Después de que la semana pasada, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, clamara por instaurar una "economía de guerra" en Europa, que lanzara al viejo continente a una carrera de armamento para seguir apoyando militarmente a Ucrania, este lunes el político holandés se ha visto obligado a reconocer el aprieto real en que se encuentra Kiev y para el que no valen arengas vacías ni golpes de pecho militaristas.

"La situación en los campos de batalla en Ucrania sigue siendo difícil y Rusia está haciendo avances, aunque sean avances graduales, pero, aun así, avances", reconoció Rutte en una rueda de prensa.

Rutte explicó que el invierno en ciernes podría ser "el más difícil" para Ucrania tras la invasión que lanzó Rusia en febrero de 2022 y que ha llevado a la toma por Moscú de cerca de una quinta parte del territorio ucraniano, incluida la península de Crimea, anexionada a la Federación Rusa ya en 2014.

Avance ruso en Donetsk y Kursk

Rusia lleva en estos momentos la iniciativa bélica en la región de Donetsk, donde es inminente la caída de Kurájove, una de las localidades más importantes de esa zona. La captura de esa ciudad daría a los rusos paso expedito hacia Velika Novosilk y al pleno control del sur de Donetsk.

Éste y otros fracasos bélicos habrían llevado al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a destituir al jefe del Grupo Táctico Operativo de la zona de Donetsk que aún controla Ucrania, Oleksandr Lutsenko.

Si el ejército ruso se hace con Donetsk, habrá concluido prácticamente la conquista del Donbás, esa zona del este de Ucrania donde se desató una guerra de secesión en 2014 liderada por fuerzas pro rusas que se ha fusionado con la actual invasión.

La plena conquista del Donbás, que se une a la toma de gran parte de Zaporiyia y Jersón, en el sur, era uno de los requisitos que en junio pasado exigió el presidente ruso, Vladímir Putin, para sentarse a unas negociaciones que ya se piden en voz alta en algunos países europeos y por parte de la Administración entrante en Estados Unidos tras la victoria de Donald Trump en las elecciones de noviembre.

Tampoco van demasiado bien las cosas para el ejército ucraniano en el norte, donde su incursión masiva en la región rusa de Kursk ha visto reducida su ocupación a apenas 500 kilómetros cuadrados, de los 1.300 inicialmente conquistados. Zelenski indicó este lunes que ya están combatiendo en esa zona parte de los 11.000 soldados norcoreanos que Moscú ha incorporado a su ejército.

Destrucción de infraestructuras críticas

A la complicada situación bélica a la que hace frente Ucrania, agravada por el creciente número de deserciones de militares y la imposibilidad de cubrir con tropas de refresco las bajas y el cansancio de casi tres años de guerra, se añaden los gravísimos daños provocados en las infraestructuras energéticas ucranianas por los ataques rusos.

Sólo la semana pasada, "Rusia lanzó cerca de 630 bombas guiadas, unos 550 drones y un centenar de misiles de varios tipos contra Ucrania", afirmó Zelenski en un mensaje de su canal de Telegram. Buena parte de esos ataques golpearon el sistema eléctrico ucraniano después de que lograran evadir las baterías antiaéreas.

Zelenski ha vuelto a reclamar más sistemas de misiles antiaéreos y muchas más armas ofensivas, y tanto la OTAN como la Unión Europea han reiterado su voluntad de seguir apoyando a Ucrania, pero esa ayuda es insuficiente en estos momentos de la guerra.

"Ucrania necesita nuestro urgente apoyo. Todos los aliados deben cumplir con los compromisos hechos en la cumbre de Washington", dijo Rutte en referencia al compromiso de los 32 miembros de la OTAN reafirmado en julio en la capital de Estados Unidos para destinar 40.000 millones de euros anuales al suministro de armas para Ucrania.

Pero ni los retrasos en la aprobación de las partidas de dinero, ni las demoras en el envío y transporte de las armas ni el tipo de armamento despachado, que no siempre es el que reclama Kiev, ayudan a cambiar el curso de la contienda para Ucrania.

Rusia lleva la delantera en ese esfuerzo bélico, con su economía realmente convertida en una maquinaria de guerra, a años luz por delante de lo que quiere ahora hacer Europa con la OTAN a la cabeza.

Según indicó Putin este lunes ante la plana mayor del ejército y el Ministerio de Defensa rusos, Moscú gasta un 6,3% del PIB en defensa, es decir, un 2,5% más que antes de producirse la invasión de Ucrania. El titular de Defensa, Andréi Beloúsov, agregó al respecto que la partida de defensa representa actualmente en Rusia un 32,5% del presupuesto estatal.

"Mentalidad de guerra"

Ante semejante desafío, Rutte insiste en que la UE debe adoptar "una mentalidad de guerra" y apostar por su industria de defensa, blindarse militarmente con más del 2% de su PIB, incluso hasta el 3%, como en tiempos de la Guerra Fría, y reducir, en favor de ese esfuerzo, partidas de gasto actualmente dedicadas a pensiones, sanidad y seguridad social.

