Este 2024 viene siendo un año difícil para la Cooperativa Nadia Echazú. En marzo un temporal les voló el techo y arruinó máquinas y materiales. En menos de cinco minutos habían perdido el trabajo de años. A través de las redes convocaron a la gente para que haga sus aportes y ayuden a la recuperación del espacio. “Se acercaron vecinos y nos dieron una mano, pensábamos que estaba todo perdido pero pudimos reconstruir el techo y rescatar las máquinas”, cuenta Brisa Escobar, presidenta de la asociación desde 2017.
A esto se le suma la hostilidad de un gobierno ausente. El fin de las licitaciones le puso un freno en la producción que venían manteniendo entre las 37 integrantes fijas y otras eventuales. “Cuando hay encargos grandes vienen chicas a colaborar en lo que se llama trabajo golondrina, después pueden elegir si se quedan o no”, agrega Brisa.
Ella está desde los comienzos. Fue hace casi 20 años cuando Lohana Berkins fundó la cooperativa bautizada con el nombre de la activista trans salteña fallecida en 2004. El objetivo siempre fue capacitar a las compañeras trans para darles un oficio y que la calle no fuera la única opción con la que pudieran contar. Brisa llegó de la mano de Lohana y siguió desde ese entonces “Yo vengo de la provincia y como todas estuve en la calle, mi familia me expulsó desde muy chica, pero acá pude encontrar mi lugar”
Ubicadas en el barrio de Crucecita, en Avellaneda, lograron fortalecerse para conformar un espacio único en el que no solo se da lugar a la producción textil sino también hay asesoramiento legal, psicológico y una contención que acompaña a la hora de formarse para alcanzar eso que la sociedad todavía les sigue negando al colectivo: la dignidad a través del travajo (con v corta de trava, claro)
Marcela está en la cooperativa armando unas calzas y unos tops para un pedido que tienen que entregar pronto. Llegó a la Nadia Echazú hace más o menos dos años. Lo hizo porque la llevó otra compañera trans cuando ella trabajaba en la calle. Le gustó y se quedó, encontró un lugar en donde todas estaban pasando por la misma situación que ella, la de la exclusión que las lleva a contar con el trabajo sexual como única opción.
Hoy en día está en pareja y comparte con él la crianza de una nena de 8 años: “Ella viene a la cooperativa y las conoce a todas, aprendió lo que es el respeto y la aceptación”. En estos dos años el espacio la acompañó a salir de la situación en la que estaba y a lograr alcanzar su sueño de formar una familia y tener una casa propia, algo fundamental que les está totalmente negado a las personas en mayor estado de vulnerabilidad.
A pesar de los derechos y conquistas logrados en años anteriores como la ley de Identidad de género y la ley de cupo laboral trans hoy se retrocedieron varios casilleros y el colectivo se encuentra desamparado frente a las políticas de recorte salvaje aplicadas por el gobierno de Javier Milei.
“Incluso hay compañeras que lo votaron creyendo que iba a haber un cambio y ahora están todas arrepentidas” dice Marcela.
Tanto ella como Brisa coinciden en que la calle ya no es lo que era. Si bien siempre se trató de un lugar inseguro en el que ellas estaban enfrentadas a los peligros que implica la desprotección, hoy en día los discursos de odio están avalados por un gobierno que fomenta los ataques a las minorías. “Ahora vienen las chicas y te cuentan que pasa un loco por la calle y te hace cualquier cosa, más que antes” comenta Brisa.
En este contexto de injusticia e inseguridad la resistencia es la única herramienta con la que cuentan las chicas de la cooperativa. “No nos podemos quedar quietas, si no hay trabajo hay que salir a buscarlo, estar en contacto con otras cooperativas, aceptar todo lo que nos llega”, dice Marcela.
Hoy en día la cooperativa se enfrenta a un desafío muy grande, el de poder mantener un proyecto que les dio la posibilidad de sobrevivir con un oficio y alcanzar una vida digna a decenas de compañeras que no contaban con una perspectiva clara de futuro. Son momentos difíciles pero a pesar de todo Brisa se mantiene firme y optimista: “No vamos a cerrar”, afirma.
“Sobrevivimos a cuatro años de macrismo, imaginate que no vamos a sobrevivir a esto”. Además agrega que el espacio es totalmente inclusivo “nosotras aceptamos acá a gays, lesbianas, hombres y mujeres porque no queremos hacerles al resto lo mismo que nos hicieron a nosotras durante años”
Al momento de consultarles qué necesita la cooperativa, las dos resaltan la importancia de que la gente les compre para poder seguir generando trabajo y producción. Ahora que se vienen las fiestas se las puede encontrar de vez en cuando en ferias y también venden por encargo en redes sociales desde el perfil de Instagram.
Es fundamental poder mantener este proyecto, que además de la sede de Avellaneda, el año pasado hayan abierto la Villa 31 y este año otro en Salta. La cooperativa es un ejemplo de que nadie se salva solx y hoy más que nunca son necesarias las redes y la colaboración para mantener espacios como estos.
El viernes 20 de diciembre desde las 15hs, la cooperativa invita al Festival Lohana Berkins: con ronda de poemas, desfile con sus productos productos y el cierre musical. En Sande 410, Avellaneda.
La cooperativa recibe pedidos desde su Instagram o por mail a [email protected]