Víctor Hugo Morales analizó este martes en su editorial la denuncia contra el Gobierno de Venezuela, que apunta a que la administración de Nicolás Maduro “secuestró” a un gendarme argentino —entre otros tantos ciudadanos extranjeros— con el presunto fin de “negociar su inmediata salida de Caracas ante una posible crisis institucional”. Después de que en los medios afines al Gobierno circulara esta noticia, reflexionó sobre el contexto en el que ocurren estos hechos.

El editorial de Víctor Hugo Morales

Entre el 13 de junio y el 18 de octubre del 2022, once ciudadanos venezolanos fueron retenidos por la Argentina hasta que se consumó el robo conjunto de Argentina y Estados Unidos de un avión de Venezuela. La Argentina argumentaba la posibilidad de espionaje.

Era un disparate desde el primer momento, pero se mantuvo en esa posición por presión mediática y política. No hubo mediación de nadie del exterior, solo la decisión de Estados Unidos, obedecida por la Argentina, que es un país donde, para cargar combustible a un avión, se necesita el visto bueno del gobierno norteamericano.

La Gendarmería argentina, en manos de Bullrich, fue capaz de la más grande mentira-invención que se conozca cuando armó el suicidio de Nisman como un crimen. Es dable esperar cualquier cosa de una institución que nunca corrigió la infamia de los conductores anteriores.

Un ciudadano argentino que tiene buenos elementos para justificar su viaje a Venezuela y es parte de un andamiaje de esa naturaleza, haría bien en buscar el permiso para su ingreso de otra manera y no llegar por una vía que justamente Venezuela considera peligrosa. Es un país bloqueado, espiado y agredido cada minuto por el poder de la derecha internacional.

La embajada de Argentina fue nocivamente activa durante las elecciones de Venezuela. Desde adentro, se complotó de la peor manera a favor de los candidatos de la ultraderecha y, en esa incalificable osadía, fue muy visible su accionar. La participación fue cerrando los conductos diplomáticos al extremo de la ruptura de relaciones. Los venezolanos acusados por el gobierno tenían muchas embajadas, pero fueron a la de Milei, denunciada entonces por su evidente intromisión.

Los medios que se escandalizan son los mismos que estuvieron todos aquellos meses del 2022 informando sobre los espías que no eran espías y que pedían, por favor, que los dejaran reunirse con sus familias. Finalmente, tras el ultraje, los liberaron, pero habían pasado meses de un cautiverio al que fueron sometidos solo porque eran venezolanos y había que darle placer al gobierno norteamericano.

Como todo recelo, sospecha o prejuicio influye, lo que se impone es una negociación cara a cara de ambos países. Recuperar el diálogo y el respeto, discutir las pruebas que tiene o presume Venezuela, pero no a través de terceros, a los cuales, en todos los casos, se les puede pedir que liberen personas que están en manos de la justicia de cada país con algún tinte político.

En el hábito de golpear a los que protestan en la Argentina o de condenar a cárcel injusta a los manifestantes víctimas de represión, como sucedió recientemente, el gobierno de Milei-Bullrich considera que todos actúan con el mismo estilo. Y eso es lo que hay que determinar dialogando, pero no lanzando a alguna de sus voceras más violentas a clamar por la guerra entre ambos países.