Mi primer contacto con la labor intelectual de Beatriz Sarlo fue a través de un ejemplar de la revista Punto de vista que ella editó y dirigió desde 1978. La publicación me llegó de manos de un amigo, un intelectual revolucionario de fuste, que en 1981 también me obsequió Icaria, una publicación socialista dirigida por Emilio Corbiére.
El amigo me incitaba en esos años de censura a leer críticamente y a confrontar los estilos de las publicaciones.
Punto de vista, a mí que estaba cursando las carreras de Ciencia Política y de Historia en simultáneo en un ambiente oscurantista, me abrió un panorama inmenso. El acercamiento a filósofos como Walter Benjamín, la posibilidad de leer la historia social argentina a través de la literatura era un desafío apasionante. Años después fuimos conociendo los ensayos de Adolfo Prieto, Noé Jitrik y David Viñas.
Claramente comenzamos a realizar la tarea de poner diálogo y contrapunto nuestras lecturas de esas lecturas.
En 1994, en pleno menemato, Beatriz Sarlo presentó en Rosario su libro Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina, la actividad fue en la librería Tiempos Modernos ubicada en calle San Luis. Comenzó diciendo que la literatura argentina empezaba con Rosas, más bien con Echeverría, Sarmiento y todos los escritores forzados al exilio por ser opositores.
En 1997, en una entrevista a un matutino, declaró cómo los medios masivos de comunicación audiovisual competían y desplazaban a la enseñanza escolar. Dijo: "Susana Giménez es más divertida que la maestra", una de las tantas contradicciones de la posmodernidad en la Argentina.
Siempre polémica y cuestionable nos viene a la memoria algo que contaba Osvaldo Bayer y el rechazo de Sarlo a aceptar a Osvaldo Soriano en la UBA por no tener título académico, un absurdo completo por parte de quien le dedicó ensayos a la obra de Horacio Quiroga y Roberto Arlt contenidos en el libro La imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina.
Los inolvidables los contrapuntos y polémicas de Beatriz Sarlo con David Viñas.
En resumen, al apagarse a los 82 años la vida de Beatriz Sarlo desaparece de la escena pública una figura que deja marcas, huellas y sentimientos encontrados.
Carlos A. Solero