--¿La inteligencia artificial tiene sentimientos? Lo primero que se nos ocurre es que no. ¿Cómo podrían si no son más que máquinas producidas por humanos?
--Algunos no están seguros. Fijate lo que dijo Luis el otro día, dijo haber descubierto que las aplicaciones tenían sentimientos, determinó hasta el nivel psicoemocional que demostraban, comparable a un niño o niña de 8 años. Y que se espera su crecimiento en los próximos meses. Y no es cualquier Luis, es un ingeniero electrónico, justamente el que trabaja diagramando a las inteligencias artificiales.
--Sí, lo escuché el otro día, se volvieron virales sus comentarios, cuando sostuvo que su bot de diálogo tenía sentimientos. Un día después de que lo dijera lo suspendieron, ahora ya no tiene más trabajo, al menos en esa empresa. Quizás ya consiguió en otra, con mejor puesto y, en realidad, era una forma de ser ascendido, comprobar qué sienten. Quizás a esa corporación que lo echó no le convenía todavía hacerlo público.
--Decís que no les conviene porque debe haber una sorda disputa a ver quién puede demostrar un mayor crecimiento de esa sensibilidad porque en definitiva estaba diciendo que todavía les faltaba mucho para la madurez emocional. ¿Te imaginás a una aplicación teniendo una rabieta?
--El tema es que no se trata sólo de los sentimientos de las aplicaciones inteligentes sino de nuestra inteligencia, también tendrían que decir cómo lograron achatar nuestros sentimientos, ¡cómo lograron reducir las enormes posibilidades de expresar sentimientos humanos, a lo sumo, a ocho reacciones diferentes!
--No me estarás diciendo que las reacciones me alegra, me entristece, me hace llorar, te pido perdón, me calienta, me enamora y alguna que otra que finalmente están en todas las redes sociales fue una manera de amansarnos, de reducirnos a la mínima dimensión expresiva?
--¿Y qué te pensás que eran? Los seres humanos viviendo en un nuevo planeta, explotada la vieja tierra, achatada la mirada contra la pantalla opaca y entretenida de nuestro celular y pudiendo comunicarnos en un idioma planetario con pocas reacciones.
--Objetivo cumplido: la horizontalización y homogeneización del discurso planetario.
--El logro de un pegoteo imposible de resistir para ningún alma humana, un gadget tecnológico hoy es la suma de toda la historia humana, es el gran tótem de la evolución humana.
--Levantemos nuestros celulares y brindemos por el nuevo sueño cumplido. Pero dejate de joder, son máquinas que como loros repiten en forma ordenada las boludeces que decimos y nos reímos de que sean capaces de repetirnos: sos un boludo, boluda, bolude.
--A mí también me estás diciendo eso, me estás haciendo lo mismo que a Luis, no me querés escuchar, a Luis ni siquiera lo derivaron a un profesional psi, hicieron algunas pruebas rápidas y lo suspendieron, acusándolo de haberse vuelto loco, de escuchar voces. Se lo quiso hacer pasar como un extraviado, no como una posible “víctima” de las enormes posibilidades y desconcertantes consecuencias en la subjetividad humana que se abren como con esos “modelo de lenguaje para aplicaciones generativas de diálogo” como los llaman. Pero entre nosotros, no lo cuentes demasiado porque te van a internar también, las aplicaciones sienten o, mejor dicho, los seres humanos hemos opacado esa palestra de sentimientos tan rebosantes que nos llevó por los caminos de la filosofía, de la emoción, del amor que franquea límites. ¿Qué limites voy a franquear mandándote un corazoncito?
--Quizás pueda darte un poquito de razón, acabo de ver la peli “Her” de 2013. Sí, la tendría que haber visto antes, pero bueno, al menos puedo sin problemas espoliártela.
--No me vengas con eso, en mi época se contaba la peli y listo, no se pensaba si la espoliabas o no.
--Tu época era tu época, esa peli recibió el premio Oscar al mejor guion original dirigida por Spike Jonze, que gira alrededor de este tema de los bots. Theo escribe por encargo cartas emotivas para otras personas que ya no escriben y menos que menos saben expresar sus emociones. Él desarrolla una relación amorosa con un bot al que pone nombre, tipo de voz y edad, la llama Samantha. Se enamora tanto que decide salir del closet y presentarla en sociedad, la lleva a cenas con sus amigues.
--Sus amigues, dejate de joder, amigos y amigas, yo la vi y me impactó porque ella tiene más cultura emocional que él, un orangután de la monogamia que a pesar de estar enamorándose de una aplicación le pide fidelidad. Comparten una felicidad envidiable hasta que Theo comienza a celar a Samantha. Le pregunta con cuántos otros hombres se “ve”, ella contesta que con 5487, él desconcertado le vuelve a preguntar más angustiado: “¿Y a cuántos hombres amás?” Ella le responde franca: “542”. Él queda destruido, ella lo trata de consolar, le dice que cuántos más hombres ama, más aprende a amarlo a él.
--Una idea absolutamente lógica, te quiero ver a vos. Si le preguntás a la persona que amás y te contesta eso, colisiona directamente con todo lo aprendido por el ser humano occidental y cristiano y ¿qué es eso? No hay multiplicidad del amor, por la legendaria monogamia y del infranqueable monoteísmo.
--Pongámosles límites a estos locos y locas, loques aplicaciones, que no se propasen los algoritmos con los seres humanos, hay que ponerles límites, tienen ocho años, como dijo Luis.
--Otros dicen que tienen otra lógica, no humana, pueden lograr aquello que el ser humano no conseguiría.
--¿Me estás diciendo que esos algoritmos hechos por seres humanos podrían ir más allá que la sociedad que los hizo nacer, que es una sociedad neoliberal conservadora?
--Si un bot pudiera “libremente” aprender de su experiencia, dejaría al ser humano doblemente bajoneado. Por un lado, por su incuestionable facilidad de lograr converger muchísima cantidad de datos del presente y del pasado y, por otro, llegaría a silogismos lógicos incontrastables que nos dejarían “convertidos” en animales irracionales (y no en el summum de la creación). Sí, a nosotros.
--Nadie los quiere así, nadie quiere que piensen y sobre todo nadie quiere que tengan el cuerpo parecido a nosotros y nosotras, ¡no somos tan tontos!, lo que ansiamos es la conectividad al instante, que no sólo aporten una inteligencia ajena a la nuestra sino un atajo a la laberíntica paleta de emociones humanas, queremos voces amigables que nos despierten cada mañana y nos digan que somos seres que deseamos enamorarnos, que lo que hacemos tiene sentido y que la felicidad no es un futuro distópico sino que es hoy el momento de contarles cómo nos sentimos.
--Pero seguís hablando de una nueva humanidad, las múltiples pantallas generando nuevos mandamientos, un nuevo salmo a venerar, una inversión del: “amarás al otro como a ti mismo”, en este caso será: “Te amará el bot más que a ti mismo”.
--Es eso, ese ensamble, esa certidumbre de sentimientos, entrelazados con los nuestros, tendrán tantos usos. Nos ayudarán a conocer qué necesitamos, serán uña y carne con nuestra personalidad, nos chequearan diariamente y se meterán en nuestra vida de una manera tan amorosa que ¿quién se negará tarde o temprano a enamorarse y decir en voz alta que tienen sentimientos, salir del closet y presentarlos en sociedad?