Pasadas las tres de la tarde del jueves, cuatro abogados –tres hombres y una mujer– salieron exultantes de la oficina 7079. Enfilaron hacia el ascensor cuatro y se perdieron en el Palacio de Justicia de la calle Talcahuano. Acababan de tener un gran logro: habían conseguido que durante casi cinco horas un juez escuchara a los represores de la última dictadura relatar sus desventuras en las cárceles federales. La hazaña no había sido en solitario: tras una maniobra de fórum shopping, varios fuproceso abiertamente irregularse espera que el juez Martín Yadarola se pronuncie hábeas corpuspretenden que les abran las puertas de los penales para volver a sus casas.