No tenía la menor intención de controlar sus impulsos. Su conciencia estaba nublada. El colapso de su estado nervioso era fatal. A su lado, los militantes con pancartas, banderas, bombos, mates, las madres con sus criaturas en brazos y a lo lejos una olla humeando un guiso de arroz. Este deterioro precario aumentado por esta gestión de gobierno solo nos muestra más de lo mismo en un zoom trágico.

Ayer a la tarde, un amigo me decía, para fin de año me voy a Brasil y estoy esperanzado por este gobierno. Además, los que estaban mal antes, siempre estarán mal. Ese estigma de los pobres siempre pobres. Entonces, la limosna del gobierno de turno para paliar las urgencias, ni siquiera básicas.

Ya no se registra el impacto de la desigualdad entre los habitantes de esta patria. O más bien se evade y se naturaliza esa mirada incómoda de ver a personas de tu ciudad durmiendo en las calles, comiendo de la basura, y a la masa trabajadora endeudándose hasta las tripas.

Al exteriorizar su bronca hacia algún responsable con rostro de enemigo, no se salvaba de su infierno íntimo, pero lo calmaba. No se vislumbraba en una piscina de litio nadando con una copa de sidra en la mano derecha y un fajo de billetes verdes en la izquierda. Solo se descargaba. No tenía bien en claro hacia quien, si el porqué.

Los colectivos, los taxis, los vehículos, los carros, los conteiner de basura saqueados, las personas de a pie, los pájaros en el cielo, los arboles florecidos, el sol apabullante, algunas nubes viajando indómitas, una brisa ribereña leve, los negocios adornados con la cosmética navideña, los bares con las mesas en las veredas, la tribuna de Regatas vacía, la construcción de la tribuna alta del Palomar, un mural del Che Guevara, un perro adormecido en la puerta de gobernación, dos amigas fumando un porro en el banco de la Plaza Bélgica, al lado, un indigente despertando de su noche alucinada, técnicos de la EPE y de Aguas Provinciales comiendo facturas sentados, mirando sus celulares, tres chicos de “Pedidos Ya” tomando un porrón Quilmes, Olga, con su bastón, en busca de carne picada para sus fabulosas empanadas, en la Maternidad Martin se escucha un nuevo llanto naciente de un alma en trance hacia este mundo material y hostil, Litto Nebbia anda por la ciudad tocando sus canciones, y adentro tuyo un misil a punto de salirse hacia un objetivo, aún no identificado.