A la obra de Shirley Jackson le costó bastante tiempo abrirse paso en castellano. En Estados Unidos uno de sus cuentos, “La lotería”, es material de lectura escolar; cuando se publicó en The New Yorker, en 1948, recibió medio centenar de cartas de lectores indignados. Su nombre, sin embargo, no permaneció en primeras líneas y en nuestros países era una contraseña. Las últimas dos décadas, sin embargo, trajeron