En sus textos, Jorge Luis Borges se enfrenta al infinito, que es lo imposible de alcanzar. Infinito es el nombre de lo real con el que se encuentra consigo mismo. Hay un vacío, una nada, que el escritor trata de circunscribir. Si no puede llegar al infinito, al menos puede tratar de trazar sus contornos. En Borges la escritura apunta a bordear el agujero en el Otro.
Por un lado, Borges sigue el hilo de la lógica. Lacan hizo de la lógica "el único camino a través del cual hay acceso a lo real". Tenemos que pasar por la lógica para identificar lo que no se puede escribir. A Borges le fascinan la lógica y las paradojas. Dedicó varios textos al Aquiles y a la tortuga de Zenón. También se inspira en la paradoja de los conjuntos. Una de las ilustraciones de esto viene dada por la paradoja del bibliotecario que encontramos en "La biblioteca de Babel".
De acuerdo con esta paradoja, un bibliotecario elabora una lista de catálogos que se contienen a sí mismos y la de catálogos que no. Una vez elaborada la lista de catálogos que no figuran en ella, se pregunta si debería mencionarla en la lista. Si no lo hace, esta lista se convierte en un catálogo que no se menciona a sí mismo y debe incluirse en la lista. Si menciona la lista en la propia lista, esa lista se convierte en un catálogo que se menciona a sí mismo y no debe aparecer en dicha lista. En resumen, tan pronto como queramos coser el agujero en lo simbólico, damos vueltas en círculos. Russell trató de resolver este imposible con su teoría de los tipos, que se basa en el metalenguaje distinguiendo varios niveles, el elemento y el conjunto (el conjunto de catálogos no es un catálogo).
Es sobre el metalenguaje de lo que trata “La biblioteca de Babel”. La biblioteca en cuestión, inmensamente vasta, si no infinita, contiene todos los libros, fruto de la permutación absurda de los caracteres ortográficos. Borges no llega a la conclusión de que exista un catálogo de catálogos que permita conocer y localizar todas las obras. Más bien, propone hacer que tal objeto sea inexistente (o al menos inencontrable), descubriendo así un punto de lo imposible en el corazón del Otro. La biblioteca de Babel es paradigmática del uso de la lógica por parte del escritor para definir un real que demuestra que no se puede escribir.
Frente a lo real del infinito, Borges también convoca a la letra. El cuento El Aleph es el mejor ejemplo de esto. Esta vez, lo real se escribe. El Aleph es una pequeña esfera de cristal que contiene el universo, incluido su observador, y lo muestra todo en un instante. Aleph es “el lugar donde se encuentran todos los lugares del universo, sin confundirse, vistos desde todos los ángulos”. Aleph es una referencia a Cantor. El narrador, que ha visto el aleph, vacila ante este infinito actual. ¿Cómo se escribe la infinitud de las cosas y de los seres? Evoca el “centro inefable” de su historia, la imposibilidad de transcribir la instantaneidad del todo a través del lenguaje sucesivo. Borges usa una letra, aleph, para decir lo imposible para decir lo infinito.
Por lo tanto, Borges llama a una escritura lógica para definir la existencia de un imposible de decir. Y con la letra fuera de sentido, señala el agujero en la lengua. Babel y Aleph son las dos grandes aproximaciones a lo real de Borges: por un lado, lo real como remanente de la escritura, y por el otro, lo real que se escribe en una letra.
*Publicado en el Blog Psicoanálisis Lacaniano, el 15/12/2024.