Mi abuelo solía decir, religiosamente y muy serio, una frase cuando cerraba el diario de la mañana. Era el momento justo en que acababa de leerlo y se levantaba de la mesa. El catalán, eternamente enojado, soltaba la segunda sentencia eterna, “…esta mierda de prensa…” la primera era mientras lo ojeaba: “¡pero qué ganas de joder!”
Por aquellos años la prensa hacía lo que mejor sabía, que era levantar noticias de Associated Press. La prensa-empresa, claro, ya que la prensa-prensa estaba prohibida. De modo que la prensa-empresa nos contaba cómo estaba el mundo.
El tiempo pasó y la óptica también, pero poco: por aquellos años Cuba era una isla que había cambiado su suerte, de ser el club nocturno flotante de EEUU, se convirtió en un monstruo donde se comían a los chicos crudos, Argentina pasaba vorazmente de ser la preferida de la escuela represiva de EEUU, a la fiesta de Alfonsín y de allí al cabaretazo menemista con las consabidas “relaciones carnales” con EEUU.
Brasil era un lugar donde caminaba una garota que vivía en un barrio llamado Ipanema, y Panamá se asombraba con espanto por la forma en que “murieron” a Torrijos que había logrado recuperar el famoso canal para los panameños, mientras un par de años después asumía en Perú un presidente muy joven llamado Alan García.
Wilson Ferreira Aldunate se tomaba un ferry en Buenos Aires y volvía a Uruguay después del exilio, donde lo esperaba un general democrático llamado Liber Seregni que había fundado una “cosa” llamada Frente Amplio. Pinochet mandaba a matar a los comunistas culpables de sus insomnios en el Estadio Nacional, mientras leía por televisión sus comunicados con un tono de voz peligrosamente agudo. De Venezuela no sabíamos absolutamente nada.
Bolivia era un país que, al igual que Suiza, no tenía mar, pero ni siquiera fabricaba cortaplumas, donde para colmo de la incomprensión del mundo, un dictador de gorra y charreteras había sido elegido después por el voto…y eso no era todo, también nos enteramos de que el partido democrático más representativo de ese país debía más muertes y exilios que la dictadura y tenía un campo de concentración más grande, en un desierto remoto llamado Curahuara de Carangas.
O sea, para develar el panorama continental había dos caminos: trabajabas en la CIA o necesitabas los auspicios de la clarividencia.
A.P. hacía lo mismo que ahora hacen los influencers: trabajaba para confundirnos a todos.
Mi abuelo era un escapado de la España de Franco, de modo que leía el diario solo para recordar que no debía olvidar ni sus heridas, ni la idea de que el mundo debía girar a la izquierda en algún momento.
Un martes de lluvia de noviembre de 1975, llegué con mis quince años exaltados a contarle una noticia que el esperaba desde siempre: Franco había muerto. El solo se quedó en silencio.
Aprendí a ver un poco a través de sus ojos, tratando de agudizar la visión que me permitiera ver el giro a la izquierda.
Mi abuelo murió sabiendo que el mundo era una fiesta pagana cuyas poblaciones no entendían el problema. Claro que no lo decía con esas palabras.
En verdad era complicado explicar la licuadora que era este continente, visto desde este lado de la frontera. Igual que hoy. Hay quien dice que Chile tiene un gobierno de izquierda, otros exaltados tratan de explicar desde la más absoluta teoría de la ignorancia política, que Lula gira a la derecha, mientras Bukele los tiene a todos confundidos. De Perú supimos que un profesor rural fue presidente para asombro de varios y que un golpe sangriento de la extrema derecha lo sacó del poder a punta de muertos, y aún se mantiene. Tan de extrema derecha que no supimos más nada, pero a cambio, hoy nos enteramos que fuera de Venezuela están preparando un Guaidó 2.0 para que asuma en paralelo al presidente electo de Venezuela. Las noticias de Paraguay son en estos días comidilla de la prensa local, y sabemos que el saliente presidente de Uruguay va a poder surfear y andar en moto, igual que siempre, pero sin dar explicaciones que igual tampoco daba antes. Nadie habla de Cayenne, porque como se sabe, los franceses son gente muy reservada, y en Ecuador la interna progresista sigue dejando el país en manos de su enemigo, así que de ahí tampoco llegan noticias, a diferencia de Bolivia, cuyas novedades dramáticas tienen a mucha gente muy entretenida, viendo cómo ese país que tenía todo armado, está siendo desarmado. Lo que sí sabe el mundo a través de la prensa libre, es que Milei trajo libertad, prosperidad, honestidad y progreso, iconos indiscutidos de la modernidad.
Desde el otro lado de la frontera, mirar a la Argentina antes les resultaba fácil: peronistas y antiperonistas. Créanme: no había más más. Ahora es casi igual, sólo con un nuevo comentario adicional: “pero hay algo que no entiendo…”.
El destino de Latinoamérica, signado por toda suerte de incursiones externas y tensiones internas ha hecho que los países que la componen tengan rumbos azarosos, y mirados de cerca, las internas que llevaron a esas naciones por el camino del conflicto donde todos pierden, fueron peleas intestinas de las izquierdas y los progresismos, que es donde el enemigo encuentra espacio para anidar. La diferencia con Argentina en algún momento de su historia fue que tuvimos lideranzas claras que nos facilitaron incluso, sobreponernos a momentos gravemente dramáticos que nos permitieron reponernos -en parte- de los horrores dejados por la última dictadura cívico militar. Y no es poco, a pesar de que esto reforzó el pernicioso “nosotros somos otra cosa, no vas a comparar…”
Y llegamos a hoy, mirando nuestro país desde adentro, y toca echar mano a la frase de Borges: “nuestros pueblos son todos iguales. Incluso en eso de creerse distintos”. Quizá por eso, últimamente cuando cierro el diario no puedo evitar un” pero qué ganas de joder…”. Sólo que yo no lo digo por la prensa.