El Pabellón de las Bellas Artes exhibe en "Obra reunida", muestra curada por Eduardo Stupía, una selección de obras del maestro Fermín Eguía, destacado pintor, dibujante e ilustrador acuarelista, que se autodefine como un "romántico -grotesco".

En su infancia, fueron profesores de dibujo de Eguía en la escuela Hugo Pratt y Pablo Pereyra, ilustradores de la revista "El Tony". Eguia leía las revistas de historietas que llegaban a la Patagonia, al campamento de YPF en Comodoro Rivadavia (Chubut) donde residía con su familia: historietas extranjeras, la revista "Intervalo", la revista "El Tony", como así también la enciclopedia "El Tesoro de la Juventud”, que incluía láminas con ilustraciones que maravillaban a Fermín. A los doce años de edad Eguía sufrió un fuerte desarraigo, de considerables contrastes cuando debió mudarse a casa de los abuelos, correntinos y esencialmente gauchescos, en Buenos Aires. Los relatos del abuelo, que le hablaba en castellano y en guaraní, fueron al encuentro de un mundo, inherente al artista, que a lo largo de su trayectoria plasma en su obra de manera inconfundible.

Sumamente creativo, Fermín Eguía abrevó, con sutil percepción y minuciosa observación, en su propia vida, en su realidad y en la naturaleza, los puntos de partida de su fantasía e imaginación, para construir una obra narrativa, y poéticamente autobiográfica, en la que el observador se inserta para explorar e inspeccionar. Tal vez en este "realismo interno" de las piezas de Eguía, capaces de murmurar sus propias palabras al oído, aunque a veces el susurro se transforme en un grito, siempre de magia, resida el irresistible deleite que ejerce sobre el público. La fantasía, y sus diferentes caminos, manifestados con soltura, invitan a seguirlos, a soñar, a proyectarse.

El tratamiento de la luz es esencial en la pintura del maestro. Fuertes contrastes en claroscuro, ponen en evidencia seres amenazantes, monstruos de grandes orejas, y un detallismo que exhibe variados objetos. Su imaginación configura diversos rostros y posturas, la expresión de distintos personajes, que luego lleva a objetos animados, seres desmesurados y fantasmas. Muchos de sus protagonistas son pura boca y nariz, patitas y pinceles, una marca única que simboliza la obra de quien, acostumbrado a jugar según sus propias reglas, deja al espectador ansioso y fascinado a la vez.

Los buzones animados; una mano fantástica que le dice a un grupo que está en la calle "Entren", para que sigan "chupando"; el retrato del vendedor de diarios, "la democracia del kiosco" que alude con revistas de todo tipo: "El arquero empedernido", revistas sionistas, trotskistas, nacionalistas; o "El último trencito de la felicidad", son escenas urbanas que se denotan en el trazo de Eguía y cobran un humor alucinado. En tanto, los peces que se transforman en barcos con cañones en la borda y se destruyen unos a otros en batallas navales, o asumen con cinismo el rol de barcos de paseo venecianos, muestran un lado del mundo, que se relaciona con las series de paisajes del Delta, que el artista abordo durante un periodo en que visitaba el Tigre los fines de semana, o se alojó durante algunos meses.

Quiero agradecer a Eduardo Stupía por su curaduría y su trabajo, a Fermin Eguia y a los coleccionistas privados, por su importante colaboración con sus obras, para una destacada muestra en el Pabellón de las Bellas Artes de la UCA.

* Directora del Pabellón de las Bellas Artes de la UCA, donde se presentó la gran exposición antológica, con curaduría de Eduardo Stupía. Texto escrito especialmente para la muestra, exhibida en octubre del año pasado.


Un creador insuperable

Por Eduardo Stupía *

Toda muestra de Fermín Eguía que pretenda ser lo más abarcativa y representativa posible corre el riesgo de parecer automáticamente incompleta, insuficiente; como si se cumpliera aquel irónico precepto macedoniano: “faltaban tantos que uno más no cabía”. Esto quizás no sea solamente una eventual deficiencia, sino la consecuencia inevitable de la prolífica producción del artista, visiblemente activo desde los años ’70 y desde entonces dedicado copiosamente, y sin pausas, a una laboriosidad tan exhaustiva como extraordinaria en su imaginería, su poesía, su originalidad, su inagotable capacidad de invención, misterio, asombro.

La obra reunida que ahora presentamos gracias a la amorosa receptividad y generosidad de coleccionistas como Sara García Uriburu, Pablo Birger y Colección Galería Francisco Traba, entre otros, puede subdividirse, clasificarse, en ejes diríase temáticos, siguiendo la prodigiosa capacidad escénica del artista. Inmediatamente se imponen sus expansiones y alturas narrativas y metafóricas, su maestría para la fábula y la alegoría, su virtuosismo y su libertad para abordar el entramado mas fino de la farsa y la ternura, la fantasía y la metamorfosis, la sensualidad carnal y la alucinación demoníaca, todo bajo el hechizo de su incandescente brillo creador.

En ese sentido, es insuperable la taxonomía propuesta por Laura Malosetti Costa en su enjundioso y revelador ensayo, seguido de una necesaria cronología, elaborado para el libro-catálogo de la muestra antológica de Fermín Eguía impulsada por Gabriel Levinas bajo el sello de su galería ArteMúltiple, y exhibida en el año 2005 en el Centro Cultural Recoleta. Allí podían leerse ítems como “Transfiguraciones: monstruos y maravillas”, ”la irrupción de lo siniestro”, “La nariz”, “Paisajes y zoomaquías”, “Las ciencias naturales y otros disparates”,” El arte, el artista y los fantasmas”, etc., en una bitácora imprescindible para sumergirnos hoy también en el mejor disfrute posible del derrotero eguiano.

Es así como, en mayor o menor medida, todo el sonido y la furia de esa verdadera fiesta pagana de la imaginación desbordante a la que invita Fermín Eguía vuelve a manifestarse aquí, para que el espectador descubra la obra de este creador insuperable, o se reencuentre íntimamente con ella.

* Dibujante y curador de la exposición antológica que el Pabellón de las Artes de la UCA le dedicó a Fermín Eguía en octubre del año pasado. Texto especialmente escrito para la exposición.