El lunes 9 de diciembre me despedí de Intrusos del espectáculo. Jamás imaginé que el final de un ciclo tan querido fuera tan amargo y repentino. Como actriz, he aprendido a lo largo de los años que los periodos de trabajo son cortos; por lo general, las temporadas teatrales de verano duran tres meses, a lo sumo ocho. En casos excepcionales, dos años. Estoy acostumbrada a que las cosas comiencen y terminen: es parte de mi profesión y de la vida. No es la primera vez, ni será la última, que me quedo sin trabajo, pero lo que nunca me había pasado fue enterarme por Twitter. Cuando me citaron para ratificarme que quedaba desvinculada, sin embargo, me sorprendí muchísimo: a pesar de que me reconocían mi labor, la dedicación puesta y que esto había dado frutos, la nueva gerencia decidía terminar mi ciclo. Nunca había pasado por la experiencia de ser despedida y al mismo tiempo reconocida por haber hecho las cosas bien. Suele ser al revés por lo general. Como sea, formé parte de un programa que funciona muy bien, gana en su franja horaria y están muy vendidos los PNT, por eso me descolocó la noticia. 

Más allá de perder el trabajo en esta fecha, lo doloroso fue que había generado lindos vínculos laborales. Desde el primer día que puse un pie en América, me sentí como en casa, y a lo largo de los años, esta relación se fortaleció. América es un canal relativamente chico, donde nos conocemos todxs. Estos tres años fui muy feliz, y pasarla bien en el trabajo es algo que no les sucede a muchas personas. Soy consciente de que no todo el mundo logra vivir de lo que le gusta. A pesar del sacrificio, poca gente gana como quisiera y muchos deben soportar maltrato laboral por miedo. No fue mi caso. Todos los días fui a trabajar con alegría, tenía una producción increíble, que me ayudó a crecer como persona y conductora. Ni hablar de lxs panelistas, que también fueron un pilar fundamental de mi trabajo. Gracias a todo lo que les menciono pude desplegar todo mi histrionismo en la conducción y generar esta relación tan hermosa con el público. En estos días, su demostración de amor incondicional es algo que me sorprendió gratamente. Que no se malinterprete: soy una artista popular y me siento muy querida, pero las demostraciones de amor que he vivido últimamente estremecieron mi corazón. 

Durante los tres años en que trabajé, fui testigo de cómo cada cambio de gerencia se metía con Intrusos y a pesar de los movimientos o de donde lo pusieran, el programa anduvo bien. ¿Por qué me sacaron si funcionaba? Las malas lenguas dicen que quizás sea por mis opiniones públicas o los artículos que escribo aquí en Página. No lo sé, solo puedo contar que para mí fue un año en que sentí la necesidad de expresar mi descontento ante la injusticia y la violencia desmedida hacia quienes no tienen voz, las disidencias, las mujeres, lxs pobres, jubilados, docentes, médicos y estudiantes. 

Soy una persona que no se siente dueña de la verdad de todos los temas, pero sí creo que las discusiones y el intercambio de ideas con argumentos y en el marco del respeto son sanas para cualquier sociedad democrática. Estamos viviendo un presente de persecución a diferentes referentes de la cultura y los medios. Esta semana, nos enteramos de que sacaron de radio Rivadavia a Marcelo Longobardi y a Viviana Canosa, dos periodistas que comenzaron a ser críticos con el gobierno. ¿Es casual? Tampoco lo sé. La de callar voces o amplificar otras de acuerdo con la línea ideológica expresada es una metodología que se utiliza desde la dictadura militar en adelante y que todos los gobiernos adoptaron en menor y mayor medida: ninguno queda afuera de estas prácticas. ¿Tiembla la democracia? No. Por suerte hay muchos canales de expresión donde seguir señalando las injusticias. 

Sí soy consciente de que el gobierno está llevando a cabo una batalla cultural sostenida y planificada. El nuevo interventor de Canal Encuentro, al asumir, lo dejó en claro: "Se terminaron los contenidos de diversidad". Cecilia Roth reflexionaba hace poco en una entrevista sobre la censura y aquellos temas de los cuales no se puede hablar: la dictadura militar, los proyectos que suponen diversidad, el cambio climático. Incluso películas donde actúa Lali Espósito. Está claro que todo esto se enmarca en una estrategia, porque para que funcione esta censura es clave que la gente se convenza de esa idea maliciosa instalada de que los trabajadores de la cultura son parásitos. 

La nueva gerencia de América tiene todo el derecho a decidir qué nuevo destino le quiere dar a su pantalla y los dueños de los canales también tienen la posibilidad de alinearse con el gobierno de turno para no perder su negocio. No se olviden de que el que viene es un año electoral y cuantos más medios amigos consiga un partido, mejor le puede ir. Es lógico que en la balanza empresarial que decide si pesa más la obtención de ganancias o conservar a una comunicadora, salga perdiendo yo. No hay duda y no lo veo mal. Estos años pude apreciar de cerca qué frágiles son las convicciones políticas. Ayer gritaban voten a Massa y hoy, viva la libertad, carajo. Son decisiones y cada unx sabe con qué demonios quiere encontrarse al apoyar la cabeza en la almohada. 

Por lo visto, en esta época, una trava empoderada, glamorosa, mamá, esposa, feliz y orgullosa es un posible objetivo de la batalla cultural proyectada. No es una libertad que guste a cierto sector que considera que una ESI diversa es adoctrinamiento. Me pregunto qué nombre darle a la obligación de vivir en el binarismo. ¿Volvimos a la prehistoria? Cada política pública presentada atenta contra las disidencias y las mujeres. Si se pudiera, sería mejor que no existiéramos. Estoy segura de que no tiene que ver con lo que yo pueda decir, sino con el mero hecho de ser y representar a una trava con dignidad. Porque mi familia, mi identidad, mi orgullo y mi libertad brotan por mis poros. Donde pise, soy una declaración de resiliencia, sueños y libertad. Quedarme sin pantalla lo único que provocó en mí son las ganas de reconstruirme, de hacer más que nunca, de comunicar otras realidades. No sé dónde ni cómo, o de qué manera. Si por YouTube, radio, streaming o Instagram. Solo quiero reconvertirme porque sé que están ustedes ahí, haciéndome el aguante. Ya me despedí de América y sé que nos volveremos a ver en algún lugar. Hoy no les digo adiós, sino hasta pronto y como dijo la querida Eva Perón, ¡volveré y seré millones!