No existe lujo más caro que mandarse a hacer una ciudad. Pero si uno tiene 40 casas y varios palacios y aun así le sobra muchísimo, ¿a qué más podría aspirar? Magnates tecnológicos y reyes del siglo XXI sueñan smart-cities como proezas ingenieriles e islas de superlujo, utopías a salvo de un mundo cada vez más desigual e inestable, donde se sobrevalora lo que escasea: aire puro, un hiper-confort e