Es decir, renunciar al estado de bienestar europeo por una Europa en armas, sin que hasta el momento Rusia o China hayan dado un solo paso que muestre su intención de atacar suelo de la OTAN o de la UE.

En este sentido, Rutte añadió un poco más de confusión: "No, no estamos en guerra, pero desde luego tampoco estamos en paz. Quiero ser claro: no existe una amenaza militar inminente para nuestros 32 aliados, porque la OTAN se ha ido transformando para mantenernos a salvo".

El militarismo europeo en alza

Al final, todo se reduce a una rivalidad en ebullición, con Ucrania como escenario de esa confrontación. Rutte reconoce que hay una carrera de armamento con Rusia y China, y la OTAN “corre el riesgo de quedarse atrás” y eso es "muy peligroso".

Por eso, añadió, es hora de que los ciudadanos europeos "digan a sus bancos y fondos de pensiones que es sencillamente inaceptable que se nieguen a invertir en la industria de defensa". Más claro el agua.

Ese 3% que quiere Rutte del PIB de cada país para fabricar armas y engrosar los ejércitos europeos queda muy lejos del 6,3% ruso, pero ni siquiera aquel porcentaje se alcanzará a medio plazo en la UE, por muy efusivos y cargados de retórica belicista que se pongan Rutte y los halcones europeos partidarios de prolongar la guerra de Ucrania hasta una victoria sobre Rusia. Una victoria que tampoco ocurrirá, salvo que se produzca una hecatombe en el Kremlin.

La incógnita alemana

Porque una cosa es el entusiasmo militarista de Rutte y otra la realidad. Por ejemplo, la de Alemania, el país europeo que más ha ayudado a Ucrania. Su difícil situación económica y política no ofrece optimismo para garantizar que esto seguirá en 2025. Este lunes, el canciller Olaf Scholz perdió una moción de confianza que había presentado ante el Parlamento alemán después de que su Gobierno quedase en minoría.

Scholz convocó elecciones generales anticipadas para el próximo 23 de febrero, un día antes de que se cumplan tres años del comienzo de la invasión de Ucrania. Es de prever que esta guerra sea un asunto central en esos comicios, dado el daño que la contienda está suponiendo para la economía germana.

Aunque Scholz aboga públicamente por seguir ayudando a Ucrania, este voluntarismo casa poco con las dificultades que acosan a su país y también con el riesgo asumido.

Así, Scholz rechaza el envío a Ucrania de misiles de crucero Taurus, capaces de golpear el interior de Rusia. Estos misiles tienen más alcance que los ATACMS estadounidenses y Storm Shadow británicos para cuyo uso Washington y Londres sí han dado su pertinente permiso.

"No haremos nada que ponga en juego nuestra propia seguridad y por eso no suministramos misiles de crucero, una arma de gran alcance que puede tener impacto muy adentro de Rusia. Y desde luego no vamos a enviar a ningún soldado alemán a esta guerra, no conmigo como canciller", dijo Scholz ante el Bundestag.

Con la última frase se refería a los renovados intentos del presidente francés, Emmanuel Macron, y algunos líderes bálticos y centroeuropeos de plantear el envío de tropas europeas a luchar a Ucrania. Moscú ya ha indicado que interpretaría ese paso como una declaración de guerra.

La incógnita "Trump"

En todo caso, las promesas que reiteró Scholz este lunes a Ucrania, realizadas antes de la convocatoria de elecciones generales, podrían quedar ahora en agua de borrajas. Al igual que podría ocurrir con EEUU, el mayor proveedor de armamento de Kiev, cuando Trump empiece el 20 de enero su segundo mandato.

De momento, la semana pasada, en un artículo de la revista Time, Trump manifestó su "oposición firme" al uso ucraniano de los misiles ATACMS de largo alcance contra Rusia autorizado en noviembre por el presidente Joe Biden.

"Me opongo firmemente a enviar misiles a cientos de kilómetros dentro de Rusia. (...) Solo estamos intensificando esta guerra y empeorándola", dijo Trump, quien abogó por alcanzar un acuerdo entre Ucrania y Rusia. El nuevo inquilino de la Casa Blanca ha reiterado en numerosas ocasiones que una de sus primeras decisiones al asumir la Presidencia será detener el conflicto.

De hecho, hace unos días, tras reunirse con Zelenski en París, el presidente electo estadounidense reclamó "un alto el fuego inmediato". Eso sí, sin dar detalles de cómo lograrlo.

Este lunes, Trump volvió a reclamar el fin de la guerra y anunció que se reunirá con Zelenski y Putin en cuanto jure su mandato. Pero tampoco dijo cómo los convencerá para sentarse a una mesa de negociaciones ni qué condiciones obligará a aceptar a cada uno de ellos.