Traiciones: la figura del traidor (y la traidora) en los relatos acerca de sobrevivientes de la represión, de Ana Longoni, publicado por ediciones Documenta adelantaba ya en 2007 cuando salió por primera vez en la colección Militancias que dirigíamos con Lila Pastoriza. Adelantaba cuando señalaba la diferencia de géneros para asestar la acusación de traición, a los sobrevivientes de las organizaciones revolucionarias que habían pasado por los campos de concentración. Se llamaba “traidoras” a aquellas que habían tenido relaciones sexuales con los represores –con el tiempo sería caratuladas por la ley y los derechos humanos de violaciones. Sin embargo ellas no colaboraron con el enemigo, en cambio se valieron de sus vínculos para mediar ante los poderes de los campos y sus compañeros, salvando incluso algunas vidas. Según una moralina burguesa que se expresaba en el dicho ”mujeres son las nuestras” ellas habían ”traicionado” por ¿putas? Y ellos por colaborar con los represores. Por fin adelanta cuando señala que la liberación –del escaso número de sobrevivientes– ha sido la decisión de sus captores contando con sus relatos atroces, testigos para la sociedad toda de un terror persuasivo y un alarde de su poderío . Y vuelve a recordarnos como en 2007 que libros como Recuerdos de la muerte de Miguel Bonasso y El fin de la historia de Liliana Heker se escudaban en el género “novela" para decidir, desde un narrador puesto en alma bella, quienes ocupaban su lugar en el falsos binarismo HÉROES / TRAIDORES .

Traiciones salió en la colección Militancias título que parece tajante. Con él esperábamos plantear una pluralidad de experiencias de los años setenta, no con la ilusión de sumar una totalidad, sino de sugerir en el plural de la palabra, no sólo a los diversos grupos de la militancia política sino también fuentes diversas que iban del testimonio al documento y de la investigación al ensayo crítico, incluyendo como autores a integrantes de generaciones cuyas herramientas eran diferentes.

La colección se inauguró con Política y/o violencia, una aproximación a la guerrilla de los años setenta, de Pilar Calveiro, y bajo la divisa de uno de sus párrafos: ”La memoria ‘rebelde, corcoveante, difícil de dominar’, se dice entre muchas voces, que no siempre son afines pero que pueden articularse. El asunto es ése: no acallar a las voces discordantes con la propia, sino sumarlas para ir armando, en lugar de un puzzle en que cada pieza tiene un solo lugar, una especie de calidoscopio que reconoce distintas figuras posibles”. Ya lo se… pero aún así

Recuerdos de la muerte y El fin de la historia con su deliberada ambigüedad, buscan un pacto con el lector sino estafarlo, como a un niño, llevándolo al terreno de la creencia, que en toda sociedad es sostenida precisamente por los niños. Con destreza Octave Mannoni la define a través de una fórmula: “ya lo se… pero aún asi”. Freud, genial crítico literario, imagina una escena maestra, aquella en que el niño descubre la anatomía femenina, es decir la ausencia de pene pero repudia el desmentido de la realidad con el fin de conservar su creencia en la madre fálica. Se trata de una situación simultánea en donde lo repudiado es la evidencia de la realidad y lo conservado, la creencia que, sin embargo, no puede dejar de abandonar. Se trata de una actitud dividida que le servirá para pensar en 1938, el concepto de escisión del yo. Ya lo se... pero aún así, decimos de mil maneras para formular nuestra creencias como si la forclusión del falo materno trazara el modelo de todos los repudios de la realidad y constituyera el origen de todas las creencias que sobreviven al desmentido de la experiencia. No importa cuan irrisoria y repudiable resulte para algunos esta ficción freudiana pero, si nos atenemos precisamente a su estado de ficción, la fórmula puede aplicarse de esta manera: Ya se que es una novela... pero aún así creo que estos son los traidores y los otros, los héroes o heroínas .

Ficciones que pretenden decir la verdad

¿Qué pasa cuando los sobrevivientes hablan? Se decide no escucharlos. Mientras Hebe de Bonafini expandía su “aparición con vida” ya había sobrevivientes que no fueron convocados a hablar.

Traiciones invita a realizar una crítica desde y entre los compañeros antes que la muerte sin gloria estalle en la razón biológica y en remanentes acríticos de los ideales.

La palabra del título, asociada a los sobrevivientes de los campos de concentración , como coartada para explicar la derrota de proyectos revolucionarios sobre los que queda todo por decir -¿y sino ahora cuando?- y recurso de baja estofa que se intenta encubrir bajo el género” novela”, abre en este libro la escucha hospitalaria a quienes pasaron por la juzgados, obligados a nombrar una y otra vez a los asesinos. Hospitalaria también a sus silencios, al testimonio que se quiere velado, custodiado como por un secreto que pretenden romper libros como La llamada donde el testimonio se fuerza en la pretensión de la entrevistadora de hacerle decir todo a su entrevistada escudándose en “el retrato” confundiendo el testimonio con un género pictórico.

Quisiera repetir como un mantra las palabras de Pilar Calveiro de inspiración performática para este libro: “Hay que escracharnos, políticamente hablando, no como un ‘castigo’ sino como una forma de ser veraces para, de verdad, pasar a otra cosa... En ese sentido escrachar es exhibir-se en términos de práctica política anterior, de la que hay que dar cuenta para que la presente adquiera nuevos sentidos.”.