La semana pasada hubo una nueva advertencia para el equipo económico sobre la velocidad con la que reacciona el dólar en la Argentina. El precio de los tipos de cambio financieros era casi idéntico respecto del dólar mayorista a inicios de diciembre. Se había cerrado la brecha cambiaria y el gobierno lo mostraba como un resultado de la confianza que producen sus políticas en el mercado. Sin embargo, en menos de cuatro días se registraron subas que llevaron el blue arriba de los 1200 pesos, provocaron una sensación de incertidumbre que no se percibía desde julio pasado y obligaron al Banco Central a reforzar sus intervenciones en el MEP.

La presión cambiaria que reapareció la semana pasada parece anclarse en varias inconsistencias que atraviesan a la economía argentina y que generan dudas para los próximos meses. Sólo para mencionar algunas, puede indicarse que este año la soja bajó de 500 a 350 dólares, que Brasil devaluó su moneda más del 20 por ciento, que las reservas del Banco Central siguen siendo negativas, que el stock de deuda en pesos (si se lo mide en moneda dura) es equivalente al que había en 2018 cuando estalló la crisis de las Lebac y que el dólar valuado en términos reales está en mínimos históricos.

Por el momento, la volatilidad del dólar no se trasladó a los precios de los activos bursátiles. El riesgo país siguió debajo de los 700 puntos, mientras que las acciones experimentaron jornadas de euforia (algunos bancos llegaron a tener saltos de hasta casi 20 por ciento en dólares) y los bonos soberanos continuaron aumentando para ubicarse cada vez más cerca de los 75 dólares de paridad.

En el equipo económico se aferraron a esta baja del riesgo país, la suba de los bonos en moneda extranjera y el furor por las empresas argentinas que operan en Wall Street para afirmar que el optimismo del mercado sigue intacto. En el gobierno restaron importancia a los rebotes del dólar y ensayaron una explicación de manual. Se dijo que es un efecto pasajero provocado por la compra de divisas que hacen los argentinos que saldrán de vacaciones en los próximos meses.

La intención de transmitir tranquilidad sobre el futuro del dólar no se quedó exclusivamente en esas declaraciones. En medio de la volatilidad (y de las intervenciones en el MEP) se instaló la idea de que en breve habrá un nuevo acuerdo con el FMI. El propio Milei aseguró que el próximo trimestre podría entrar plata fresca del Fondo Moneario y que se usaría para “abrir el cepo”.

Sin embargo, las palabras del gobierno para bajar las expectativas de devalaución parecen tener gusto a poco cuando se revisan los puntos que volvieron a encender la incertidumbre de los inversores en los últimos días y que reanimaron la compra de dólares tanto en la bolsa como en el mercado informal. Uno de los factores de presión más comentados en el mercado es la devaluación de Brasil, que en lo que va del año provocó que el real aumente casi 25 por ciento y acelere la pérdida de competitividad argentina (tanto para la industria como para el turismo).

Pero los elementos que muestran las inconsistencias del esquema macroeconómico no son únicamente externos. En el último informe informe de la consultora 1816 se precisó un dato que lo muestra a la perfección. El documento de la consultora explicó que el stock de la deuda en pesos del sector público es equivalente a más de 100 mil millones de dólares. Se trata de un nivel casi idéntico al que había a comienzos de 2018 cuando estalló la corrida contra las Lebacs. El punto es que si todos estos pesos quieren salir al mismo tiempo, ¿qué pasa con el precio del dólar?

La consultora lo puso en estas palabras: “El desarme de las posiciones en pesos de la semana pasada (que provocó los saltos de precio del dólar) se dio en un contexto en el que el stock de bonos en moneda local del Tesoro y los pasivos remunerados del Banco Central medidos al contado con liquidación llegaron en noviembre a niveles equivalentes a los máximos de Macri”. Esto no significa que al gobierno le espera una corrida inminente, ni que ocurrirá una devaluación que sea descontrolada. Pero enciende todas las luces de alerta y hace pensar que la opción de barrer los controles cambiarios es sólo un anhelo del equipo económico.