Debe haber sido una escena memorable: las gemelas Kim y Kelly Deal tocando ukeleles y coreando a dúo la marcha nupcial en una playa en Hawái mientras Steve Albini y su esposa Heather caminaban hacia el altar, todo con un elenco de invitados de la escena punk y hardcore celebrando alrededor. Corría 2009. Días antes de su boda, el reconocido músico y productor –que murió en mayo, tras un repentino ataque al corazón– le había pedido a Kim si le concedía el honor de musicalizar el momento. Eran amigos desde mediados de los ochenta, cuando ella tocaba el bajo en los Pixies y él les produjo el disco Surfer Rosa. Cabrón y detallista al extremo, impiadoso con los músicos que no intentan algo que se parezca a una verdad, Albini solía tirar dardos para todos lados cada vez daba una entrevista. Pero Kim era su debilidad, tanto que una vez le preguntaron por ella y dijo que le parecía la mejor cantante de todos los tiempos. Al final de la boda le regaló un ukelele, y fue con ese instrumento que Kim comenzó a escribir las canciones que decantaron a sus 63 años en el primer disco que editó bajo su nombre tras casi cuatro décadas de carrera. Así nació Nobody loves you more, lanzado a fines de noviembre pasado por el sello 4AD.

La idea de lanzar un disco solista venía dándole vueltas desde 2013, cuando editó una serie de sencillos de 7 pulgadas con una canción de cada lado: “No soy una persona de ideas grandilocuentes del tipo "¡Mi próximo álbum va a ser mi nuevo manifiesto!”, contó a la revista Mojo. “Primero tuve el plan para de grabar un montón de sencillos. Terminé haciendo cinco, y hacia el final pensé: 'Son diez, eso es como un álbum’. Pero la gente iba a tener que a comprar esas canciones que ya conocía, así que desistí”. Tras la gira de All Nerve, el disco-regreso que editó en 2018 con su banda The Breeders, Kim jugaba en su casa con el ukelele cuando de pronto le salió una melodía que le recordó a esos crooners que escuchaba de chica en casa de sus padres. La imaginó con cuerdas, vientos y toda la fanfarria, algo que sabía que no le iba a interesar mucho al resto de la banda (“Josephine, con lo gótica que es, me iba a decir ‘¡Absolutamente no!’”, confesó), y así comenzó a tomar forma la idea.

“Somos lo que esperamos”, canta en “Big Ben Beat”, una de las últimas canciones del disco. Foto: Archivo.

El disco la encuentra en un inesperado lugar de reconocimiento luego de que Olivia Rodrigo invitara a The Breeders a abrir sus shows en Los Ángeles y Nueva York en abril de este año. “¿Está segura? ¿No se habrá equivocado de banda?”, cuentan que Kim bromeó extrañada cuando le acercaron la propuesta. “Escucharla me rompió la cabeza”, fue la sencilla respuesta que dio Olivia consultada por la prensa. Tanto con los Pixies en los ochenta como con su banda The Breeders desde los noventa, la voz y las canciones de Kim trazaron las coordenadas para el mapa sónico de toda una era. Ella, que eligió no tener hijos, terminó convirtiéndose en algo así como una madre creativa para toda una generación. Siempre sosteniendo ese mismo aura de dulzura y desparpajo callejero que la acompaña desde sus comienzos, primero como porrista en la secundaria y luego tocando canciones country junto a su hermana en bares motoqueros de su Ohio natal. A los 23 se mudó a Boston para estudiar biología molecular, y ahí conoció a Black Francis y Joey Santiago, quienes habían publicado un aviso buscando bajista: “Llegó y fue como si ella nos hiciera el casting a nosotros”, contó Santiago. “Tocamos un par de canciones, y cuando terminamos nos dijo: ‘Me gusta, cuenten conmigo’, y se fue”.

Entre sonidos salvajes y coros celestiales surgidos de la alquimia perfecta de voces entre Black y Kim, los Pixies crearon un universo personalísimo de referencias bíblicas, sexo, crustáceos y ovnis que enamoraría a todos, desde Bowie a Kurt Cobain. Kim era la adorada del grupo, siempre con una carcajada siempre bien dispuesta y el talento para la composición que destapó en “Gigantic”, primer hit de la banda y última canción –salvo por un lado B– en la que Black le permitió cantar como voz principal. Harta de no tener más lugar en los Pixies, en 1989 decidió juntarse con su hermana Kelly, Kristin Hersh de Throwing Muses y la bajista Josephine Wiggs, y armó una banda paralela, The Breeders, bautizada con el mismo nombre que habían usado con Kelly en sus comienzos. Su álbum Last Splash, editado en 1993, fue un éxito comercial que vendió más que todos los discos juntos de su banda anterior. Cobain tomó posición: se llevó a las Breeders de gira con Nirvana y declaró que era una pena que Kim no hubiera escrito más canciones para los Pixies. Pronto llegaron años complicados con las drogas y el alcohol y un único disco, Pacer (1995) junto a una nueva y fugaz banda que llamó The Amps. En 2001 se internó en una granja y al salir volvió a vivir a casa de sus padres. “La rehabilitación fue espectacular, la amé, y no volví a fumar ni a probar una gota de alcohol desde entonces”, contó hace un par de semanas en el podcast Broken Record.

“Somos lo que esperamos”, canta en “Big Ben Beat”, una de las últimas canciones que escribió para su nuevo disco. Con producción de Steve Albini en ocho canciones, Nobody loves you more contiene momentos con ukeleles, chelos, violines, flautas y hasta una big band. “Steve me ayudó a bajar a tierra todas esas ideas que tenía en la cabeza. Se calzaba el overol y hacía que todo funcione de maravillas. Era un año más joven que yo...”, contó Kim en una entrevista reciente hasta que se quebró con el recuerdo. Si bien el disco trae sus canciones más contagiosas desde Last Splash, las letras marcan el contraste desde un tono intimista y autobiográfico con aires surrealistas que quedan en claro desde la tapa, donde posa junto a un flamenco sobre una suerte de balsa lanzada a la nada sobre un mar de plástico.

De aquellas canciones lanzadas en 2013 rescató dos que regrabó para este disco: “Wish I Was” y “Are You Mine?”, una dulzura onírica que remite a los Everly Brothers y nació de una pregunta que le hizo su mamá, que sufría de Alzheimer y a quien cuidó hasta su muerte en 2020. Consultada sobre la manera en que retrató esa dolorosa experiencia y otros momentos difíciles de su vida para el disco, Kim confesó que algo que volvía una y otra vez era la idea del fracaso: “Pero no creo que se trate de éxito versus fracaso. Creo que hay algo en eso de intentar algo y después ser golpeado a patadas por la vida”. Y remató: “Como sea, sigo escribiendo. Es lo que hago. Ahora tengo una canción de navidad para The Breeders, pero no estoy segura... ¡Josephine me va a sacar corriendo!”.