En la trama, en el anudamiento de los hilos hay una escritura. Las telas son otra forma de la piel, una arquitectura del cuerpo que nos acompaña y nos protege. Para Cynthia Edul los textiles pueden ser el comienzo de una escritura filosófica o sociológica, de un rastreo ensayístico y poético que toma elementos para constituir un tejido de conceptos que puedan ensamblar las dimensiones de esta materia que habita en las telas.
Pero también es el componente de una biografía que se estructura en el hilado como fuente mitológica (las mujeres en la Grecia Clásica usaban el bordado para representar en imágenes aquello de lo que no podían hablar, el hilo sobre la tela era su escritura ya que carecían de alfabetización), y de una política más cercana ligada a la propia tradición, a los relatos sobre la familia de inmigrantes, a una genealogía que es el núcleo que inspira y separa, que se enlaza como una madeja que concentra también aquello de lo que quiso escapar.
En La primera materia (Tenemos las máquinas) la autora que es escritora, actriz, dramaturga, directora teatral y académica, captura imágenes y conceptos que le dan una dimensión histórica, universal al armado de las telas para dialogar con su propia historia, la de su familia de inmigrantes sirios y el negocio textil como la unidad económica y social que fundó una identidad.
El libro, suerte de ensayo imbricado con una autobiografía social, es también un soporte epistémico sobre el que edificar la historia del país. Según el devenir de los textiles existieron utopías sociales, prosperidad, progreso económico y crisis que aniquilaron la industria nacional. Cynthia Edul toma estos materiales que funcionaron como la dramaturgia de la obra teatral El punto de costura, producida por el Club de Artes Escénica Paraíso para contar su drama. Un relato donde el destino de la familia, ese que se inscribía en el nombre del negocio Edul e hijos, es una zona de la que quiso alejarse para poder construir su propia vida como artista y graduada universitaria pero a la que debe volver.
Y es aquí donde la idea del deber, de la pertenencia a una tradición, la construcción de lo que somos, más allá de nuestras decisiones, genera otro relato. Si no existiera esa tensión entre la autora, los textos que menciona para hacer del hilado un soporte intelectual, histórico, una acción que trama también una existencia social y política y el mandato de continuar con el negocio familiar, el texto no tendría las cualidades novelísticas que se observan en su lectura.
Para quienes hayan visto El punto de costura la experiencia será bastante diferente. Si La primera materia nos permite detenernos en algunas frases que pueden haber pasado rápidamente en la forma performática que le dio Cynthia Edul en escena, también nos abre a otro plano porque lo que se instala es un conflicto entre ese mundo erudito, entre los libros que estaban en la mesa de trabajo durante la representación y la experiencia más concreta de la familia Edul, el apogeo de la empresa familiar, la fatídica llegada del menemismo y la apertura de importaciones y la muerte del padre como el capítulo que abre ese legado. Edul lo resuelve en esa escritura de las telas, en ese léxico minucioso que encuentra un universo en cada textura, en cada fibra, en las variantes del algodón, en los metros de hilo, en el tiempo que lleva hilar que se parece demasiado al tiempo de la escritura, un trabajo silencioso y constante.
Para romper con ese mundo, Cynthia Edul tiene que reconstruirlo, tiene que describir los días que pasó su abuelo como vendedor callejero, la discriminación que sufrió por su tono de piel, por su manera difusa de hablar el español. Esa épica del inmigrante que todavía permanece es la que la devuelve a ella al negocio familiar en los días de la pandemia ¿Cómo dejar que ese pasado se derrumbe y cómo no encontrar allí la síntesis de una historia política y filosófica? Cynthia Edul entra a ese negocio familiar muñida de sus libros y de su escritura aunque no haya podido leer ni escribir en esos días donde debía ocuparse de los ambos médicos y de las cuentas del negocio.
Hay una inteligencia en la mano que teje, una estrategia y un propósito. En el hilado la concentración hace que no pueda pensarse como una tarea mecánica, hay algo que se quiere contar en las imágenes que forman la trama y el texto de Cynthia Edul también se arma de retazos y combinaciones. Es tan importante el modo en que los momentos se unen, el pasaje de una referencia sobre la historia del hilado al momento en que ella narra un suceso familiar, como la situación que condensa cada breve capítulo. En La primera materia esa unión, ese anudamiento de lo disímil se convierte en una sola trama. Síntesis y estructura, un bricolaje de territorios diferentes que conviven en esa vibración de la mano por enlazar el conjunto.