Tardó en llegar, pero sucedió. El viernes a la noche, Juliana Gattas finalmente debutó como solista. La socia de Ale Sergi en Miranda! presentó en Niceto Club su primer disco fuera de su sempiterna banda, Maquillada en la cama, publicado en marzo de este año. Y lo hizo con un show fabuloso en el que no sólo demostró nuevamente que es una de las mejores performers de este país, sino que también tiene una vida propia y un lenguaje auténtico más allá de ese emblema del pop a la argentina que bien ayudó construir. No hay duda de que es una pieza indispensable en el armado y la identidad de la banda, aunque seguía siendo un enigma, luego de todos estos años, qué parte del sonido y de la estética del tándem provenía de su esencia. A partir de ahora, que se animó a revelarlo, quedó claro. Clarísimo.

Por supuesto que no es fácil para ningún artista que patentó una marca propia salir de su lugar de confort, pero su misma condición de prócer de una escena le exigía ir a por más. La historia se lo reclamaba. Sin ella no sería posible Miranda!, ni tampoco la existencia de la novel generación de músicos y músicas locales que hicieron de la marginación y de lo freak una fuente inagotable de recursos para la cultura pop. Gattas logró limpiar el pundonor de lo kitsch al transformarlo en vanguardia pura. Por eso era un acto de justicia para con su legado y hasta de responsabilidad cultural que explorara otros caminos. Si bien es verdad que esta etapa de su carrera musical la aleja cada vez más de su deseo adolescente de ser una jazzera, que se quede tranquila porque su figura es lo más cercano que hay en el país a Nina Simone.

Aunque cuando lo desea, apelando a la metamorfosis según David Lynch en Lost Highway, la artista se desdobla en Grace Jones, en Donna Summer o en Raffaella Carrà, a quien invocó para despedirse del público mientras sonaba “Rumore”. También reivindicó en la primera de sus dos fechas en la sala del barrio de Palermo (la segunda estaba pautada para este sábado) a Celeste Carballo, a través de su revisión de su hit “Me vuelvo cada día más loca”, con la complicidad de Marilina Bertoldi. A la que invitó además a boxear en el pasaje instrumental de la canción (el tándem subió en noviembre a las plataformas musicales su revisita de ese clásico). Ese gesto no hace más que consagrar ese lugar de icono queer que confeccionó a punta de trabajo. Antes que “Dama del pop”, ella es por sobre todo es una laburante.

Por eso mismo convocó a otro trabajólico, amén de colega en la militancia pop, el músico chileno Álex Anwandter, para que se encargara de la producción de su primer álbum solista. Por más que fue inevitable que su identikit sonoro salpicara al repertorio, al final de cuentas logró que Juliana Gattas se mostrara tal cual es. Lo que evidenció desde el inicio del show, con el R&B saturado de electrónica “Borracha en un baño”. Matiz que viró hacia ese sonido popero de manufactura ochentosa, al estilo del español Iván o de la mexicana Daniela Romo, en “La casa del amor nocturno”. El erotizante “Botas negras” cerró esa electrizante terna introductoria, con el público rindiendo culto al dios Baco, brincando y festejandode la misma forma que lo hace con Miranda! Pero en eso fue lo único que se pareció el recital a la dupla.

Amparada por una terna de músicos que conocen el arte del groove, al tiempo que logró ser fiel a la naturaleza del repertorio del disco, Gattas convidó asimismo a los integrantes del grupo español de pop alternativo Papá Topo a cantar un tema suyo, “Me voy a desenamorar de ti”, que secundó a “Miro hacia el cielo”, con el que bajó un cambio tras ese arranque vehemente. Al momento de hacer la electrorockera “Emocionalmente tuya”, la artista ya contaba también con el apoyo de una dupla de actores que levantaron aún más la situación performática, así como la cantante Lulú Alvarado, quien no sólo sirvió de socia de la estrella pop, sino que también se transformó en un espectáculo aparte. Lo que le inyectó un equilibrio sublime al espectáculo, por más que abundaba data sobre el tablado.

Pese a que la puesta en escena apeló por una suerte de art decó retrofuturista, hubo espacio para la bizarreada, como cuando la frontwoman apareció con un teléfono de línea gigante. O la irrupción de un estriper medio sado en el tema “Un taxi al infierno”, que contó con la participación de Anwandter. Antes Gattas desenvainó “Lejos del fuego” y una sorprendente apropiación de “Weekend”, clásico de la banda de culto argentina DDT. No hubo señales de Ale Sergi, lo que le sumó para este debut, ni tampoco se acudió a las canciones de la banda. Para el bis, la cantante y compositora recurrió a “Maquillada en la cama” y, al viejo estilo de la música pop, repitió el caballito de batalla del disco, “Borracha en un baño ajeno”, abriendo la puerta hacia otra dimensión. Una por la que valió la pena la espera.