Una de las prioridades centrales del próximo gobierno estará orientada a debilitar a la República Popular China mediante una guerra híbrida, una de cuyas facetas se llevará a cabo mediante medidas comerciales y arancelarias. Es muy probable que el objetivo de dicha política exterior esté influido por la teoría geopolítica de Halford John Mackinder, quien consideró, a principios del siglo XX, que una articulación continental entre Europa y Asia podría excluir a las Islas Británicas y al continente americano de los centros de poder global.

En 1971, en plena guerra de Vietnam, Richard Nixon advirtió la oportunidad de resquebrajar las relaciones entre Moscú y Beijín. El 15 de julio de aquel año, luego de una reunión entre el líder chino y Henry Kissinger, el presidente estadounidense anunció el inicio de las relaciones con la República Popular, con el claro interés de aprovechar las desavenencias tramitadas en aquel momento entre los comunistas, los líderes soviéticos y Mao Tse-Tung. Esa iniciativa, conocida en Washington como la Operación Marco Polo, amplió el desencuentro entre China y Rusia, experimento que volverá a activarse en el segundo periodo presidencial de Donald Trump.

A diferencia de lo sucedido medio siglo atrás, las coordenadas parecen haber cambiado. Washington pretende debilitar el bloque continental euroasiático otorgándole beneficios a Moscú (el fin de la guerra con Ucrania) para debilitar a China en momentos en que se profundiza y se amplía una alianza estratégica sin límites entre Vladimir Putin y Xi Jinping. La proposición de Trump de terminar con la guerra en Ucrania se inscribe en ese triple propósito concatenado: socavar el vínculo entre Moscú y Beijín, resquebrajar la producción industrial europea mediante la mayor dependencia de la oferta energética y condicionar la defensa militar de Bruselas a los acuerdos de venta de armas estadounidenses.

Una de las evidencias más explícitas del cambio de visión respecto al conflicto en Europa Oriental fue el cuestionamiento del teniente general Keith Kellogg –representante especial de Trump para la guerra de Ucrania– quien catalogó el asesinato del general Kirílov, por parte de los servicios de inteligencia de Kiev (SBU), como una acción terrorista. “Esto simplemente no cumple con las reglas de la guerra. Si eres un general, entonces solo eres un objetivo legítimo en el campo de batalla”. Para poder resquebrajar a China, la administración de Trump necesita –además de quebrar el vínculo de China con Rusia– debilitar lo máximo posible el entramado explicitado por Xi Jinping para integrar la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Una cantidad relevante de esos países se encuentra en el área comprendida por el Cercano Oriente, la Península Arábica y el Golfo Pérsico, las zonas de conflicto armado recurrente, incentivadas por el Departamento de Estado.

Trump intentará, en forma exasperada, volver a recuperar la hegemonía económica global a través de los recortes fiscales a los empresarios, la reindustrialización, las políticas arancelarias y el negacionismo ambiental. Para apalancarse a nivel doméstico, el presidente electo profundizará en su relato de chivos emisarios, como máximos responsables de las actuales penurias estadounidenses: (a) los inmigrantes pobres, sobre todo latinoamericanos, (b) la cultura Woke, que reivindica el derecho a la diferencia y su reconocimiento en un plano de igualdad, y (c) el Estado Profundo (Deep State), expresión que refiere a las instituciones que potencialmente pueden restringir el despotismo trumpista.

Para exhibir una imagen contrapuesta a estos tres enemigos internos, el presidente electo presentó a su gabinete, compuesto por multimillonarios, protagonistas famosos de shows mediáticos y amigos que le garantizan lealtades a prueba de deslices. Uno de ellos es Elon Musk (foto, con Trump), el sujeto más adinerado del planeta, cuya fortuna supera los 400 mil millones de dólares, un monto similar al Producto Bruto Interno de Dinamarca. El propietario de Tesla y SpaceX se encargará de los ajustes del gato público y de garantizarse las ventajas monopólicas para sus empresas. La primera, denuncian sus competidores, será la eliminación de la disposición que obliga a informar los accidentes automovilísticos, incluyendo los generados por sus autos robotizados sin conducción humana. La medida permitirá que se invisibilicen los –hasta la actualidad– 1500 accidentes producidos por sus vehículos.

Un gran admirador de Musk, el senador Marco Rubio, fue elegido como jefe del Departamento de Estado. Desde que fue nominado, se encargó de amenazar a aquellos países de América Latina que no aceptan el injerencismo neocolonial. Uno de los funcionarios que le respondió fue el viceministro de Relaciones Exteriores cubano, Carlos Fernández de Cossío, quien insistió en el fin del bloqueo y en la exclusión de su país de la lista de países patrocinadores del terrorismo. Como respuesta a las provocaciones de futuro Secretario de Estado, advirtió que: “Dentro de cuatro años, el gobierno de Trump habrá terminado, y la Cuba socialista seguirá aquí.”.