero”?
-Porque veía que se decían muchas cosas sobre él desde un lugar de ignorancia. El tema es por él, y por muchos pibes y pibas a los que se estigmatiza con esa palabra. Por eso, lo de sabios ignorantes que lo único que hacen es condenar desde una ignorancia muy grande.
La liga del Padre con Juanse también es de largo aliento. Se conocieron en un recital en que terminaron tocando juntos. Su presencia en “Historias”, un rock and roll hecho y derecho, es una deriva natural del vínculo. No así la presencia de Melingo, con quien el cura no tenía contacto. “Eso vino por el Pity”, asegura. “Un día él me acompañó al estudio en el que estábamos haciendo la preproducción del disco, apareció 'Ave de paso' y me dijo 'esto es para Melingo', y a la semana me apareció un mensaje suyo en el celular. Vino a casa, hicimos unos pollitos a la parrilla en la terraza, y la cosa surgió”
-¿Cómo congenia, o cómo hacés congeniar, mejor dicho, a la iglesia con una manifestación artística que ha sido muchas veces contracultural en relación con los preceptos morales religiosos, en general?
-Yo creo que la iglesia tiene mucho que ver con el rock and roll. Cristo tuvo mucho rock, por eso hizo la vida que hizo y subió a la cruz como subió. Eso no es para un vals vienés sino para alguien con un power muy grande. Otra cosa: el rock es para seres humanos, y el mensaje de Jesús también lo es. ¿Quién dijo que los seres humanos tienen que tener una vida correcta, perfecta, para pertenecer a un modo de ver la vida? Estaría muy mal que la iglesia estigmatizara a quien usa pelo largo, campera de cuero, tatuajes o aritos, porque justamente el mensaje es para seres humanos. Por lo tanto, para mí sería muy loco que no congeniara la iglesia con el rock.
Justo en el período transicional entre la niñez y la adolescencia fue que el sacerdote tomó contacto con la música de rock. Cuenta que en su casa había discos de Pink Floyd, Supertramp, Genesis, Stones y Beatles, pero lo que más lo atrapó fue el rock de acá. “Haber escuchado 'Hombres de Hierro' por León Gieco fue tremendo. Y así puedo hablar de Sui Generis, Spinetta o Pappo. En ese momento yo no creía en Dios, no creía en nada, y esta gente me hizo creer en mí, en que tuviera la valentía de ser quien soy, y no en lo que me proponía un sistema. Hoy, que tengo la posibilidad de conocer a muchos de ellos, siempre les agradezco, porque fueron mis padres espirituales en mi adolescencia, y lo siguen siendo. Cuando hay buena onda, creyentes y no creyentes podemos construir algo juntos, de verdad, porque ninguno es más que el otro”.
Otra arista insoslayable en la vida de César es su muy cercano vínculo con el Papa Francisco, otrora Bergoglio, quien le encargó “Amor abandonado”, tema dedicado a las prostitutas, bajo la mirada no condenatoria de Jesús. “Al Papa lo tuve de obispo durante veinte años y siempre respetó lo de la música”, cuenta César, cuyo último encuentro con él ocurrió en 2014, cuando fue a tocar al Vaticano, en una jornada mundial por la paz. “Pienso que es un bien muy grande para la humanidad toda que Bergoglio sea el Papa, no solamente para los católicos. Como todas las personas tiene sus luces y sus sombras, pero entre las luces y las sombras se hace una gran luz, que irradia muy lindo”.
-¿Qué pensás vos de este mundo raro, y cuál es el rol que le cabe a la iglesia en él?
-Es un mundo que está patas para arriba la misión de la iglesia es escuchar a las personas. Estar en el hoy y no en el Medioevo, a través de los medios que utiliza el mundo, como hacía Jesús, de quien hay que ofrecer su amor, no imponerlo. No olvidar este mundo del descarte, como dice Francisco, en el que tantas personas van quedando postergadas. La iglesia no puede mirar para otro lado en este mundo cada vez más tomado por la falopa. Tiene que ayudar a reconstruir el tejido social que se ha deshilvanado.
-¿Y en la Argentina?
-Seguir caminando el barrio, la calle y no quedarse entre cuatro paredes. Las parroquias son lugares donde es bueno estar, pero si a una parroquia van mil personas de 120 mil que hay en el barrio, tendríamos que salir a ver cómo están las demás, qué les sucede, qué necesitan.