Cuando el guitarrista John Petrucci desenfundó los acordes mozárabes del himno “Scene Six: Home” para después cederle el timón del tema a la base rítmica de Dream Theater, un hombre maduro, que podría ser abuelo de muchos de los chicos que colmaron el Movistar Arena, le dio la espalda al escenario. Y en pose intelectual o quizá reflexiva, con las manos unidas a la espalda, comenzó a caminar por uno de los bordes del campo del aforo. Llevaba puesto saquito de abuelo y una remera que tiene impresa la tapa de Awake, tercer álbum de la banda, y lo distinguía una coleta que ata a esas canas que lo convierten en un veterano de los recitales. Deambulaba solo, y en el momento en el que el baterista Mike Portnoy arremetió contra sus tambores, este hidalgo del rock muy sutilmente comenzó a batir su cabeza.

En ese momento, esta banda icono del metal progresivo había regresado a escena para el bis, que continuó con otro de los temas incluidos en el álbum Metropolis Pt. 2: Scenes from a Memory (1999), el contemplativo “The Spirit Carries On”. Y ya en la conclusión de la terna de canciones, de la mano de “Pull Me Under”, el estadio se puso en plan Colapinto: fluyendo con los cambios de velocidades. Tras dos horas y media de show, los de Nueva York se apuntaron el jueves otra noche memorable en Buenos Aires. Comparable incluso con su visita de 2012, en la que habían grabado su disco en vivo (junto a su respectivo video) Live at Luna Park. Sin embargo, en aquella oportunidad no habían contado con su baterista fundador, ni tampoco en su última visita a la ciudad, en 2022, cuando habían actuado en el estadio cerrado de Villa Crespo.

Es que, después de renunciar al puesto en 2010, Portnoy anunció en 2023 su retorno a la banda, lo que significó una gran noticia para los seguidores de Dream Theater. La alegría fue tal que se pudo ver entre la muchedumbre que asistió al recital a algunos fans portando la camiseta de fútbol americano que el músico convirtió en un símbolo suyo. La vuelta del baterista ocurrió en la antesala de la celebración de los 40 años del grupo, que se cumplirán en 2025. Aunque decidieron inaugurar los festejos este mismo año con una gira a la que llamaron “Una noche con Dream Theater”, en la que básicamente se encuentran repasando sus clásicos. Sin embargo, esta formación ya tiene listo un nuevo álbum de estudio, que llevará por título Parasomnia y estará disponible a partir del 7 de febrero.

El quinteto neoyorquino tiene un universo estético particular.

De su inminente decimosexto disco de estudio, incluyeron en el repertorio del show el primer corte promocional: “Night Terror”, que, aludiendo a su nombre, arranca con atmósferas escalofriantes y ostenta un final muy cercano al delirio, pero cuyo cuerpo sostiene el sonido característico del quinteto. Esa canción sirvió parar abrir el segundo de tres actos. Un rato antes, Dream Theater había levantado el telón de su reencuentro con su hinchada argentina (no es una exageración el mote, porque apenas la banda pisó Ezeiza hubo gente que hizo guardia en el hotel en el que se hospedaba) con “Metropolis Pt. 1: The Miracle and the Sleeper”, en la que el vocalista James LaBrie y el violero John Petrucci se llevaron el protagonismo. No obstante, la atención y los aplausos los terminó acaparando Portnoy.

Siguieron con “Scene Two: I. Overture 1928”, oda al metal progresivo en la que el guitarrista y el tecladista capitanearon el tema, aunque este último, Jordan Rudess, puso a relucir a su particular sintetizador: de base flexible (puede inclinarlo hacia los extremos o ponerlo a girar) y de colores cambiantes. La canción está incluida en el ya mentado disco Metropolis Pt. 2: Scenes from a Memory (fue el primero en el que grabó Rudess), y de ahí también tocaron la que vino a continuación: “Scene Two: II. Strange Déjà Vu”. Se fueron atrás en el tiempo, hasta el álbum Awake, al momento de hacer “The Mirror”, en la que el tecladista profundizaba en las ambientaciones, mientras el violero rasgaba las cuerdas de su instrumento. Y en el medio le mecharon el solo de guitarra de “Lie”, tema seminal del grupo.

A “Panic Attack” le secundó “Barstool Warrior”, en la que LaBrie espetó una de sus pocas alocuciones (en este caso fue para explicar de qué iba el tema) y en la que Rudess desenvainó el theremín, manipulando el sonido de la misma forma que Tesla lo hacía con la electricidad. En ese tramo inicial del recital, los músicos de Dream Theater eran lo más parecido a unos científicos del metal (aunque hay un estudio publicado este año por la Universidad de Oxford Brookes que afirma que en las ciencias exactas se estila escuchar música instrumental, como la clásica o la electrónica). Apenas acabó la ovación a Petrucci, quien nada en las aguas de lo complejo con una simplicidad pasmosa, tocaron “Hollow Years”. De las tres versiones que tiene, eligieron la del demo de 1996, con solos de guitarra y teclados más extendidos.

En medio de la canción, el vocalista arengó al público para que encendiera las luces de sus smartphones, y le hicieron caso. Pero en otras canciones de menos vértigo, cuando movía sus brazos de un lado a otro, tal como lo hacen los baladistas o los cantantes de pop, casi todo el estadio se resistía a seguirlo. Y es que el metalero argentino es fiel y fanático, mas no cursi. De hecho, un rasgo de manufactura local (y eso se sabe en todo el planeta) es el canto onomatopéyico de los riff o de las melodías, lo que en este ocasión no fue la excepción. Esto sucedió, por ejemplo, en “Constant Motion”, a la que le pisó los talones “As I Am” y con la que concluyeron el primer acto. Entonces se produjo un hiato de 15 minutos, en los que la multitud aprovechó para descargar litros de fernet y cerveza, en el más profundo silencio.

No hay duda de que el universo estético de Dream Theater es particular. Al regresar a escena para el segundo acto, lo hicieron con esa pantalla divida en tres partes proyectando un recorrido por su historia. No quedó claro si la puesta audiovisual evocaba a un noticiero o a una nave espacial (la previa del bis tuvo como preámbulo una escena del film El mago de Oz). Lo cierto es que tras estrenar en vivo “Night Terror”, despacharon la épica “Under a Glass Moon” y la sensible “This Is the Life”, con el efectivo e introspectivo bajista John Myung liderando el arranque. Esa canción dio paso a “Vacant” y ésta a su vez a lo mejor del recital: “Stream of Consciousness”, más de 11 minutos de dialéctica musical bien administrada. Luego apareció el experimental “Octavarium”, y más tarde el remate de un festejo a la altura de esta leyenda.