Pensar en Poe y el cine invita a relacionar, invariablemente, la literatura con Griffith; bien puede decirse que entre cine y literatura norteamericanos hay un lazo esencial, gracias a estos dos grandes nombres. Lo que Edgar Allan Poe hizo por las letras, David W. Griffith lo hizo por el cine. Allí descansa una de las motivaciones que atraviesa el nuevo libro de Marcelo Vieguer: Poe y el cine. La otra Norteamérica (Colección Estación Cine #43, CGeditorial), en donde reúne una serie de ensayos atravesados por un mismo sostén: “el origen del cine, su inserción y su autonomía respecto de las otras artes”.
“Originalmente, el título del libro era Escritos sobre cine y otras artes, porque lo que atraviesa todo el texto, me parece, es la idea de legitimar el cine como arte. Anteriormente, durante muchas décadas, el cine no fue un arte, se creía que solamente podía serlo cierto cine surrealista, algunas películas de Eisenstein o Chaplin, o quizás a partir de la llegada de Welles. Eso se consideraba cine; y lo demás, películas que no tenían más que un propósito comercial, sin importancia. En esto tienen mucho que ver los modos en que se divulgaban las lecturas de cine. Así como Griffith crea al espectador de cine, porque le enseña a leer la imagen, hay algo del orden de lo comunicacional que explota en el siglo XX, donde los que hacían crítica de cine no venían del cine, sino del teatro. Quienes primero van a defender al llamado cine clásico son los franceses de la revista Cahiers du cinéma, jóvenes de 20 años, excepto André Bazin; estos críticos -Godard, Chabrol, Rivette, Rohmer, entre otros- estaban leyendo el cine desde el cine, ellos sabían de cine.”, comenta Marcelo Vieguer a Rosario/12.
“Creo que todavía no se tiene sentido cabal de lo que significa el cine clásico. Aparentemente, significaría un tipo de narrativa o de puesta en escena reconocida por los espectadores, cuando el cine clásico invita y obliga a la lectura simbólica de la imagen. Para ello, trabaja con dos niveles de lectura. No casualmente, a la mayoría de los movimientos cinematográficos surgidos en las décadas del ‘20 y ‘30 se les acuñó rápidamente un término que nada tenía que ver con el cine; a Buñuel le dijeron ‘surrealista’, y el surrealismo era algo que venía de la pintura. De igual modo, en la década del ’20, ciertos críticos tenían como parámetro a la pintura para entender la iluminación expresionista alemana. Y ésa fue la genialidad de Griffith, porque rompe con algo que no se entendió hasta ese momento. La fijeza de la cámara de los pioneros no permitía pensar que ese campo ficcional podía invitar al contraplano, pero Griffith lo inventa. Por la misma cuestión dramática, se da cuenta de que ese espacio es otro espacio, y cuando crea eso, crea el cine. A partir de ahí, todo fue distinto”, continúa Vieguer, cuyos libros recientes, dentro de la misma colección (que dirige Sergio Luis Fuster), incluyen La máscara en el cine de terror (2022) y Los simuladores. El simulacro como una de las bellas artes (junto a Alberto Tricarico, 2024).
-Uno de los ensayos es el que da título al libro, ¿por qué Poe?
-Hacia mitad de siglo XIX, la revolución industrial trajo un cambio transformador y muchos problemas. Esto es algo que Poe despliega en sus relatos, con su mirada respecto a la ciudad y al hombre moderno, en relación a aquello que ya no va a ser posible, porque aparece un nuevo tipo de sociedad. Los románticos, y Poe de alguna manera lo es, son los que visualizan, perciben y sienten, esta transformación casi desgarradora en occidente. Poe se va a hacer cargo de eso, y lo va a transmitir con sus cuentos; no casualmente, el llamado cuento policial aparece con “Los crímenes de la calle Morgue”, ni más ni menos que un crimen en una ciudad, en donde no se sabe quién puede ser el asesino. Anteriormente, en las grandes ciudades, este tema no acontecía, pero ahora, el asesinato pasa a ser moneda común, uno de los muchos trastornos que traerá aparejada esta sociedad industrial; esto es algo que Poe vio tempranamente.
-En el libro privilegiás dos géneros: el western y el cine negro. En este sentido, ¿qué tiene para decir el western?
-Europa tiene historia, pero América no; el fin de la historia europea es América. Y el western es, justamente, el pasaje de la historia al mito, es aventurarse en un terreno desconocido, en donde se despliega el hacer del héroe, y donde aparece lo trágico. En realidad, esto lo dijo Borges, él se sorprendía de que, en el siglo XX, cuando se olvidaron de los deberes del héroe, fuera el cine norteamericano y el western donde esto se recupera, porque lo primero que hay en cualquier cultura es la épica. Y eso es un western. Borges, increíblemente, lo entendía hacia mediados de la década del ‘30, cuando quizás vio La diligencia, de John Ford. Pudo entender algo más de lo que le estaban entregando las imágenes, y ahí está la lectura simbólica que se hace de un western. En La diligencia, los verdaderos héroes del film son un delincuente y una prostituta, el banquero es cobarde y se esconde tras las piedras; esa es una declaración de principios contra el pensamiento WASP.
-¿Y el cine negro?
-El cine negro surge con la gran ciudad, y ésta es el final de lo que fue la manera en la que se construyeron cada una de las ciudades, pueblos y centros, en tiempos anteriores. Por ejemplo, cada vez que se fundaba una ciudad, se establecía un eje del mundo, vertical, alrededor del cual, generalmente una plaza, se situaban los comercios y las viviendas. Ese centro espiritual aglutinaba, daba sentido y razón de ser a ese pueblo; por eso, cuando se obligaba a un pueblo a trasladarse, era muy doloroso, porque estaban saliendo de su lugar de origen. La ciudad moderna ya no tiene centro, sino un centro comercial, con vidrieras para consumir. Ese pasaje drástico provoca, entre otras cosas, la aparición del cine negro, que necesita de la ciudad, aun cuando haya películas que se desarrollen, y no casualmente, en sus márgenes. En este sentido, hay lugares emblemáticos, donde se reúnen los personajes a beber, y quien maneja el lugar generalmente es alguien que está al límite de la ley, si es que ya no la transgredió. El cine negro nos muestra algo que antes no existía: la ciudad es anonimato y consumo.
Los escritos reunidos en Poe y el cine son los siguientes: “La aparición del cine: artesanos, artistas y público antes la obra de arte”, “Poe y el cine: La otra Norteamérica”, “El golpe del cine a la modernidad”, “Cine y puesta en escena: De Europa Central a Hollywood”, “Cine y arquitectura: Dos artes en sintonía”.