El gobernador Maximiliano Pullaro y el intendente Pablo Javkin terminan un año soñado en un contexto político tan inédito como viciado. El presidente Javier Milei no les dió nada, pero a la vez les dio todo: El presupuesto, la infraestructura y la convicción política de terminar con la violencia narco que destrozó a esta ciudad y a la provincia en los últimos años. Sin eso, nada más se podía pensar o gestionar con determinadas chances de éxito. Tan así que después de la crisis de marzo, donde las bandas decidieron enfrentar al Estado directamente como nunca lo habían hecho hasta ahora, con la saga de asesinatos de trabajadores en plena calle; se abrió el camino para las transformaciones que tenía en mente sobre todo el gobernador Pullaro.

Con la misma lógica que afrontó la crisis de inseguridad y violencia, el jefe del Ejecutivo provincial aplicó la idea del enemigo para los gremios del sector público a sabiendas de que la sociedad ya había mostrado en las urnas que no estaba dispuesta a defender a los empleados públicos y mucho menos a las conducciones gremiales de cualquier tipo. Así atropelló derechos de todo tipo a los que previamente presentó como “privilegios” de cada sector.

El blanco preferido fueron los sindicatos con más poder de combate: Los docentes oficiales y privados a los que les arrebataron la llave para conseguir cualquier conquista futura con la implementación del presentismo de los ‘90, dispuesto ahora con nuevos ropajes. Después vinieron los sindicatos de las empresas públicas como la EPE y Assa, y para esa altura a los gremios representativos de los empleados de la administración central como ATE y Upcn no les quedaba otra que el escenario de la negociación en condiciones muy poco favorables.

El gobernador lo dice con claridad: “Mis enemigos no son los trabajadores, son los sindicatos. Conmigo a los sindicatos les va a ir mal”. Ni siquiera se preocupa por hacer alguna distinción por algún gremialista o gremio en particular sino que arremete contra la institución sindical en su conjunto. Es lógico si se tiene en cuenta que los proyectos presentados en el Congreso que plantean la más profunda flexibilización laboral y quita de poder a los sindicatos, son de autoría radical. Hasta el propio Milei los tiene pisados para tener margen de maniobra con la CGT.

Una vez despejado ese frente, el gobierno de la provincia puso proa a las reformas y las consiguió en apenas tres meses de labor. Ese fue el tiempo que demandó bajar al recinto el peso de la mayoría en ambas Cámaras y con el inestimable aporte de un sector de la oposición; se hizo de la retrógrada reforma previsional, la reforma judicial y de la Corte Suprema y, finalmente, el broche de oro histórico de la reforma constitucional. Justo es señalar que la oposición no aportó voluntades y se opuso cerradamente a los cambios jubilatorios que perjudican severamente a los futuros pasivos provinciales -y también a los trabajadores actuales- con la excusa de “salvar” la Caja de Jubilaciones de Santa Fe.

El gobierno de Pullaro puede verse como en un gran tablero donde las fichas se apilan y avanzan. Conquistó el Ejecutivo, dominó el Legislativo y le quedan pocos resortes fuera de su alcance en el Poder Judicial. Si consigue su reelección en la Convención Constituyente, habrá derribado el último escollo.

Con el gobierno nacional, Pullaro se dió cuenta de que era ir contra una pared. No crítica abiertamente a Milei porque sabe que muchos de sus votantes lo eligieron también y porque está fuertemente sostenido por una porción para nada desdeñable de la sociedad argentina. En política, los colegas no critican a quien está en ascenso. Se espera otro momento a no ser que la andanada de críticas sirva para recortar un perfil del opositor. Pero en abril, el gobernador enfrentará formalmente por primera vez a La Libertad Avanza, en la elección de convencionales sobre la que los dirigentes libertarios ya demostraron interés. Por eso en los últimos días, los ministros provinciales levantaron el tono contra el gobierno nacional sobre todo en materia de obras viales en Santa Fe. Por eso también la nación firmó un decreto por primera vez habilitando 85 mil millones de pesos para trabajos por tres años en las rutas nacionales que cruzan el territorio como la 11, la 178 y la 34.

Este contexto electoral próximo y las ambiciones futuras de LLA en la provincia, hicieron que por segunda vez en poco tiempo Pullaro sea excluido deliberadamente de actos oficiales donde se bajaron recursos a la provincia. Las dos veces pasó de la mano de una “amiga” como Patricia Bullrich. Primero en los anuncios de obras de infraestructura para barrio Tablada en Rosario, y esta semana en la visita a la nueva cárcel de Coronda. Pullaro sigue siendo miembro de la oposición amigable, pero tampoco es cuestión de que crezca tanto. Si hay alguien que conoce estas reglas no escritas es el propio gobernador y no se queja.

Con la suerte atada

Pullaro y Javkin no son amigos y nunca lo serán. Pero sí son aliados estratégicos desde el momento en que depusieron armas internas en el frente Unidos y quedaron ungidos de la responsabilidad de la gestión. En otro contexto, el intendente de Rosario aunque perteneciente a la misma colación, representaría un futuro peligro electoral para cualquier gobernador. Pero en este sentido, las cosas ya están claras entre ambos y selladas con el peso de la realidad que les ha tocado enfrentar.

Por primera vez en cinco años, Javkin puede disfrutar de la administración al frente del Palacio de los Leones. La pandemia y la violencia le arrebataron prácticamente entero su primer mandato. Aunque puede colgarse la medalla de ser uno de los escasos ejecutivos reelectos después de ese tsunami llamado Coronavirus.

Pasados los dramáticos momentos de la crisis de violencia de marzo de este año (hay que pensar que el principal y más nutrido grupo de opositores en la ciudad, alcanzó un acuerdo bajo la denominación “Rosario sin miedo”; la segunda gestión del intendente tomó impulso. Obras públicas, estabilización de los servicios esenciales, exitosa colocación de deuda para infraestructura urbana y, en las últimas horas; el ambicioso y discutido proyecto del estadio Arena Rosario, el presupuesto para el año próximo y la ordenanza impositiva. 

Pero para poder pensar en cualquier proyecto, primero había que dejar de pensar que cualquier día, en cualquier hora y en cualquier lugar; podían matar a un colectivero, a un taxista o a un playero de estación de servicio. Y eso fue lo que pasó después de marzo. Javkin hizo lo que cualquier intendente debe hacer: Coordinar y ser escuchado por la provincia y la nación para enfrentar ese flagelo (ver entrevista en esta misma edición) . Así lo hizo pero con resultados negativos con el gobernador Omar Perotti y el presidente Alberto Fernández. En ese sentido el mandatario peronista y el dirigente de Creo tuvieron el mismo trato: El gobierno nacional no les prestó atención a ninguno de los dos y hasta se molestaban cuando iban a Buenos Aires para contarles los muertos, las balaceras y la angustia de santafesinos y rosarinos. Con Pullaro y Bullrich las respuestas aparecieron certeras porque sabían que en eso se les iría la gestión.