Daniel Piñeiro tiene 75 años y es médico desde hace medio siglo. Preside la World Heart Federation y fue titular de la Sociedad Interamericana y de la Sociedad Argentina de Cardiología. De hecho, acaba de ser reconocido con el premio “Trayectoria” por esta última y aprovecha para agradecer a la UBA, institución de la que fue profesor y en la que pasó buena parte de su vida. En este diálogo con Página 12, repasa cuáles son los problemas cardiovasculares más importantes, habla de los obstáculos de implementación de políticas que tienen los países y opina sobre la actualidad del diálogo entre los profesionales de la salud y los pacientes.

--Recibió un premio a la trayectoria y bien vale ese reconocimiento: hace medio siglo que se desempeña como médico.

--Sí, tengo 75 años de edad y 50 años de médico; toda mi carrera la hice en el Hospitalde  Clínicas (pertenece a la UBA), una institución pública que quiero mucho. Entré de residente en 1974 y me jubilé como profesor titular. A pesar de todas las cosas que uno pueda señalar, la Universidad de Buenos Aires sigue siendo un lugar muy importante y valioso para Argentina.

--Si tuviera que definir: ¿es mucho o poco lo que la medicina actual sabe sobre el corazón?

--Los avances han sido significativos, pero también hay que tener en cuenta la ciencia de la población, la ciencia de la implementación, que es en donde se evidencia el mayor déficit. Me refiero a la estructura de mecanismos que se deben poner en marcha en la vida real para que las sociedades accedan a la salud.

--¿Qué implican esos mecanismos?

--Hay 20 millones de muertes anuales en el mundo a causa de problemas cardiovasculares y constituyen la principal causa de fallecimientos, tanto en países ricos, como de ingresos medios y pobres. Solo a modo de referencia, en un año mueren más personas por problemas cardiovasculares que lo que la covid provocó durante toda la pandemia. El 80 por ciento de las enfermedades cardiovasculares podría ser prevenido, y entre todas, la principal amenaza está en la hipertensión arterial. La paradoja es que aunque sabemos que podemos controlarla en un 95 por ciento de los casos, tan solo alrededor del 20 o un 30 por ciento de las personas suelen mantenerla a raya. Esa diferencia indica una brecha en la implementación del conocimiento.

--Se podría controlar, pero no se hace nada al respecto…

--Aunque podríamos tener mejores remedios, con los que tenemos estamos bien. Son buenos, baratos y están disponibles prácticamente en todos lados. En Argentina el control es menor al 40 por ciento. La enfermedad coronaria, que constituye la primera causa de muerte, podría evitarse con prevención y acciones sobre el tabaquismo, la hipertensión, la obesidad y la falta de ejercicio. Son cosas muy sencillas de decir, pero que en la práctica no se realizan.

--¿Cómo se puede salvar esa brecha? ¿Qué falta?

--Las barreras de implementación están a nivel del paciente, del médico y del sistema de salud. De estos tres, el principal obstáculo se halla en este último, porque se falla en que la medicación necesaria llegue a las personas. El sistema busca cubrir demandas de mayor impacto publicitario y que además son de alto costo, en vez de intentar resolver algo muy sencillo como la hipertensión arterial, que se vincula simplemente con fortalecer la atención primaria. No tiene que llegar a un cardiólogo el problema, ya que antes puede ser prevenido en un contacto previo. Nosotros trabajamos con la Organización Panamericana de la Salud en una iniciativa, denominada Hearts, para articular los tratamientos. Hoy el gran desafío para la salud global es el combate de las enfermedades no transmisibles, en especial, el cáncer, las cardiovasculares, la diabetes y la enfermedad pulmonar crónica.

--Tiene 50 años de médico. ¿Qué aprendió?

--Siempre hice cardiología clínica, que implica una relación directa con las personas. En un mundo medicalizado, tener contacto con la gente y poder comunicarse es fundamental. Nadie puede negar los beneficios de la tecnología, pero no resuelven todo. Los pacientes van a los consultorios de un hospital y el contacto con los profesionales se ha deteriorado. Uno va con su problema y los médicos no revisan, ni preguntan ni nada, solo recetan o indican estudios.

--Más cuando el problema puede estar en el corazón y eso, a menudo, asusta…

--Supongamos que un mal día te enterás de que tenés un soplo cardíaco y que eventualmente podrían operarte. Inmediatamente esa noticia no solo coloca al paciente en una situación de fragilidad biológica, sino también mental, emocional, social. Te empezás a preguntar qué será de tu vida, incluso, económicamente. Si vas a poder trabajar como lo venías haciendo, si tenés que pedir una licencia; ir a una reunión, un cumpleaños, y que todo el mundo te pregunte por tu tema. Es difícil, es un peso que el profesional de la salud puede ayudar a llevar, a conducir, a orientar. Eso aprendí y eso trato de enseñar. 

--La medicina, sin embargo, desborda al consultorio. Es mucho más. Hay todo un carácter político subyacente que usted comprende muy bien

--Sí, también hay una medicina de carácter más general, a la que hay que tener en cuenta. Me refiero a las políticas públicas. La política contra el tabaco fue muy buena en el país. La disminución que se logró en un momento dado fue realmente digna de destacar. Se fumaba en los restaurantes, en los cafés, en todos lados. Esto lo digo con independencia de las cuestiones políticas y de la cosa partidaria; sobre los asuntos de salud me parece que no tendríamos que tener ninguna diferencia. Hoy está claro que tenemos un desafío mayor en todos los vaping, los cigarrillos electrónicos, sobre todo, si entendemos que no representan una solución ni mucho menos.

--También hubo una política vinculada al etiquetado frontal. Una buena alimentación y la disminución del tabaquismo son muy relevantes para disminuir el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares

--Sin dudas, es una medida de orden público de carácter trascendente. En el pasado, la gente leía cosas inentendibles en las etiquetas y eso funcionaba como barrera al momento de intentar aprender sobre los ingredientes de los alimentos para ver si elegía o no el producto. En el presente, esos octógonos grandes cambiaron el asunto, ya que todo el mundo puede saber de qué se trata cuando un ve un cartel que dice “Exceso de calorías”. Tiene mucho más sentido una advertencia de este tipo. Desde el punto de vista legislativo, no fue sencillo sacar el etiquetado, de hecho, hubo mucha oposición. A nivel internacional, Argentina todavía no ratificó el Acuerdo marco antitabáquico de las Naciones Unidas. ¿Sabés cuáles fueron esos países?

--Imagino que Estados Unidos es uno

--Sí, pero también Cuba (además de República Dominicana y Argentina). Con lo cual, no importa tanto la ideología, o a qué extracto político responde. EEUU porque defiende su industria y Cuba porque hace lo propio con los cultivos. En Argentina, también tuvimos nuestros temas con el tabaquismo, porque cualquier cambio que uno haga implica una reconversión de la industria que nunca es sencilla. Sin embargo, alguien tiene que hacerlo para que la cosa cambie. En definitiva, las acciones que han disminuido la mortalidad a nivel global son las vacunas, los servicios sanitarios, los antibióticos y los remedios para la presión arterial.