En un momento del primer episodio de la segunda temporada de Frasier (reciente estreno de Paramount+), el protagonista busca confort existencial en una bola de billar encantada. “¿Frasier Crane todavía tiene eso?”. El psiquiatra más querible de la historia televisiva bate el objeto con fruición hasta que quedar satisfecho con la respuesta. “Indudablemente”, lee, y lanza una media sonrisa. De Boston a Seattle y de vuelta a la ciudad que lo erigió como uno de los parroquianos más ilustres de Cheers. El que tuvo su notable sitcom en los ’90, de lengua picante, freudiano de ley, irascible y gracioso, sibarita y el mejor alter ego de Woody Allen que nunca apareció en sus films. Y sí, los diez nuevos episodios de este relanzamiento de la ficción constatan que Frasier todavía tiene eso.
El “tercer acto”, como han llamado sus responsables a este reboot, se siente muy ajustado al formato y al personaje encarnado por Kelsey Grammer. Más añejo y recalcitrante, está por cumplir 70 años y decide saldar una gran cuenta pendiente. Bajo el pretexto de mejorar la relación con su hijo, acepta una cátedra en la Universidad de Harvard, conducir un programa de radio, mudarse al edificio propiedad de Freddy (Jack Cutmore-Scott) y disfrutar de un largo otoño sibarita. Que su único heredero haya abandonado cualquier ínfula intelectual y optado por ser bombero resulta el trampolín ideal para las reyertas esta comedia orgullosa de su canon. Las risas del público, unas pocas locaciones, diálogos punzantes, y una personalidad tan presumida y tierna como manda su historia.
La falta de su padre y su hermano Niles, se suplen con una nueva camada de arquetipos fraserianos. Ahí están la aspirante a actriz y madre soltera bostoniana (Jess Salgueiro) y un veterano colega prototipo de Ivy League con el que comparte conocimiento y placeres (Nicholas Lyndhurst). Dignísima representante de la sitcom clásica, Frasier ofrece una y otra vez lo mismo en cada episodio. Aunque debajo de ese envoltorio puede haber alguna que otra sorpresa. “Es el mundo de Frasier y el resto somos como sus satélites que tienen vida propia. Es encantador que ahora tengamos tiempos para enamorarnos de cada uno de los personajes. Los amás porque son graciosos, vulnerables y muestran sus deseos, empezando por Frasier. Ya estamos asentados en este nuevo programa”, le dice a Página/12 Toks Olagundoye quien interpreta a la profesora Olivia Finch. “Somos parte de un mundo muy completo, y los personajes están muy bien delineados. Es shakespereano pero a partir de la vida de un psiquiatra y estrella de radio”, suma Anders Keith, quien compone al sobrino de Frasier.
-¿Cómo fue sumarse a un proyecto con una vara tan alta por lo que significaron Cheers y la primera versión de Fasier?
Toks Olagundoye: -Fuimos muy afortunados en contar con los mejores escritores, actores y equipo de producción. Se nota el placer y la diversión de estar ahí, y el público agradece eso. Es contagioso. El programa es muy consciente de que se trata de un legado. Que es parte de una tradición. Fue mucho más fácil hacerlo con las herramientas adecuadas.
-La serie se presenta como el tercer acto en la vida de Frasier. ¿Qué implica eso para él y para sus personajes?
T.O.: -Para Olivia es interesante porque empezó como una fan de su programa de radio. Es psicóloga por su devoción hacia Frasier y ahora vendría a ser algo así como la jefa de su mayor inspiración. Creo que para ella ser parte del mundo de Frasier es sentirse Frasier. Está fascinada con eso, pero intenta no demostrarlo. Le gusta vivir este viaje desde adentro.
Anders Keith: -David lo percibe como el tío cool y famoso. Así y todo, con su lustre y fallas, lo querés. Es de esas personas que emanan algo que todos quieren.
-Es interesante porque David tiene una vibra más cercana a Frasier que la de Freddie, su propio hijo…
A.K: -En cierta manera, la genética es muy loca. No hay que olvidarse de que mi personaje es hijo de Niles, que era Frasier a la enésima potencia.
T.O.: -Lo cierto es que lo tomó como su pollo. Pero no deja de ser el hijo de su hermano, lo cual también genera peleas y comedia.
-¿Cómo es trabajar con Kelsey Grammer? ¿Es fácil no verlo como Frasier Crane?
T.O.: -Sé que es difícil creerlo, pero Kelsey Grammer no se parece en nada a Frasier. Son como dos entidades distintas y una es absorbida por la otra en el set. Le sale muy naturalmente porque estamos hablando de un gran talento. Diría que lo único que comparten es cierta dulzura muy sincera. Aprendo de Kelsey en cada episodio, sigue disfrutando de actuar con la gente. Sabe lo que disfruta y bucea sobre ello. Y, otra cosa, ama el personaje al que le dio vida.
A.K: -Concuerdo en todo ello y añadiría algo más. Sabe como nadie hacer una cara. Una cara que te dice todo. Toda la historia está allí en ese rostro. No necesita de una línea con gancho. Y también ha dirigido algunos de los episodios, lo cual es muy bueno. Conoce como nadie este universo, aunque en persona no se le parezca en nada.
-¿Entonces Frasier Crane todavía tiene eso?
T.O.: -Más que nunca.