El caso Kueider, ampliamente informado en este diario y comidilla de todo el periodismo argentino y paraguayo de esta semana, sigue arrojando chispas a diestra y siniestra, sobre todo ante cierto discurso autista del presidente Javier Milei, que parece no ser del todo consciente de la gravedad del caso.
O quizás le sobre audacia para superar el despiporre, que no es pequeño.
Como es obvio, esta columna ignora quién le habrá escrito los textos o apuntes de algunas de sus últimas expresiones, lo cual no es tan importante como sí lo es el contenido de sus palabras, que parecen delatar cierto empecinamiento presidencial en negar datos de la realidad. Lo que por lo menos subraya, y aumentaría, la gravedad del caso.
Y es que la falta de argumentaciones sensatas y veraces para encuadrar el caso Kueider, y asumir o esquivar responsabilidades, para nada indicarían que en los próximos días vaya a amainar el escándalo.
En la Casa Rosada pareciera que se han tomado algunas decisiones un tanto apresuradas, o por lo menos de peligroso espontaneísmo.
Y ya se sabe que las improvisaciones –como las internas– suelen confundir al pueblo cuando son aviesamente mal explicadas y peor publicitadas. Como aquellas que esta columna cuestionó hace exactamente un año, cuando se proclamaba que "Javier Milei había sido votado por la gran mayoría del pueblo argentino". Lo que no era verdad, nunca lo fue, como tampoco fue un error ingenuo.
Está fuera de dudas que el Presidente Milei sí obtuvo la primera minoría de los sufragios en diciembre de 2024, pero no fue votado masivamente como se propagandizó, sino por solamente una mayoría relativa del 40,31% del padrón habilitado para votar. Que no fue poco ni desdeñable, obviamente, pero no daba lo mismo porque en la decisiva segunda vuelta electoral de Diciembre del año pasado casi el 60% –esto es: bastante más de la mitad de la población votante– no lo votó para presidir esta república.
Afirmar al toque y propagandizar lo contrario fue una maniobra –como se escribió en esta columna hace un año exacto– nada inocente. Porque el año pasado, coordinadamente y aprovechando el desconcierto de la población y el rápido exitismo desatado por la euforia supuestamente "libertaria" y por la prensa afín, desde el vamos se manipularon guarismos y porcentajes, esquivándose –en el festival exitista– los conteos verdaderos, claros y precisos que estaban a la mano pero que casi todos los medios obviaron al afirmar, apresurada y exageradamente, que Milei había sido "votado por más del 50% del electorado", lo cual no era cierto.
Y es que en aquel balotage el hoy Presidente recibió exactamente 14.476.462 votos que, aunque no fueron pocos y sirvieron para consagrarlo con toda Justicia, la verdad es que representaron la voluntad de sólo el 40,31% de los 35.912.841 ciudadanos habilitados para votar. Y de los cuales solamente votó el 76% del padrón, siendo uno de los registros más bajos de toda la vida democrática argentina.
Asimismo, en aquella jornada Sergio Massa recibió 11.516.142 votos (el 32,6% del total), mientras que el 1,55% (372.496 votos) fueron en blanco y el 1,62% (390.113) anulados. Ambos guarismos sumaban algo más de otro 3% que tampoco fue reconocido, y números estos a los que cuando se les suma algo más del 23% de abstención dejan claro que por lo menos el 58,77% de los votos efectivamente emitidos no fueron para el candidato Milei.
Sin embargo, terminado el comicio se difundió apresuradamente que Milei había sido "votado por más del 50% del electorado", lo cual no era cierto. Sí era incuestionable su victoria electoral, pero en esa segunda vuelta, o balotage, de los casi 36 millones de ciudadanas y ciudadanos habilitados votaron solamente 27 millones, de los cuales Milei recibió los mencionados 14.4 millones de votos efectivos. O sea que el triunfo electoral de LLA de ninguna manera equivalió al propagandizado porcentaje. Y al contrario, La Libertad avanza recibió muchos menos votos que los que dijeron casi todos los medios, que no hablaron de números sino de porcentajes.
Por cierto, en la primera vuelta habían votado 27.623.920 ciudadan@s efectivos. Lo que indicaba que entonces no votaron 8.288.921 ciudadanos registrados, a quienes no se tuvo en cuenta y se los ninguneó absolutamente.
Sin ninguna duda, el triunfo de Milei fue electoralmente incuestionable, en efecto, pero no fue ni tan holgado ni tan contundente. De donde puede entenderse también que gran parte del pueblo argentino fue engañado y conducido a depresión mediante la astuta manipulación de guarismos a partir de ese domingo de diciembre.
No fue casual que se exageró y sobredimensionó la cantidad de votos con el presumible objetivo de que el legítimo triunfo electoral resultara mayor, aplastante y exagerado, ya que el ganador había recibido muchos menos votos que los que se dieron a entender a la población. ¿Con qué objeto? Deprimir a la flamante oposición y acotar y condicionar la democracia con decisiones muchas veces apresuradas y hasta amenazantes, como en efecto se tomaron durante todo el primer año de gestión.
Por lo tanto, y avanzado el proceso político en medio de chicanas, amenazas y mentiras, corresponde concluir –y que el pueblo argentino lo sepa– que el Presidente Javier Milei no fue votado por "más del 50% del electorado" (aunque sí lo fue por el 40,3% del padrón habilitado para votar) lo que no es poco ni empañó su ascenso a la primera magistratura.
En estos contextos, el caso Kueider puede ser leído, sin dudas, como otra opereta gravísima que enloda al poder republicano. Y en cuyo desarrollo es muy notable el silencio del gobierno nacional, como también se impone a la política la ardua, ciclópea tarea de recomposición de la democracia y de un mejor, más sano y transparente sistema de partidos –en particular el peronismo, el radicalismo y la izquierda– que necesaria y urgentemente deberán cambiar profundamente. Por supervivencia, pero sobre todo por la Patria.