“Hola, ¿cómo están? Soy Malena García Vildoza. Esta soy yo en el New Space Rocket Center de la NASA en Alabama”, comienza el video compartido por Gabriel Katopodis. Allí, Malena García cuenta su experiencia como estudiante de la Universidad de San Martín y su triunfo en la competencia internacional que la llevó a viajar y exponer en Estados Unidos sobre cómo localizar pozos de agua bajo la superficie.
“Es esencial la formación de la UNSAM, porque en otras instituciones no suele estar esta parte interdisciplinaria, y acá está esa impronta para meternos en otros ámbitos y buscar oportunidades”, señala.
En una conversación con Buenos Aires/12, García Vildoza hace referencia al perfil que su universidad le da a la cursada y a la formación. De aprobar la tesis, se recibirá de antropóloga social y cultural, una carrera dentro de las ciencias sociales. Pero, cuenta, es no fue un limitante para interactuar en proyecto conjuntos con estudiantes de ciencias exactas, de las artes y otras ciencias sociales.
Así, se anotó en el Pale Blue Dot Challenge. De manera virtual, formó equipo con un ingeniero aeroespacial estadounidense, un geólogo senegalés y otro argentino, oriundo de Córdoba, licenciado en ciencia de datos. Diseñaron una herramienta de “machine learnig”, un sistema que permite localizar pozos de agua potable y apta para el consumo en Gambia, un país africano.
“La herramienta se puede utilizar en cualquier parte del mundo”, resalta Vildoza. Junto con el resto del equipo, utilizaron un abanico de datos públicos que, combinados, pueden arrojar como resultado la profundidad a la que se encuentra el agua.
Su trabajo fue seleccionado, junto a otros cinco del resto del mundo, para tener una experiencia de intercambio en Estados Unidos. Fue parte de los ganadores de la primera edición del certamen y hay un dato que destaca ante todo: “Había gente de Kenya hasta universidades carísimas de Estados Unidos, y todos estábamos en el mismo nivel, no había ningún tipo de inferioridad académica, lo que muestra la solidez de la formación que tenemos”.
En paralelo, remarca una sorpresa que se llevó al arribar a la NASA. “Antes del viaje esperaba encontrarme con especialistas vinculados a cuestiones técnicas, pero había, por ejemplo, un montón de antropólogos que se dedican a investigar los objetos que van al espacio así como los que vienen, y también hay sociólogos vinculados a las políticas públicas sobre el espacio exterior e, incluso, cuestiones de género”, relata.
“Desconocimiento”
A lo largo de 2024, el sistema tecnológico, científico y universitario recibió constante misiles de parte del Gobierno nacional. Los recortes presupuestarios y despidos en el CONICET, así como el desfinanciamiento a las universidades nacionales públicas que conllevaron dos marchas multitudinarias contra Javier Milei y Sandra Pettovello, serán el recuerdo para los estudiantes del primer año de gobierno de La Libertad Avanza.
Entre los dardos desde el Ejecutivo, se destacó el desmedro y ridiculización de las ciencias sociales. Economista de profesión, Milei siempre resaltó el rol de las ciencias duras, como la biotecnología y, recientemente, el desarrollo de la inteligencia artificial. Al respecto, Vildoza aseguró que sintió “algo de enojo”, pero considera que el origen de los señalamientos está en “lugares que no tienen conocimiento al respecto y nunca tienen fundamentos para sostener lo que dicen”. Por eso, resalta que la respuesta a las críticas está en las acciones, pero con altura, como un proyecto de investigación como el que le toca integrar.
“El ataque a la universidad está en el desconocimiento y es preocupante en todo sentido”, advierte. “No solo por el desfinanciamiento, sino por la persecución a los docentes e, incluso, a los mismo estudiantes”, condena la joven oriunda de Tres de Febrero.
“Compromiso”
Vildoza cuenta que nunca se imaginó llegar a conocer la NASA. Por eso se guarda cada detalle del camino que la llevó a pisar suelo estadounidense y verse rodeadas de cohetes y trajes de astronautas. El primer paso lo dio a fines de 2023, cuando se topó con la propuesta de participar en el Pale Blue Dot Challenge por redes sociales en su primera edición.
