Desde la segunda década del siglo XVI hasta el siglo XVIII, más de 250.000 personas africanas llegaron a Veracruz, donde fueron forzadas a trabajar como mano de obra esclavizada en campos de caña de azúcar, en la pesca, la herrería, el comercio y las tareas portuarias. La presencia de africanos y africanas se convirtió en un componente estructural de la economía y la sociedad. San Juan de Ulúa, con su imponente fortaleza construida con piedra coralina extraída del mar, fue uno de los epicentros de esta explotación. Allí, hombres y mujeres esclavizados trabajaban como estibadores, buzos y cortadores de piedra, bajo condiciones de extrema opresión. El puerto de Veracruz, principal entrada de mercancías entre Europa y América, requería de una fuerza laboral que se enfrentará a las demandas del comercio trasatlántico. Pero en medio de este sistema colonial, surgieron semillas de resistencia que, con el tiempo, germinaron en luchas emblemáticas como la liderada por Yanga.
Yanga, un hombre africano esclavizado que logró escapar de su cautiverio, se convirtió en símbolo de libertad y desafío al sistema escalvista. Junto a un grupo de cimarrones, encontraron refugio en las montañas de la Sierra de Zongolica, donde construyeron una comunidad de resistencia. La historia de Yanga y su pueblo no es solo un relato de supervivencia, sino también de conquista de derechos. En 1630, después de años de enfrentamientos y conversaciones con el gobierno virreinal, se logró el reconocimiento de San Lorenzo de los Negros, uno de los primeros pueblos libres de América. Este territorio, más tarde conocido como Yanga en honor a su líder, marcó un hito en la lucha por la emancipación de los afrodescendientes y la dignidad humana.
La resistencia de los cimarrones y la fundación de Yanga no solo desafió al sistema esclavista, sino que también abrió un espacio para la construcción de una identidad afromexicana. Sin embargo, a pesar de estos logros, el papel de la comunidad afrodescendiente en la historia nacional fue sistemáticamente invisibilizado durante siglos. Aunque las contribuciones de las personas de origen africano fueron esenciales en campos como la agricultura, la pesca, el comercio y la defensa militar, su narrativa quedó relegada en el discurso histórico mexicano.
Hoy, San Juan de Ulúa y Yanga son reconocidos como Sitios de Memoria de la Esclavitud por la UNESCO, un esfuerzo por reivindicar las historias que durante tanto tiempo permanecieron en las sombras. Este reconocimiento, impulsado por el proyecto internacional La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad y patrimonio , no solo honrar a las víctimas de la esclavitud, sino también destacar la riqueza cultural y el rol constitutivo de la población afrodescendiente en la identidad mexicana.
A pesar de los avances, aún queda mucho por hacer para garantizar la visibilización y el reconocimiento pleno de las poblaciones afrodescendientes en México. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de 2015, Veracruz es la tercera entidad con mayor número de personas que se identifican como afrodescendientes en el país. La historia de San Juan de Ulúa y Yanga debe ser un recordatorio constante de que la memoria histórica es esencial para construir una sociedad más justa y orgullosa de sus raíces.
San Juan de Ulúa y Yanga, son símbolos de resistencia y lucha por la libertad. En sus historias se entrelazan el sufrimiento y el coraje, la opresión y la emancipación. Reivindicar su legado es un acto de justicia histórica y un paso necesario para entender que la identidad de México no puede comprenderse plenamente sin reconocer la participación invaluable de la comunidad afrodescendiente.