Mañana cumplen 38 años de enamoradas. Toda una hazaña, para estos tiempos de amores líquidos. Y llevan 7 de casadas. Con papeles y todo. Fueron la primera pareja de mujeres en contraer casamiento en el país y en Latinoamérica, con un amparo judicial, antes de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, como parte del activismo LGBT que logró esa histórica sanción. A lo largo de sus vidas, tuvieron que vencer sus propios prejuicios y desafiar la educación católica que impone otras formas de amar, para defender su identidad sexual y estar juntas. Hoy con 75 años, Norma Castillo y Ramona “Cachita” Arévalo enfrentan otra batalla: el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires las está por desalojar de la casa donde viven y armaron uno de los pocos centros culturales del barrio de Parque Chas, El Socavón, que alberga talleres de cerámica, herrería, carpintería, literatura, guitarra y canto. Alquilaban la propiedad, pero su dueña murió sin dejar herederos y pasó a ser propiedad de la Ciudad. El desalojo ya tiene sentencia firme de Cámara y podría concretarse por la fuerza la semana próxima.
“El gobierno porteño no quiso llegar a ningún acuerdo. No le quiere prestar la casa ni dejarlas morir ahí”, contó a PáginaI12 la defensora oficial, Fernanda Adriana Muñoz, que las está asesorando legalmente. Cachita está muy enferma, con una dolencia cardíaca. “Pedimos que nos den más tiempo para poder conseguir un lugar donde quedarnos tranquilas”, contó a este diario Norma, que dos años atrás fue declarada Personalidad Destacada de los Derechos Humanos de la Ciudad.
Las dos mujeres cobran la jubilación mínima. Norma restaura muebles. Cachita apenas puede moverse. La casa antigua, con patio cubierto, que es hogar y centro cultural, está ubicada en Bucarest al 1400, en Parque Chas. No tiene número en la puerta: se distingue por un mural de carnaval de Oruro y una imagen de Milagro Sala. Ahí el matrimonio tiene su dormitorio, un baño y una cocina precaria. Cuando llegaron, en 2006, era un nido de ratas y lo fueron transformando en el lugar cálido y acogedor que es ahora.
El problema surgió después de que la dueña de la casa falleció sin dejar herederos y el inmueble pasó a ser propiedad de la Ciudad, que les inicio un juicio de desalojo. La sentencia quedó firme el 11 de febrero de 2016. En primera instancia intervino el juzgado nacional en lo Civil 96. Después, la Sala I de la Cámara Civil. En el juzgado les advirtieron que se vayan antes de que les manden la fuerza pública, un procedimiento que estaría previsto concretarse la semana próxima. Pero ellas se resisten a irse. El viernes, en rechazo al desalojo, está previsto pasar en El Socavón la película “Juntas” que narra la historia de Norma y Cachita.
Ayer, Norma, su defensora oficial, y Greta Pena, presidenta de 100% Diversidad y Derechos fueron recibidas por el director de Convivencia en la Diversidad del gobierno porteño, David Cohen. “Le pedimos que demore el desalojo hasta que constituyamos una mesa en la que estén representados las áreas de Derechos Humanos, Adultos Mayores, Diversidad, Cultura y el Instituto de la Vivienda. Estamos expectantes a que se encuentre una solución. Además, vamos a presentar un amparo”, contó Pena. Distintas personalidades, como Taty Almeida, se han acercado para expresarse contra el desalojo. También hay una página de Facebook con apoyos a la pareja y a la continuidad de El Socavón.
La primera vez que se vieron fue a principios de los ‘70. “A Cachita la conocí en marzo del ‘71 por intermedio de Julio, mi marido. Ella era la mujer del primo de mi esposo y vivía con él en Uruguay. Cachita llegaba con su marido de visita a la Argentina, para luego radicarse definitivamente en Colombia, que era el país natal de mi esposo. En aquel momento yo tenía 28 años, hacía muy poco tiempo que me había casado y vivía en La Plata. Así fue la primera vez que nos vimos y no volvimos a hacerlo hasta el ‘77, cuando con Julio nos fuimos a vivir al pueblo donde ellos estaban”, recuerda Norma. Habla de su esposa y se le llenan los ojos de luz. Dice que si en aquel momento le hubieran dicho que entre ellas “iba a pasar algo”, se caía redonda.
La dictadura militar la empujó a Norma al exilio. Estudiaba en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, trabajaba en el Hospital de Niños de esa ciudad y militaba en la agrupación Florentino Ameghino. La detuvieron dos veces, antes de dejar el país. Tenía 35 años cuando llegó con Julio a Puvijay, en Colombia.
Norma contó que se dio cuenta de que le gustaban las mujeres antes de partir, cuando una amiga la interpeló en ese sentido. Pero ella siguió con su marido, hasta que falleció, en 1992. Ya entonces había descubierto el amor por Cachita, que se había separado y terminó viviendo con ellos. Norma era directora de Cultura en el pueblo y Cachita cerrajera. Vivieron durante casi dos décadas su romance en la clandestinidad. Pusieron juntas una discoteca gay en Barranquilla, Colombia, y formaron en ese país parte del movimiento por los derechos de las personas LGBT. En 2003 volvieron juntas a Argentina, vivieron unos años en Corrientes, y luego se instalaron en Buenos Aires, donde finalmente se casaron en 2010, antes de la sanción de la ley de matrimonio igualitario, para empujar su aprobación y “para que nadie tenga que pasar por lo que sufrimos nosotras”, apunta Norma. “Seguimos tan enamoradas como el primer día”, cuenta, y los ojos le vuelven a brillar. El mayor temor es que las separen: en el juzgado que tiene que ejecutar la sentencia les advirtieron que a Cachita podrían trasladarla a un hospital y a ella, dejarla en la calle.