“Si el festival tenía como objetivo mostrar este cine y este cine ya llegó a las salas, ¿sigue teniendo sentido? Yo creo que sí, porque es importante crear lugares para nuevos cineastas y además creemos que este también necesita públicos nuevos”. Así reflexiona Pablo Sapere, programador del festival Buenos Aires Rojo Sangre, cita ineludible desde hace 18 años para los amantes del cine de género (terror, suspenso, fantástico, bizarro y tal). El BARS tendrá su función inaugural para invitados hoy, con la proyección de Jeepers Creepers 3 (de Victor Salva) y abrirá sus puertas al público a partir de mañana. Las proyecciones y charlas se extenderán hasta el 10 de diciembre en dos complejos: el Multiplex Lavalle (Lavalle 780) y su homónimo de Belgrano (Vuelta de Obligado 2199) a precio módico (50 pesos por función) y con la visita estelar del director y guionista norteamericano Mick Garris, creador de las series Masters of Horrors y Fear Itself, y frecuente colaborador en las adaptaciones televisivas de la obra de Stephen King.

Fiel a su estilo, el BARS propone una visión amplísima del cine de género tanto nacional como internacional. Entre las argentinas destacan Los olvidados (hermanos Onetti), Aterrados (Demián Rugna), Mirada de cristal (Ezequiel Endelman, Leandro Montejano), Mala vida (Mad Crampi, Fernando Díaz), el documental Culto al terror (Gustavo Mendoza), Perra negra (Gustavo Postiglione), Clementina (Jimena Monteoliva) y Malvineitor (Pablo Marini). También habrá estrenos internacionales, como la multipremiada Thelma (Joachim Trier, Noruega), la franco-española de La piel fría (Xavier Gens, sobre la novela de Albert Sánchez Piñol), The Endless (Justin Benson, Aaron Moorhead, de Estados Unidos), y la esperadísima Guardians (Sarik Andresyan, de Rusia). Además, este año el BARS hizo una alianza con Purga.tv, una plataforma de video on demand especializada en terror. El CineClub La Cripta, en tanto, ofrecerá una sección especial de clásicos británicos en 16mm. En un encuentro con Páginai12, Sapere y el director del festival, Gabriel Schipani, analizaron la actualidad del cine de género en el país, ante un festival que celebra su “mayoría de edad” con su decimoctava edición.

Pablo Sapere: –El festival viene como siempre con un montón de dificultades de las más variadas índoles y también buenas formas de resolverlas. Este año tuvimos el modesto golpe de que cerró el cine Electric, donde lo veníamos haciendo los últimos años y que era una especie de anexo del viejo Monumental. Ahí nos daban casi las llaves del cine, copábamos las tres salas, el hall, todos los espacios. Frente a una dificultad, tratamos de no achicar el festival, sino asumir el desafío de probar en un barrio distinto, en una tercera sala que es más grande que las otras con la perspectiva de seguir creciendo, de llegar a un público que por una cuestión de distancia o lo que sea no va al Lavalle.

–Igual el BARS tiene un público muy fiel.

Gabriel Schipani: –El BARS tiene su público como el terror tiene un público. Pero por primera vez al hacer una doble sede, más allá de eso siempre es bueno intentar conseguir más público. Hay que adaptarse a todo, pero no achicándose, mantener o agrandar. Cuando nos agrandamos o expandimos, en forma moderada, porque capaz haces una expansión enorme y te sale tan mal que no podés volver atrás, o te consume un montón de tiempo recomponer lo que tenías.

P. S.: –Esto considerando que es un festival independiente. No es que tenemos infinidad de recursos. Si algo salió mal, esa plata se pierde. Buena parte del dinero que usamos para financiar este año tiene que ver con el éxito del año pasado. Y si este año nos va muy mal, es un problema para el año que viene.

–Los festivales en Argentina vienen bastante apaleados por la situación del Incaa y el contexto económico, ¿cómo están ustedes?

G. S.: –Sufrimos lo que todos, pero no llegamos al punto de no hacer la edición o achicarnos a nivel extremo, como les pasó a otros. Con vaivenes, hemos mantenido los subsidios del Incaa y eso nos permitió cierta estabilidad. Con más dificultad y demora, pero la plata llega. 

–Uno de los motivos originales para crear el BARS fue darle pantalla a quienes no la tenían, ¿cómo está el circuito, 18 años más tarde?

G. S.: –En el 2000 había pocas producciones y no tenían pantalla de ninguna índole. Terminaban en los livings de los que las habían hecho. Ahí el festival era un marco de contención para un cine que era marginal y menospreciado. Te decían que era algo menor o “un cine para los yanquis”. Y eso era consecuente con los resultados. Alguien te está mirando se estrenó comercialmente en 1988. El siguiente estreno comercial de género fue Visitante de invierno en 2008. Veinte años de nada. Y no era que nadie presentaba proyectos, sino ese pensamiento.

P. S.: –En esos veinte años estuvieron Daniel de la Vega, los chicos de Farsa y muchos más, una cosa muy burbujeante y explosiva, pero fue una labor de hormiga lograr que ese cine pudiera ser considerado dentro del Incaa. Ahora ese cine forma parte. Hay estrenos todos los años. Los que forman parte de la historia del festival ya son parte del circuito comercial.

G. S.: –El festival fue motor de todo ese crecimiento. A partir del BARS, el género empezó a ser visible y aparecieron un montón de películas que llevan a que el Incaa incorpore estas producciones, dé subsidios, créditos, que haga Blood Window. Es gracias al BARS que el terror, logra tener una continuidad, un avance y hoy por hoy esta estabilidad de estrenos comerciales todos los años y otro montón de películas que se hacen al margen del Incaa y que tienen su lugar de exhibición aquí.

– ¿Hay diferencias estéticas entre las películas subsidiadas por el Incaa y las que no?

P. S.: –Estuve hablando con distintos productores y si bien que venga el Incaa y ponga plata es buenísimo, también implica limitaciones. Ahora cambió, pero antes una vía de las chicas alcanzaba para hacer una película en una locación con cuatro actores. Porque es un fangote de plata, pero cuando empiezan a intervenir otros factores, se te va todo. En cambio, ves Daemonium, hecha completamente a pulmón y entre la cantidad de actores, locaciones y demás decís “esto es una locura de plata”, pero costó 150 veces menos, porque a veces el subsidio es un peludo de regalo. Más allá de que es importantísimo, porque en última instancia es laburo para un montón de gente.

G. S.: –El subsidio supone legalizarla y la posibilidad de estreno. Pero si lo analizás visualmente, muchas películas del Incaa por ahí pierden contra unas pocas de las independientes. Luego hay muchas independientes hechas con tres mangos y eso se nota. Pero es una limitación que por ahora no tiene mucho asidero. Cuando empezamos con películas en VHS sí se notaba la diferencia. Pero con la llegada de lo digital, cualquiera que le ponga empeño puede obtener buenos resultados.