Cuenta que, a lo largo de la carrera, tienen incorporada una buena dosis de horas de investigación por fuera de las materias cursadas. “Ya había participado en un grupo interdisciplinario que analizaba distintas herramientas digitales que se podían utilizar para solucionar diferentes problemáticas sociales”, remarca.
Así, se anotó en esta nueva propuesta que no exigía un grado de formación, que incluía a personas de todo el mundo y se podía desarrollar de manera virtual. El objetivo de la competencia era usar ciencias de datos para resolver una problemática social abocada al desarrollo sostenible de la ONU. Había seis ejes para elegir, entre ellos el vinculado a agua y saneamiento.
“No tenía equipo”, dice entre risas. Entonces, se incorporó a un foro donde podía preguntar y confluir con otros participantes en su misma condición y que compartan la misma área de estudio. Así dio con su grupo, donde a todos les interesaba el tema del acceso al agua potable. “Fuimos el único equipo entre los ganadores que se conformó de esta manera, el resto se conocía y ya trabajaban juntos”, cuenta.
“Lo que me motivó a elegir el tema es que es una de las problemáticas más grandes que afecta a la humanidad, siendo lo más básico, como usar y tomar agua”, explica. También se refiere a la decisión de estudiar la situación de Gambia. “Quizás en Buenos Aires estamos acostumbrados a decir que abrimos la canilla y sale agua, pero en Gambia el 70 por ciento de la población tiene problemas de acceso al agua potable, dependiendo de pozos por la alta contaminación”, señala.
Además, uno de sus compañeros de equipo es de Senegal, país limítrofe de Gambia, y tenía algunos estudios geológicos avanzados al respecto. Ampliaron la investigación, identificaron las zonas más conflictivas y comenzaron el desarrollo de la herramienta.
La competencia empezó en noviembre y termino en febrero. “Bastante larga en comparación a otras”, dice. Recuerda el desafío de combinar los horarios entre todos para poder mantener reuniones virtuales. “Una locura, pero debe haber sido de lo mejor de esta experiencia”, suelta con alguna risa y suspiro de por medio.
Desde su experiencia, aportó, investigó y analizó las necesidades de la región. Entrevistó a ONGs que se involucran en estudios sobre el acceso al agua e hizo un recorrido en redes sociales. Fue parte central de la escritura del proyecto, donde especificó que es una herramienta que funciona, hecha con datos abiertos y gratuitos y donde “cualquiera puede ver las instrucciones y aplicarla en cualquier parte del mundo”. “Ya se puede utilizar y de manera totalmente gratuita”, señala.
Para llegar a este punto, pasaron por el filtro de un jurado de la NASA y, entre más de 1.500 participantes y un mes y medio de evaluación, fueron seleccionados entre los ganadores.
Luego de pasar por todas las verificación y pasos burocráticos, mantuvieron reuniones con empleados de la NASA y las universidades que iban a recorrer. “De manera virtual nos invitaron al Comité de Usos Pacíficos del Espacio Exterior en Viena, Austria, y pudimos exponer nuestros proyectos así”, relata.
Entre agosto y septiembre se dio el viaje. El primer destino fue Alabama y la universidad local. “Mantuvimos charlas con expertos y estudiantes con área de robótica”, cuenta. También fueron al Space Camp, desde donde se organizaron las misiones del Apollo. “Ahí estaban los cohetes y todo lo demás”, narra con un ritmo agitado en la voz.
Tras el paso por Alabama, llegó el turno de Washington. “Tuvimos clases de políticas sociales aplicadas al espacio exterior, visitamos el Consejo Nacional del Espacio (NdeR: National Space Council, órgano dentro de la Oficina Ejecutiva del Presidente de los Estados Unidos), y la sede central de la NASA”, continúa el relato de su travesía.
Como equipo, se encontraron por primera vez en el viaje. Dice que la conexión fue inmediata, con la confianza de conocerse tras largas jornadas de trabajo.
Destaca lo mismo que le resaltaron las autoridades de la competencia: la juventud. “Había muchos jóvenes de menos de 30 años, y nos resaltaban que el compromiso muchas veces ayuda a superar la falta de recursos”, apunta Vildoza, que espera que no continúen los ataques a las universidades nacionales.