Ellos se fueron quedando solos de a poco. Cuanto peor les iba, más solos se quedaban. Al principio, cuando eran muchos, gritaban, puteaban, marchaban con sol y lluvia y hasta bailaban en los intervalos de las escaramuzas. Ya no. El miércoles posterior a que les quitaran los medicamentos no pasaban de cincuenta. Marchitos, acorralados por un batallón de policías. 

Según cifras oficiales en la provincia de Buenos Aires hay algo más de dos millones y medio de jubilados que se sumarán a las filas de desesperados parias de la República, azuzados por la pobreza que los empuja ahora a soportar mientras ven cómo se enferman, y llenan los hospitales de la provincia con una patología extraña y perversa: abandono. 

El gobernador Axel Kicillof está jugando varias partidas al mismo tiempo, lo sabemos. Continuar la obra pública sin el presupuesto de la Nación, mantener los hospitales sin el presupuesto de la Nación, intentar recuperar Aerolíneas Argentinas con una plata que la Nación aún les debe y nada indica que vaya a pagar.

En octubre de este año, el gobernador metió una ley para recuperar la jubilación de los empleados del Banco de la Provincia de Buenos Aires, un derecho que les había sido quitado por la ex gobernadora María Eugenia Vidal. Lo había intentado antes y no lo había logrado. Ahora ojalá que sí.

Sobre lo que no tiene poder el gobernador es sobre el incremento nacional de las tarifas. La suba en el costo del gas, de la electricidad y del agua muestran a las claras por qué baja el consumo. Los tres consumos que bajaron más precipitadamente fueron los textiles, la comida, la farmacéutica. De estos tres, los jubilados son víctimas directas de dos. Con la miseria que ganan, primero dejan de pagar la luz, después dejan de pagar el gas y la nueva amenaza de privatización del agua les dice que además les van a cortar el servicio de AYSA. Y claro que tras esto, dejan de comer y de comprar remedios. Los remedios por los que pagaron toda su vida y que de golpe alguien renombró como "medicamentos gratis".

Sabemos que el gobernador Kicillof está jugando una partida matrera que viene de a poco intentando vencer. Hace unos meses decíamos que el Presidente Javier Milei estaba haciendo de una forma sui géneris un bloqueo a la República Argentina desde adentro, alejándonos del BRICS, cerrando posibilidades comerciales con otros países y poniéndonos de la manera más absoluta en las manos de la comandante Laura Richardson y de todo lo que ella representa. Decíamos que el gobernador había conseguido saltar esa trampa negociando con China, con India, con Brasil, de manera autárquica. Sin duda fue una muestra de habilidad. 

La pregunta ahora es como evitará las manos vacías, los ojos vacíos, el estómago vacío, de los dos millones y medio de jubilados que sin duda se sumarán a la fila de desesperados que habitan la Provincia de Buenos Aires. También es cierto que todo el país está así, pero casi la mitad de la población vive en la Provincia de Buenos Aires, donde las necesidades son viejas y urgentes y gracias al auto bloqueo del Presidente Milei, empeoran a ritmo de desastre.

Pareciera que las soluciones son producto de la magia o de la clarividencia, y no lo son. Pero reparar a la velocidad que se rompe es una tarea casi imposible. Y entonces esas soluciones resultan escasas. Y sin duda es desesperante.

Hace un tiempo el gobernador Axel Kicillof había marchado con los jubilados y nadie cree que los haya olvidado, solo que algunos tenemos el deseo profundo de que así como supo saltar el bloqueo encuentre esta vez la forma de esquivar el tratamiento que el gobierno nacional le da a los jubilados. En realidad es un deseo producto de otro deseo, que es evitar los ejércitos de viejos muriéndose en la puerta de los hospitales. Que no lleguemos a tener fotos como las de la covid pero sin covid. Ya hubo suicidios, ya hubo intentos de suicidios. Basta ver los noticieros y escuchar la radio para descubrir el deseo de muerte que hay en quienes llegando a la vejez deberían estar pensando en cómo ser más felices. La crueldad se impone. La perversión se impone. La malicia se impone. 

Ojalá -una vez mas- el gobernador encuentre la forma equivalente de bordear la perversión. De gambetear la miseria planificada desde el gobierno nacional. La Provincia de Buenos Aires, su gobierno, quizá sea la última linea de defensa para evitar que todo se transforme en una escena eterna y repetida, de forma continuada, en una película real de zombis. 

En fin, lo viejos están ahí, esperando quizá la señal, el gesto, la orientación de por dónde ir para lograr esquivar la crueldad