Después de dos finales perdidas en unos pocos meses, después de un 2023 peleando la permanencia y después de nada menos que 11 años de sequía, Vélez vuelve a ser campeón del fútbol argentino. Lo hizo con total autoridad y no sólo porque lideró la tabla largo y tendido, sino porque en la final disfrazada de última fecha de este domingo lo pasó por arriba a Huracán –el 2 a 0 final tiene mucho de mentiroso– y en simultáneo, a Talleres, que sufría en Rosario ante Newell's.

En tiempos de victorias ajustadas y planteos poco generosos para el espectador, el equipo de Gustavo Quinteros cerró el año con un golpe sobre la mesa. El DT, de amplio y victorioso recorrido en Sudamérica, apostó por nombres propios de mucha calidad y reinventó al equipo en apenas un año. Claudio Aquino con libertad para inventar, Agustín Bouzat rebautizado como volante central, Braian Romero con la confianza renovada, Valentín Gómez liderando la defensa luego de un pase frustrado a Europa. Y, sobre todo, como suele suceder por Liniers, un plantel con mucho, mucho jugador formado en la casa.

Vélez dependía de sí mismo y, como para no dejar en pie ninguna de las dudas que lo acompañaron por estos días de previa, lo pasó por encima a Huracán en esta final por el título disfrazada de última fecha. Pero no es que el equipo de Gustavo Quinteros saliera a comerse la cancha desde el minuto uno, como pidió minutos antes el ídolo local José Luis Félix Chilavert, micrófono mediante y un discurso de guerrero digno de película épica. "No es el Loco ni el Pato, es el famoso Luis Chilavert", le devolvió su gente, como en las mejores épocas del club. Un adelanto de lo que se vendría.

Hubieron algunos titubeos al principio, sobre todo por parte de Carrizo y Pizzini, cada uno por una banda, con dificultades propias de los nervios, como controlar la pelota o dar un pase donde no hay nadie. Pero claro, del otro lado, Huracán lidiaba con problemas mucho más serios: la ausencia total de una propuesta de juego. Bueno, en realidad, tenía una: lateral largo y que alguno la peine a ver qué pasa. Así, lo más peligroso de la visita fue el dron que se metió de imprevisto con una bandera quemera en lo alto del estadio. Duró poquito igual, ahuyentado por los insultos.

Sin apuros propios ni externos -el 0 a 0 en Córdoba no lo ofendía-, Vélez se adueñó del partido y no se puso rápidamente en ventaja sólo porque Hernán Galíndez se mandó una atajada digna de resumen, no de fin de año, sino de la década. El uno del Globo también respondió bien algunos minutos después, pero esta vez Claudio Aquino sí se sacó la mufa y puso el 1-0 del campeón, que se gritó dos veces por la intervención del VAR.

Ya para este momento la figura indiscutida del partido era el central Damián Fernández, reemplazante del lesionado Mammana. El defensor de 23 años se comió entre dos panes a Wanchope Ábila, limpió toda salida  y se recibió de tiempista con varios cruces. Como si fuera poco, apareció en el segundo palo a eso de los 41 minutos para poner el 2-0 y marcar su segundo gol en Primera. Una actuación para el recuerdo del pibe luego de un año de altibajos.

Curiosamente, la versión más aguerrida de Vélez se vio en la segunda parte. Una declaración de intenciones que sentó la melodía para que arranque el baile: posesiones largas, varios chiches de sus atacantes, el "ole" de la tribuna y muchas situaciones de gol. Huracán, que necesitaba hacer tres goles, deambulaba acá por el Amalfitani por estas alturas y si no se retiró goleado, fue un poco por Galíndez y otro porque Vélez arrancó a festejar bastante antes del final.