Al norte de Umbría, entre colinas que parecen salidas de un cuadro renacentista, se extiende una franja de apenas 3 kilómetros cuadrados que, por más de tres siglos, fue una república independiente. Este lugar, llamado Cospaia, es ensalzado por algunos libertarios como un modelo de autogestión sin Estado. Pero lo cierto es que su independencia no fue el resultado de un elaborado plan libertario, sino de un error geográfico y un golpe de suerte.
Cospaia fue la excepción a toda regla: no tenía impuestos, no había ejército ni policía, y sus habitantes decidían todo en asamblea. ¿Cómo funcionaba una sociedad así? La respuesta es sencilla: a través del contrabando de tabaco y la dependencia de ciudades vecinas. Un modelo de libertad que, en realidad, era mucho más precario y dependiente de lo que sus defensores admiten.
Error con suerte
La historia de Cospaia comienza en 1440, cuando Florencia y los Estados Pontificios trazaron mal el límite de sus territorios al dividirse tierras mediante un arroyo conocido como el “Río”. Ambos estados asumieron que el otro se había quedado con la pequeña franja de tierra que quedaba en el medio, y los habitantes locales, sin esperar a que se aclarara la situación, decidieron proclamar su independencia.
Así nació la República de Cospaia, un experimento libertario único en su tipo, sin rey ni gobernante, donde cada habitante era su propio soberano. Su lema, Perpetua et firma libertas (“Libertad eterna y duradera”), aún adorna algunas de las piedras del lugar, como testimonio de esta extraña república.
El tabaco
El verdadero secreto de la prosperidad de Cospaia no era su libertad ni su autogestión, sino el tabaco. En una época en la que el cultivo estaba prohibido en todos los Estados que hoy conforman Italia, Cospaia se convirtió en un refugio para su producción y contrabando. Mientras sus vecinos sufrían las estrictas regulaciones de Roma, los cospaiesi hacían negocios con comerciantes que deseaban escapar de los impuestos eclesiásticos.
Este contrabando convirtió a Cospaia en un paraíso para mercaderes y criminales, más parecido a un paraíso fiscal moderno que a una utopía libertaria. Los beneficios económicos, sin embargo, no se tradujeron en mejoras para los habitantes. No había escuelas, hospitales ni caminos. Los cospaiesi dependían por completo de los servicios de las ciudades vecinas, demostrando que su supuesto modelo de autogestión no podía sostenerse por sí mismo.
Democracia o caos
Las decisiones en Cospaia se tomaban en asambleas abiertas, donde todos los habitantes tenían voz y voto. Si bien esta estructura podría parecer avanzada para su época, en la práctica, era más una improvisación continua que un sistema político sólido. Las disputas se resolvían según quién gritara más fuerte o según los acuerdos entre las familias más influyentes.
Además, la falta de leyes claras y de una estructura de poder centralizada generaba una libertad que podía convertirse en caos. Sin embargo, esta informalidad también evitaba grandes enfrentamientos internos, ya que los habitantes estaban más interesados en comerciar que en gobernar. En 1826, después de siglos de autonomía, Cospaia dejó de existir. Catorce familias acordaron ceder el territorio a los Estados Pontificios a cambio de una moneda de plata.
¿Un modelo libertario?
Los libertarios suelen mencionar a Cospaia como un ejemplo de cómo una sociedad puede funcionar sin Estado. Pero al analizarlo más de cerca, queda claro que su éxito fue más un accidente geográfico y económico que una prueba de los principios libertarios.
Cospaia no era un ejemplo de autogestión ni de independencia plena. Era una sociedad parasitaria que vivió gracias a las restricciones de sus vecinos. Sin contrabando ni la protección implícita de los estados vecinos, su modelo no habría durado.
Es más honesto decir que Cospaia fue una curiosidad histórica, un caso excepcional que muestra los límites de la libertad extrema cuando se enfrenta a las necesidades de una sociedad compleja.
*Economista y autor de Experimento Libertario.