A nivel global, la tragedia de la central nuclear de Fukushima (Japón, 2011) parece haberse superado. Más atrás en el tiempo, también quedó relegada la crisis desatada en Chernóbil (Ucrania, 1986). El mundo, en pleno siglo XXI, se encamina a una nueva saga de desarrollo tecnológico que se será protagonizada por la IA. Y en ella la energía atómica jugará un papel preponderante por el elevado nivel de consumo eléctrico del hardware.
El gobierno argentino exhibe sus intenciones de participar de esta ola transformadora, pero al mismo tiempo ajusta a los profesionales encargados de liderarla. Paraliza la construcción de reactores modulares como el Carem y, en paralelo, anticipa la construcción de uno similar desde cero. El asesor Demian Reidel será quien lidere el Plan Nuclear Argentino y está convencido de que al país le espera un “verano nuclear”; aunque para ser justos, todas las acciones desde que el elenco libertario asumió a fines de 2023 anticipan más un “invierno nuclear”.
¿Cómo espera el gobierno saldar estas contradicciones a futuro? ¿Se puede querer “refundar” un área de la ciencia y la tecnología, cuyos desarrollos se vinculan con proyectos de largo aliento? ¿Qué apuestas realizan otros países del mundo?
"Ningún anuncio concreto"
Adriana Serquis, extitular de la Comisión Nacional de Energía Atómica, analiza la presentación del viernes y dice a Página/12: “El discurso sigue lleno de contradicciones y de falta de información. En verdad, no tiene ningún anuncio concreto. Es muy raro hablar de un SMR (reactores modulares pequeños, por sus siglas en inglés), sin mencionar al que ya tenemos, el Carem, que posee un 70 por ciento de avance (en la construcción). Es una manera de que el proyecto se caiga; probablemente utilizarán a todo ese equipo técnico para poder iniciar el nuevo, que por otro lado no tardará menos de 10 o 15 años. Suena más a especulación financiera que otra cosa”. Y continúa: “Solo es un anuncio rimbombante, con el único objetivo de destruir lo que ya existe”.
Nicolás Malinovsky, ingeniero electricista (Universidad Nacional de Río Cuarto) y especialista del área, plantea: “Estuvimos diez días esperando la presentación y la verdad es que podríamos definirlo como ‘El no plan nuclear’. Esperábamos, como el presidente había anticipado en algún stream, algo sobre Atucha III, pero eso no apareció. Lo que sí dijo es que construirán un reactor modular en el predio de Atucha, pero omitió que desde 2014 ya se está construyendo uno: el Carem”. La pregunta queda abierta: ¿qué reactor y con qué tecnología se realizará?
“La gravedad de este anuncio es que la sociedad compre los espejitos de colores sobre un nuevo plan y terminemos con un sector --que es construido desde hace más de 70 años-- totalmente extranjerizado y sin capacidades científicas-tecnológicas locales”, sentencia Malinovsky.
A tono con su mapa conceptual, Milei apostará a proyectos que sean financiados por grupos extranjeros (con el fin de mantener el consabido déficit cero) y que posibilitarán, desde su perspectiva, un “retorno triunfal”. Sería una revolución que el gobierno plantea liderar en la región a partir de la suspensión de la construcción de reactores ya avanzados; también de la expulsión de recursos humanos que, ante los magros salarios, son invitados a dejar instituciones emblemáticas; y surgiría del liderazgo de Reidel, una persona formada en economía financiera y que desde hace tiempo no se vincula con el universo nuclear.
Además, ¿un retorno triunfal de dónde? Si Argentina destaca en el rubro desde hace años, gracias a la promoción de la ciencia y la tecnología desde el Estado.
Una motosierra ciega, sorda y ruidosa
El Plan, según el gobierno, tendrá dos etapas. La primera implicará la construcción de un reactor modular pequeño (SMR) en el predio de la Central Nuclear Atucha. En este punto, el gobierno trata de impulsar los modulares porque son más eficientes, se pueden elaborar a escala y son de bajo costo. El Carem, de hecho, respondía a estas características y, como refieren Serquis y Malinovsky, estaba por ingresar en su última fase de fabricación: en este proyecto el Estado invirtió muchísimo dinero y comenzó una década atrás.
Lo que probablemente no tenga en claro el gobierno es que cuando de ciencia y tecnología se trata, los procesos desbordan a los mandatos políticos. Al respecto, Serquis detalla: “Milei no tiene en cuenta el tiempo de licenciamiento para iniciar la obra, el análisis del sitio, su construcción, el licenciamiento de la operación, la puesta en marcha. Un reactor nuevo lleva muchísimo tiempo y por eso nadie proyecta algo desde cero si no tiene en cuenta que podría demorarse una década al menos. Necesitás fortalecer, además, toda la cadena de valor; a las empresas metalmecánicas, que son las que conocen el campo para poder proveer y resolver problemas”.
