Semanas atrás leí una nota que decía: “Chile está en camino a la regulación de la psilocibina” Y me pregunto, ¿nosotros podremos también?
La psilocibina es uno de los componentes activos de los hongos psilocibios, comúnmente denominados hongos mágicos. A estos y a otras sustancias llamadas psicodélicas, se las está investigando en el campo de la salud en general, pero sobre todo en la salud mental.
Algunas de las patologías en estudio para ser tratadas por psicodélicos son: depresión, ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo, ansiedad y depresión en enfermos terminales, migraña, autismo, dolor crónico, trastorno por déficit de atención, trastorno por estrés post traumático, déficits cognitivos, disfunción sexual, trastornos alimentarios y adicciones. Y cada vez hay más cuadros o enfermedades que se suman a la lista.
Los psicodélicos son un tipo especial de sustancias psicoactivas (es decir, con mecanismo de acción en el sistema nervioso central), que producen cambios cualitativos en la percepción, conciencia, memoria, estado de ánimo y comportamiento. No solo se limitan a potenciar o inhibir las funciones mentales, sino que crean una forma de percepción y consciencia diferente.
Si bien algunos los conocen o nombran como alucinógenos, estas medicinas no provocan verdaderas alucinaciones, salvo en estados patológicos o en intoxicaciones. Son sustancias seguras, con dosis letales estimadas en más de 1000 veces las dosis terapéuticas. Esto no implica que, como toda sustancia, no pueda tener interacciones tanto físicas, psíquicas como farmacológicas, de riesgo. Pero, en los ensayos clínicos actuales, donde se realiza una extensa evaluación y hay criterios de exclusión bastante estrictos, no ha habido efectos adversos graves.
Es interesante recordar que también se las llama Enteógenos, que está formado por las palabras griegas éntheos que significa que tiene “un dios dentro", "inspirado por los dioses", y génos que quiere decir "origen, tiempo de nacimiento". De hecho, muchas personas lo experimentan como un renacer. No solo por la experiencia per se, sino también por las modificaciones o las posibilidades de cambio que generan.
Por ejemplo, se “proponen” como uno de los “remedios para la desconexión emocional”, ya que sensibilizan y amplifican emociones, conectan. La desconexión emocional, diría yo, es uno de los grandes males de la época. Estamos permanentemente bombardeados de información y de estímulos, por lo que, a modo de defensa, debemos desconectarnos un poco. Luego, en ciertos cuadros psicopatológicos, para dejar de sufrir y poder tolerar la realidad, muchas personas requieren de ciertos medicamentos que los desconecten, que alejen ese dolor o emoción, para poder tolerar la vida.
Otro de los grandes males de la época es la sensación de soledad, que se suma a las sensaciones de no pertenencia, de no encajar en la sociedad o no cumplir las expectativas desmedidas de felicidad o éxito que se plantean, es decir, la famosa hiperexigencia. Volviendo a la sensación de soledad, la mayoría de las situaciones de trauma se generan cuando la persona se siente sola en una situación traumática; donde no puede irse, pedir ayuda, hablar de lo que siente. Algo observado con estos abordajes es el mayor acceso a memorias traumáticas que, por lo general, se encuentran encapsuladas por las defensas habituales porque normalmente las personas evitamos el dolor.
Esto, acompañado de un abordaje psicoterapéutico que ayude a integrar esa información (sumado a la reconexión emocional) aprovechando esa ventana de flexibilidad cognitiva, de mayor apertura a nueva información, de mayor escucha, con una mirada más piadosa, comprensiva y amorosa, hace que podamos trabajar nuestra historia y nuestros vínculos de otra manera y volver a conectar con lo que nos hace bien.
También se encontraron “efectos prosociales”, donde se genera un “cambio” a dejar de prestar tanta atención o procesar información “negativa o de exclusión social”. Esto va a ser fundamental para ayudar a las personas con depresión, ansiedad y trastornos adictivos, entre otros, a poder reconectar con su ambiente para dejar de sentirse solas. Eso es uno de los pilares fundamentales de lo que se considera una recuperación completa de una “enfermedad psiquiátrica”.
Además se genera un cambio en los modos usuales de funcionamiento cerebral, dando lugar a mayor comunicación entre redes neuronales y otros cambios en otras redes, como la red neuronal por defecto (DMN, red que está activa cuando estamos en reposo, sin utilizar nuestra atención en realizar alguna actividad). Esto genera nuevas formas de funcionamiento, con mayor capacidad de estar en el aquí y ahora, en vez de estar presos de los patrones rumiativos que tanto daño hacen.
Esto que nombro, son solo algunas de las situaciones observadas. Desde ya que no son siempre positivas, pero es la posibilidad de cambio, lo que le da características de algo inverosímil por momentos y se genera la idea popular de una especie de “magia”, que le da una impronta de pseudo ciencia. Sin embargo, con gran esfuerzo de parte de muchas personas se está tratando de corregir. Es decir, lo que se busca ahora es juntar evidencia que explique lo observado hace miles de años. Porque como sabemos, el uso de los psicodélicos es histórico.
Para ir concluyendo quiero decirles que estamos frente a una pandemia de salud mental, no me canso de decirlo. Cada vez más personas sufren o están en crisis y requieren ayuda. Una de cada ocho personas en el mundo padece un trastorno mental (OMS, 2022).
Es importante que podamos, como sociedad, observar lo que está sucediendo a nivel global. En varios países se están generando cambios regulatorios que acompañan las necesidades actuales, entendiendo que, con las tecnologías actuales, incluyendo los medicamentos convencionales, muchas personas continúan padeciendo enfermedades que generan mucho sufrimiento y deterioro. Es por eso que, a nivel internacional, se están dedicando tantos recursos en investigación.
Estas medicinas significan una revolución en salud en general. Promueven que las personas se conecten consigo mismas, es decir, que sientan más. Si yo siento más, me doy cuenta de lo que necesito y lo que me hace mal. Las personas reportan hábitos más saludables y esa mayor conexión con uno mismo mejora las conexiones con los demás. Por ejemplo, con sus vínculos primarios, entendiéndose como la raíz de la mayoría de las dolencias de los humanos. Y que, con un enfoque terapéutico adecuado —en mi caso, la Terapia Vincular Familiar, que busca reparar los vínculos, comprenderlos y cultivar una mirada piadosa y compasiva hacia uno mismo y hacia los demás—, es posible generar cambios radicales: transformar creencias, salir del sufrimiento y el aislamiento, y buscar una mayor socialización.
También se observa mayor disfrute, creatividad, espiritualidad, consciencia, propósito de vida y por sobre todo esperanza. Esperanza de que, realizando cambios, buscando ayuda y pensando de forma más amplia, la existencia puede ser un poco más amable, amorosa, es decir, aunque suene cursi, estamos hablando de amor.
*Médica especializada en psiquiatría y clínica médica. Investiga el uso de sustancias psicodélicas con fines terapéuticos y medicinales.