Mientras el país atraviesa una profunda crisis económica, con jubilados que reciben aumentos cada vez más insuficientes, tarifas de servicios públicos que no dejan de subir y una industria nacional al borde de la quiebra, los senadores nacionales se preparan para un aumento salarial que los llevará a cobrar 9,5 millones de pesos mensuales a partir de enero.

Así, en un país donde los salarios reales de la mayoría se desploman mes a mes y las pensiones se desvanecen, los representantes de la democracia se aseguran de que sus ingresos sigan creciendo sin freno. ¿La razón? La Ley de Enganche, que los mantiene atados a los aumentos salariales de los empleados del Congreso, como si fueran empleados públicos... pero con una pequeña diferencia: mientras el resto de los trabajadores ven sus ingresos erosionados por la inflación, ellos siempre logran mantenerse un paso adelante.

El 31 de diciembre, la resolución que mantuvo congeladas las dietas de los senadores durante el segundo semestre de 2023 caducará y, a partir de enero, los legisladores comenzarán a recibir una suma que seguramente generará malestar entre quienes deben arreglárselas con salarios mucho más modestos. Se trata de 9,5 millones de pesos mensuales, una cifra que pone en evidencia, de manera rotunda, la creciente desconexión entre la clase política y la dura realidad económica que enfrenta la mayoría de la población.

El aumento que llegó para quedarse: ¿quién dijo austeridad?

El aumento de las dietas de los senadores comenzó con un "modesto" ajuste en abril de 2024. Lo que en su momento parecía una medida aislada para "ajustar" los salarios a la realidad del Congreso, terminó siendo una escalada de cifras que dejó a muchos con la boca abierta. La resolución 8/24 aprobada por el Senado estableció que, en lugar de los 1,9 millones de pesos anteriores, los senadores recibirían un aumento que los llevaba a 7,8 millones de pesos brutos mensuales. En ese momento, muchos se rasgaron las vestiduras. Pero, como en una obra de teatro de terror político, a mitad de año ese monto se elevó a más de 9 millones de pesos. Y aún falta.

¿Por qué? Porque el aumento no fue una decisión aislada, sino parte de un sistema de actualización automática basado en módulos, que llevó las dietas de los senadores a niveles estratosféricos, vinculados a los sueldos de los empleados legislativos. Pero no contentos con esta "modesta" actualización, el 1 de enero de 2024, las dietas subirán aún más: 9,5 millones de pesos mensuales.

La (costosa) burbuja de cristal

Mientras la inflación se mantiene alta (112% en lo que va del año), las tarifas de gas, luz y transporte siguen en aumento, y los sectores más vulnerables ven cómo su poder adquisitivo se desvanece, los senadores siguen recibiendo más y más dinero. La desconexión con la realidad es tan obvia como dolorosa: en un país con índices de pobreza que alcanzan a más de la mitad de la población, los legisladores siguen acumulando un sueldo que muchos trabajadores no alcanzarán ni en un año de esfuerzo. El contraste es tan abismal que ni siquiera el ajuste que vive el resto de la sociedad parece conmover a los honorables.

Lo peor no es sólo que el sistema de actualización sigue funcionando como una máquina bien aceitada para asegurar que los senadores siempre estén cómodos. Es que, mientras los jubilados reciben aumentos miserables, por debajo de la inflación, y los trabajadores del país se ven forzados a enfrentar la creciente precarización laboral, los senadores parecen ser inmunes a la crisis. Como si vivieran en una burbuja, los aumentos salariales son casi automáticos, y, al parecer, no tienen intenciones de modificarlo.

¿Congelar las dietas? "No soy quien toma las decisiones", dijo Villarruel

Cuando la vicepresidenta Victoria Villarruel, quien preside el Senado, intentó poner sobre la mesa la posibilidad de prorrogar el congelamiento de las dietas, la respuesta fue un rotundo "no". Durante una conferencia de prensa, Villarruel comentó que había solicitado que el tema se incluyera en el temario de la última sesión, pero no tuvo éxito. "Espero que los senadores lo traten, porque no soy senadora, no soy quien toma las decisiones", dijo con cara seria, como si el dilema de los aumentos salariales fuera simplemente un tema de orden interno del Senado y no una cuestión que involucra a toda la sociedad.

¿Congelar las dietas? La respuesta política parece clara: no. A menos que se logre un acuerdo en el que la dieta no se actualice de acuerdo con la inflación, el Senado se prepara para seguir sumando cifras estratosféricas, al margen de las necesidades de una población cada vez más empobrecida. Los jefes de bloque, por su parte, se niegan a priorizar un ajuste que respete la realidad económica de las calles. Mientras tanto, los senadores seguirán haciendo lo que mejor saben hacer: aumentar sus propios sueldos.

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