La segunda etapa del Plan prevé el desarrollo de reservas de uranio, el combustible esencial para el funcionamiento de las centrales. Prometen hacerlo con “tecnología 100 por ciento argentina, desarrollada por nuestros ingenieros nucleares, quienes son reconocidos entre los mejores del mundo”. Esta es otra de las contradicciones que reveló la presentación del viernes, en la medida en que el propio Milei quería “privatizar” al Conicet y sostiene que las universidades “son un curro”.
¿Dónde cree el presidente que se forman los científicos y tecnólogos que lideran proyectos complejos? ¿De dónde provienen esos intelectuales que, en el presente y en sus palabras, producen “orgullo”? De acuerdo a un informe de ATE, los trabajadores del sector perdieron un 31 por ciento de su poder adquisitivo en todo 2024. “Hoy el sector nuclear es una suerte de pecera en donde varios empresarios privados intentan captar sus recursos humanos. Formados durante años por el Estado argentino, se van a las petroleras, al comercio electrónico y a las financieras por la situación crítica salarial”, aporta Malinovsky.
La Comisión Nacional de Energía Atómica, en las últimas décadas, ha estado en el centro de un sistema articulado y vigoroso de impulso al área nuclear. Trabaja en conjunto con Nucleoeléctrica Argentina, la compañía argentina que opera las centrales Atucha I, II y III, y que en la actualidad es sometida a un proceso de privatización incierto. También, la CNEA es propietaria de la Empresa Neuquina de Servicio de Ingeniería, que gestiona la planta industrial de agua pesada; y articula con Dioxitec, la firma que importa el uranio necesario para poder fabricar los combustibles de las centrales nucleares. Ambas, con un futuro insospechado por propios y extraños. Lo mismo con Invap: Milei se entusiasmó con la empresa estatal, y rápidamente la ponderó cuando se enteró que fue la responsable principal de los reactores que se exportaron a Australia y Holanda. Así, mediante el famoso decreto 70, la obligó a convertirse en Sociedad Anónima.
Como punto a destacar, Malinovsky comenta: “Quizás lo novedoso es la creación de un Consejo Nuclear, integrado por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el ministro de Defensa, Luis Petri, y la CNEA, a través de Germán Guido Levalle. Este sí es un aspecto a resaltar porque en años previos los sectores nuclear y militar no se vinculaban. Habría que ver cómo se traduce en el futuro, aunque siempre el uso sea con fines pacíficos. En eso Argentina tiene tradición”.
También a contramano
En el presente, el 10 por ciento de la energía eléctrica surge como resultado de la nuclear. Ese porcentaje es posible gracias al trabajo que realizan 416 reactores repartidos en 33 países. Con los más de 60 que están en proceso de fabricación, se prevé que el 10 por ciento escale a 18 o 20 por ciento en los próximos años. A nivel doméstico, se estima que entre Atucha I, Atucha II y Embalse, actualmente, aportan el 7 por ciento de la generación eléctrica nacional.
Ese salto exponencial y la apuesta de las diferentes naciones se explica, fundamentalmente, por dos razones: la energía nuclear realiza bajas emisiones de gases de efecto invernadero y fortalece el autoabastecimiento eléctrico sin depender de terceros. La tercera está clara: el planeta marcha hacia el diseño de sistemas de aprendizaje automático y la IA, cuyo entrenamiento demanda importantes cuotas de energía.
La nuclear es la segunda fuente de energía en EEUU: cubre el 20 por ciento total de la demanda eléctrica, a partir del funcionamiento de 90 reactores. Luego, Francia y China poseen más de 50 en operación. El gigante asiático, en el presente, redobla la apuesta y presentó un plan agresivo para construir 29 más. Japón, de hecho, parece haber superado Fukushima y tiene intenciones, de cara a 2040, que la energía atómica cubra un quinto de la demanda energética total del país.
En todas las naciones pujantes, el Estado impulsa el desarrollo científico y tecnológico como motor de cambio y progreso. Por eso, lejos de tener “un topo que busca destruirlo desde adentro”, los gobiernos articulan decenas de instituciones públicas que trabajan de manera coordinada y, a largo plazo, obtienen resultados. Como ya sucedía en Argentina, antes de la "refundación" de Milei.