Resulta extraño no ver la más reciente película de Clint Eastwood en el cine, habida cuenta de su distribución en plataformas. Más aún cuando el comienzo de la película, fiel al cine del director, inicia con el logo de Warner en blanco y negro: un gusto clásico que solo tendrá lugar en pantalla chica. Por otro lado, volver al cine de Clint Eastwood y reencontrar sus imágenes, provoca una atracción peculiar, que permite pensar lo visto en relación a una obra sólida, en donde por supuesto pueden señalarse puntos altos (El jinete pálido, Río Místico, Los imperdonables, y otras) y otros menores, pero consecuentes con una forma de pensar el cine que es también la de mirar el mundo. Pero cine y mundo han cambiado, se dirá.
Por eso mismo y con más razón, si Eastwood vuelve a filmar, es porque hay algo que todavía tiene para decir; y para hacerlo, apela a la manera más acostumbrada: contar una historia a través de un género; en este caso, el drama judicial. No hay género que Eastwood no haya intervenido, algo que lo cataloga como un cineasta de estirpe clásica. Confía en contar historias y lo hace de la manera tradicional, por medio de tópicos y lugares comunes; conocerlos y ponerlos en movimiento no es algo que sepa cualquiera. La ductilidad de Eastwood es ejemplar, y Jurado Nº 2 lo corrobora.
De esta manera, el argumento sitúa rápidamente al espectador en lo que importa. Justin (Nicholas Hoult) es llamado a participar como jurado; aun cuando el nacimiento de su hijo sea inminente, no podrá disuadir a las autoridades. Tendrá que participar en un caso donde el acusado parece haber provocado la muerte de su pareja. Entre la vida doméstica y el deber cívico, el film de Eastwood traza una primera demarcación, o relación; es decir, el vínculo entre ambas instancias es esencial a la vida social, pero el protagonista -y no es el único- busca excusas que le permitan evitar la responsabilidad.
Por otro lado, la culpabilidad del acusado parece tácita. Y si a eso se suma que son varios los miembros del jurado que quieren volver rápido a su casa, el veredicto parece cantado. Pero allí es donde Justin juega el lugar incómodo, y a la manera de Henry Fonda en 12 hombres en pugna (1957) provoca el disenso, la discusión prolongada, y la revisión de los supuestos.
A diferencia de aquel film -ópera prima de Sidney Lumet-, en Jurado Nº 2 Eastwood propone una variante que anida en el propio protagonista, en Justin, y que obliga a una situación tempranamente divergente, que abre un posible paréntesis a lo sucedido en los hechos que inculpan al acusado. Eso es algo que aquí no se revelará, pero en relación a la película, sí puede decirse que no es información oculta al espectador; en todo caso, de lo que se trata es de ver hasta dónde puede sostenerse un estado de la cuestión que oculte o desvirtúe verdades, más aún si hay conveniencias personales.
Para el caso, vale el ejemplo de la abogada querellante (Toni Colette), cuyo desempeño está ligado a su ascendente carrera política, de manera tal que del éxito en su tarea dependerá la probable victoria en las elecciones próximas. Como es de esperar, el film provoca una revisión que obliga a los personajes, y a quienes miran la película, a desandar con cuidado lo creído. Y el director de Los puentes de Madison provoca tales cuestiones desde las maneras acostumbradas del cine clásico. En este sentido, el estereotipo cumple un rol fundamental; Eastwood cataloga con cara de bueno y cara de malo según corresponda. Lo acentúa con los gestos y comportamientos. Para luego señalar una contracara: el espectador tendrá que aprender a dudar de lo que la imagen le ofrece (vale agregar: una lección estética que aún no se aprendió). Para el caso de los personajes, es también sustancial el rol del consultor espiritual (pero también abogado) que interpreta Kiefer Sutherland, alguien a quien Justin recurre según cómo lo obliga la circunstancia. O el policía retirado que interpreta J.K. Simmons, quien procede según su experiencia, aun cuando ésta esté reñida con el lugar que le toca en el jurado. En rasgos generales, puede decirse que el film esparce un manto de discusión sobre una sociedad bastante cómoda en sus preconceptos; y sobre todo, dispara un dardo puntual a la corrección política y a la “cancelación”, uno de sus derivados posibles.
Eastwood cuenta una historia, sin estridencias y con solvencia, desde la sagacidad de quien sabe a dónde quiere llegar, sin tener que declamar ni “explicar”; con mucha cautela se adentra en tales consideraciones, percibidas desde el accionar de los personajes y las consecuencias. Determinar si se trata de una película a la altura de Río Místico.
Jurado Nº 2 8
EE.UU., 2024
Dirección: Clint Eastwood.
Guion: Jonathan A. Abrams.
Fotografía: Yves Bélanger.
Música: Mark Mancina.
Montaje: David Cox, Joel Cox.
Intérpretes: Nicholas Hoult, Toni Collette, J.K Simmons, Zoey Deutch, Cedric Yarbrough, Phil Biedron, Kiefer Sutherland.
Duración: 114 minutos.
Disponible en Max, Claro Video, Apple TV, Amazon Video, Microsoft Store.