"Ese día de 2001 no había bombos. La alegría no circulaba como en otras movilizaciones, nadie cantaba ni saltaba. Se respiraba otro clima y a todos se los veía contenidos. Como si guardaran energías que pudieran llegar a necesitar para algo más importante y vital. Los rostros de las personas que estaban frente al edificio de la municipalidad de Mar del Plata eran adustos. En algún momento del mediodía, los manifestantes resolvieron hacer una sentada en la esquina de avenida Luro e Hipólito Yrigoyen.
A una cuadra, sobre la misma avenida, se veían dos carros de asalto de la policía bonaerense. Los efectivos ya habían bajado y estaban en fila, con los cascos puestos y los escudos preparados, y seguramente con algo más. (…) El grupo de policías decidió avanzar por Luro y se parapetó a unos pocos metros de la sentada, en actitud desafiante. Se podía ver al comisario Impari dando las órdenes en persona. Esa mañana había salido por los medios de comunicación diciendo que haría cumplir a rajatabla el estado de sitio emitido por el presidente. Estaban conculcadas las garantías constitucionales y él estaba dispuesto a mantener la tranquilidad. A como diera lugar, había agregado en tono amenazante.
Mientras tanto, seguían llegando personas que se sumaban a la pacífica sentada.
¡Si este no es el pueblo, el pueblo donde está! -cantaban las poco más de doscientas que allí se congregaban.
Hasta que el comisario dio la indicación de dispersarla. El muro azul se movió con lentitud portando palos que se asomaban por encima de los escudos. Los de abollar ideologías, como los había llamado Quino en su célebre Mafalda.
No se van a animar a plena luz del día, además no estamos haciendo nada malo –argumentó alguno inocentemente.
A los pocos segundos, el muro inició la carga. Ya tenían ubicados a los referentes de la protesta, e intentaron detenerlos. Varios se pusieron a forcejear contra los efectivos. Los palos abollaban las cabezas de hombres y mujeres que solo usaban sus brazos y manos para tratar de defenderse, hilos de sangre podían verse en algunos rostros. Los gases lacrimógenos hicieron su entrada en escena y empezaron las corridas. Después volaron algunas piedras. Minutos después la policía logró desalojar la calle contigua a la municipalidad.”
(Fragmento mi novela “Al costado de la ruta”, publicada el año pasado).
El 20 de diciembre del 2001 en Mar del Plata hubo una fuerte represión frente a la Municipalidad y a la actual estación ferroautomotora, donde se habían congregado organizaciones de izquierda. Al menos ese día, la maldita policía bonaerense tuvo el buen tino de no usar balas de plomo, como sí ocurrió en CABA y en Santa Fe. Por eso no hubo que lamentar muertos.
Veintitrés años después, uno de los detenidos ese dia, Daniel Barragán, entonces secretario General de la CTA, cuenta: “Ese día fue el punto más alto de un largo proceso previo de luchas. No fue espontáneo, aunque no haya estado nada organizado con premeditación. De hecho la conducción nacional de la CTA no había convocado a movilizarse ese día. Quiero decir que no fue una anomalía, sino una consecuencia natural que derivó incluso, en que un tiempo después, Néstor Kirchner llegara a la Presidencia. Los detonantes principales fueron la destrucción dela aparato productivo y del Estado de Bienestar, y el ataque a los sectores medios con sus ahorros”.
No es fácil transmitir el clima social de aquellos años, la desesperanza estaba entremezclada con la rabia, y a veces no lograban distinguirse. Barragán sigue contando: “Veníamos trabajando muy activamente en las semanas previas con los ahorristas, con el Intendente Aprile, incluso con el comisario; y con los movimientos sociales y los comedores populares desde hacía años. Queríamos evitar los saqueos que iban a implicar enfrentamientos entre ciudadanos. El estallido se veía venir, unos cuantos lo deseaban. Al menos ese día en Mar del Plata logramos que no se derramara sangre. La gobernación no quería represión, y el intendente tampoco, pero el comisario quiso empezar ese día con su armado político propio, y se cortó solo. Nos detuvieron alrededor del mediodía. Y a la tarde ya nos dejaron salir, porque a pesar del estado de sitio, cientos de militantes se congregaron frente a la comisaria para pedir nuestra liberación. Ni causa nos iniciaron”.
Hasta hace muy pocos meses, Barragán fue uno de los defensores del pueblo representando a diversas organizaciones sociales que lo propusieron al Concejo Deliberante. Desde ese lugar, llevó adelante un sinfín de denuncias sociales centradas principalmente en la falta de respuestas de la gestión del Intendente Montenegro. Conoce muy de cerca el clima social.
“Este proceso que estamos atravesando actualmente se parece mucho al 2001, pero es distinto. Si bien los sectores marginados cada día pierden más, a los sectores medios le están sacando mucho, pero a cuentagotas. Sufren más una licuadora que una motosierra. Como el saqueo es lento y progresivo, no se va a producir la explosión en este momento. Por otra parte, yo digo siempre que después del 2003, la resistencia popular se incorporó a la política. Pero al mismo tiempo se fue esterilizando, porque esos sectores movilizados se volvieron dependientes del Estado, y perdieron iniciativa. Ahora que el Estado no está, es como que en su formato se mantiene el esquema del Estado presente y no logran construir desde lo social. La mayoría de los militantes hoy en día, solo pueden ver la construcción electoral. Sin ir más lejos, mirá lo que está pasando en el PJ. No se representa tanto a sectores sociales, hasta el movimiento obrero se subsumió en esa lógica. El dirigente se cree dirigente, y no lo que realmente es: un circunstancial representante de intereses concretos de sectores sociales. Hay una vacancia de representación como en aquella época, pero la gran diferencia es que participación de la gente hoy es mucho menor a la que había en el 2001. Yo creo que nuestra tarea es volver a dar la disputa por el sentido común, volver a discutir el sentido de la democracia”.
Hace acordar a la frase del Gringo Agustín Tosco: “Nuestra experiencia nos ha enseñado que sobre todas las cosas debemos ser pacientes, perseverantes y decididos. A veces pasan meses sin que nada aparentemente suceda. Pero si se trabaja con ejercicio en estas tres cualidades, la tarea siempre ha de fructificar en una semana, en un mes, o en un año”.
Barragán sigue militando socialmente como siempre, siguiendo a pie juntillas la frase del dirigente gremial cordobés. “Este año no va a ocurrir ningún 2001. Ojo, que no me malentiendan, porque decir que no va a ocurrir un estallido no quiere decir que las cosas estén bien. Todo lo contrario, desde cierto punto de vista podría decir que estamos mucho peor, porque está mellada nuestra capacidad de resistencia. Porque además, aún no hay un fracaso estruendoso de la política, increíblemente hay alguna gente que apoya al gobierno, incluso entre los sectores populares. Desde el campo nacional, popular y progresista, Axel Kicillof puede llegar a ser una esperanza, pero hay que armar mucho por abajo. Hay gente con ganas, pero todavía nos falta mucho, hay que seguir escuchando y juntando lo disperso”.
Barragán recuerda que la frase de Tosco termina: “Nada debe desalentarnos, nada debe dividirnos, nada debe desesperarnos”.