Imagínese que usted es un creyente devoto y llega al Paraíso, ese invaluable penthouse con un jardín donde los niños juegan con leones y los leones comen pasto, como en las ilustraciones de esas revistas que usted recibe todas las semanas.

Imagínese que a sus seres más queridos (su esposa, su amante, su madre, su padre o sus hermanos) les toca el Infierno solo por no haber rezado lo suficiente, por