La propuesta poco convencional para los tiempos que corren era que la música volviera a circular por el territorio y no por la red. Fue así que Busso y Legón partieron de gira por toda la Provincia y el país en julio de este año llevando su disco “El umbral de la modorra”. El álbum nunca fue subido a las plataformas digitales. La única manera de escucharlo era acercándose a verlos en vivo. Fue la forma que encontraron para hacerle frente a la situación mortuoria en la que veían se encontraba la música, una apuesta por la vitalidad y el movimiento.
Contra lo descartable
Solistas, se conocieron en un festival de música en Bahía Blanca y decidieron lanzarse como dúo. Busso es oriundo de San Fernando, con un gran recorrido como músico y gestor en la zona norte y Legón, de Saavedra. En ese viaje donde se conocieron, compartieron muchas horas en la ruta y se dieron cuenta de que ambos estaban preocupados por lo mismo: la música se estaba volviendo descartable. Nada alcanzaba y todos los temas quedaban enterrados ante el infierno de las millones de opciones disponibles para escuchar.
Fue entonces que decidieron pergeñar esta apuesta por el encuentro en un año rodeado de hostilidades. Hicieron más de 10.000 kilómetros por toda la Provincia, el país y fueron también a Uruguay. “Terminamos siendo distribuidores de nuestra música de manera física, una especie de “viajantes”. Nos encontramos con ese intercambio que tanto añorábamos”, dice Legón.
Busso agrega que podría haber salido todo mal, porque la gente no conocía lo que iba a ver; no es que iban a encontrarse con artistas de los que ya sabían los temas. Los recitales eran completamente “sorpresa” para el público. “Apostamos mucho a la red. La gente venía porque algunos músicos locales nos ayudaban difundiendo, nos daban como su sello de confianza” dice Busso y Legón reflexiona que la propuesta y su frescura llamaba la atención por sí sola, sobre todo pensando que en muchos lugares de la Provincia no llegan tantas propuestas nuevas de artistas independientes. A uno de los recitales se acercó el baterista de Jorge Drexler y fue una gran emoción, comentan.
La gira la pudieron autofinanciar gracias a la venta de la bitácora que realizaron, donde además de acceder a un link para descargar el disco, se podía leer el diario íntimo del álbum. “El umbral de la modorra” lo realizaron en diez días, encerrados en una casa. Le avisaron a sus allegados que no querían recibir ningún tipo de distracción.
A la vieja usanza
Fueron días de hablar y grabar. Ambos confiesan que la experiencia de estar abocados completamente al proyecto hizo que el disco cobrara solidez y cohesión en tiempos donde reina la dispersión producto de las redes y el multitasking. La bitácora incluía poemas, anécdotas, canciones, partes del proceso de composición y hasta recetas de lo que comieron en esa estadía.
“La bitácora fue más necesaria de lo que imaginamos. Sin esas ventas no hubiéramos llegado a terminar el plan de la gira, porque la nafta aumentó muchísimo entre que nos decidimos y salimos a la ruta”, recuerda Legón.
Además de financiar el viaje con las ventas de entradas y del disco, lo hicieron también brindando talleres. A cada lugar al que iban, además de tocar por la noche, por la tarde generalmente ofrecían un taller, que les permitía conocerse con la gente y los artistas del lugar. Así, lograron tener un espacio más horizontal que el escenario para generar diálogos.
“Muchas personas nos manifestaron que al comprar la bitácora se les armaba otra escena para escuchar el material. Le daban otro lugar y tiempo. Esta cosa de volver del recital, sentarse en el sillón e ir recorriendo las canciones leyendo lo que contábamos de cada una”, dice Busso.
En el viaje notaron que había pocos músicos que no pertenecieran al mainstream girando. “Se perdió la necesidad con la posibilidad de que la música va sola por medios digitales y la verdad la experiencia es muy enriquecedora, porque además de estar en contacto con el que te escucha, que te puede dar una devolución, decir algo, percibir su energía, también está el contacto y la red que se hace con otros músicos que uno no conocería si estuviera en su casa” reflexiona Legón.
“Es una construcción de hormiga. Para nosotros girar también fue una necesidad económica. Una vuelta que le dimos al asunto. Pero no salir de Capital Federal, por decir algo, también te genera un aislamiento. Perdés el contacto con lo que pasa más allá de tu nicho”, agrega Busso.
Ambos sostienen que a partir del viaje se les acercaron varios músicos que tienen ganas de hacer lo mismo. “Tiene que ver con volver a las raíces de la difusión. Muchos músicos también quieren dejar de tener que lidiar tanto con las plataformas, que exigen otro tipo de conocimiento. Tenemos ganas de empezar a aglomerarnos, armar alguna propuesta grupal o de red”, cuenta Legón.
Cuando parten de las ciudades se van sin certezas. No hay un medidor de escuchas como en Spotify. No saben realmente si alguien los escucha una, dos o cien veces y esa incógnita les resulta interesante. El año próximo volverán sobre sus pasos a ver si los recuerdan. Con paso seguro y apoyándose en la paciencia y la lentitud, buscan hacerle frente a la vorágine con la que vivimos en la que todo se vuelve inservible en cuestión de minutos. “Queremos volver a los lugares y tocar los mismos temas. No queremos estar siempre generando nuevo contenido ni volvernos esclavos de la métrica ", cierra Busso.
El año lo cerraron a fines de noviembre en La Tangente, con localidades agotadas y un público entusiasmado que casi coreaba las canciones, a pesar de desconocerlas.
Para enterarse de sus próximos recitales, se los puede seguir en Instagram: @fran.busso y @nicolaslegon.