El testimonio del pase, en la jerga psicoanalítica, es la transmisión de un saber nuevo, adquirido durante el transcurso del análisis. El analista de la Escuela (AE) testimonia acerca de los núcleos centrales del análisis que tuvo; es decir, queda en evidencia el pasaje del analizante que fue al analista que es. Entre 2019 y 2022 la psicoanalista Damasia Amadeo fue nominada como analista de la Escuela. Su libro De lo escrito a la escritura. Mi fin de análisis y el pase (Unsam Edita) reúne los testimonios que Amadeo realizó en ese período de tres años y funciona a modo de balance de aquella experiencia.

Amadeo es licenciada en Psicología de la UBA, doctora en Psicología en la USAL y magíster en Clínica Psicoanalítica en la UNSAM. Es miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Es autora de El adolescente actual (2015) y Bullying, ni-ni y cutting en los adolescentes. Trayectos del padre a la nominación (2019). En 2022 publicó su primer libro no ensayístico, Diario desde el balcón (Pasaje 865/).

“Escribir estaba en mí desde siempre, sin lugar a dudas. Pero seguramente la transferencia, la palabra del analista, fueron fundamentales para reavivar, darle forma y un nuevo impulso a ese deseo. Mi pregunta, en todo caso, es por qué necesité de ese estímulo del Otro para hacer surgir ese deseo con claridad y entonces poder ponerme a escribir con mayor determinación”, relata la psicoanalista. “Es verdad también que me resulta más fácil escribir cuando el otro me pide algo concreto, así como me resulta más fácil la tarea de edición, porque es una escritura alrededor de un soporte de palabras ya existente. Cuando no dispongo de ese recurso y tengo que inventar algo a partir de la nada, escribir me resulta más difícil”, agrega Amadeo.

-¿Por qué le llevó 35 años interpretar “la pesadilla” de su infancia?

-Analizar la subjetividad lleva mucho tiempo. Es asombroso darse cuenta de que un evento, en este caso una pesadilla infantil, haya podido hacer un recorrido silencioso, se haya mantenido oculto, haya permanecido en el olvido durante tanto tiempo, para reaparecer en el recuerdo muchos años después. El miedo, que es el tema que transita por debajo del contenido manifiesto de esa pesadilla, es un sentimiento que me ha acompañado en la vida mucho más de lo que yo podía imaginar. El análisis me permitió descubrirlo y, de cierta manera, darle distintas formas de expresión. Pienso que el miedo también fue incorporado a la escritura, no como un sentimiento, sino como búsqueda de precisión.

-¿Qué significa para una analista el fin de análisis como analizante?

-Freud estipuló, y en ese sentido nada se ha modificado, que para ejercer el psicoanálisis había que analizarse, una diferencia radical respecto de ejercerlo a partir de un título universitario. Para Freud, el fin del análisis fue una preocupación importante a lo largo de toda su obra, como lo indica uno de sus últimos textos: Análisis terminable e interminable. Luego, Lacan llegó a proponer hacer del fin del análisis, y de la emergencia de un deseo particular que llamó “el deseo del analista”, una condición necesaria para ejercer la posición de analista. Podríamos decir que la noción de fin de análisis acompaña el desarrollo del psicoanálisis y su lugar dentro de los discursos. Pero también señalar que no hay una teoría definitiva del fin del análisis, esta cambia con el tiempo, con las modificaciones del Otro y con los avatares de la producción del saber.

-¿Cómo es el trabajo de analizar el propio análisis?

-Es muy difícil analizar el propio análisis. No se puede ser juez y parte al mismo tiempo. Un análisis se desarrolla, se construye, se legitima por la presencia de dos personas: el analizante y el analista. Salvo en Freud, no hay autoanálisis. Es cierto que gracias a la invención del pase, un dispositivo creado por Lacan, la comunidad analítica se beneficia del saber transmitido por la experiencia de un análisis llevado a sus puntos límites, que es lo que encontramos en el testimonio de los AE. Pero el testimonio del trayecto analítico no quiere decir analizar el propio análisis, sino sacar las consecuencias de ese trayecto. A tal punto es así que años de análisis pueden reducirse, como tantas veces lo hemos visto, a algunas pocas páginas. Sin embargo, esas pocas páginas contribuyen al progreso del discurso analítico.

-¿Por qué el testimonio de pase no es una obra literaria?

-El testimonio de pase no es una obra literaria, ni pretende serlo. Es simplemente la transmisión de un saber nuevo, adquirido durante el transcurso del análisis. No sucede que un autor literario conceptualice o formalice su propia obra de arte; la historia, la crítica literaria lo hace en su lugar. Y nada asegura que lo que alguien escriba se vaya a convertir en una “obra” literaria. En ese sentido, el testimonio del pase, que tiene un carácter creativo, pero que necesita ser formalizado dentro del discurso psicoanalítico, se aleja completamente de lo que podría llamarse una obra literaria. El testimonio de pase es una conceptualización, la formalización de un trayecto, es también la transmisión del pasaje de la posición analizante a la posición de analista. La particularidad del pase está en que, mediante el testimonio del AE, un saber individual se colectiviza, pasa de ser un saber propio a ser un saber del que se beneficia la comunidad analítica, y más allá.

-¿El fin de análisis y el testimonio del pase permiten quitarse de encima el fantasma?

-Antes diré que Lacan le dio al fantasma un lugar particular dentro de su enseñanza, le dedicó un seminario entero, que acaba de ser publicado: La lógica del fantasma. Con la lógica, con la fórmula que lo condensa, Lacan buscó quitarle al fantasma el carácter imaginativo que normalmente se le daba, para hacer de ese concepto un punto esencial alrededor del cual pivotea el psicoanálisis y su desarrollo. A su pregunta, le respondo que no es posible quitarse totalmente de encima el fantasma. El análisis, su final, el pase y eventualmente un testimonio de AE, en todo caso le permite a la persona entender mejor que no hay una lectura objetiva de la realidad, que a esta se la lee siempre desde un prisma singular, donde el fantasma juega un lugar preponderante. Que el velo de esa lectura se descorra, que se disipe en algo, a lo sumo va a dar lugar al armado de otro velo. Tal vez uno más delgado, uno menos rígido, un nuevo velo a través del cual se tenga una visión algo desplazada de la que se tenía previamente sobre la vida y sobre el mundo, tal como lo habitamos durante tanto tiempo.

-¿Escribir sobre el fin de análisis permite reflexionar a un nivel más macro por el sentido de la vida?

-El sentido de la vida es un tema complejo, y no es un tema propio del análisis, aunque bien puede ser objeto de ciertas reflexiones durante su recorrido. Creo que el transcurso de la vida misma pone en cuestión el sentido, lo jaquea, lo tuerce. El paso del tiempo y sus avatares van modificando el sentido de la vida. El análisis, a partir de tener una idea más o menos precisa o al menos un poco más clara de las coordenadas subjetivas que a uno lo guían, permite conocer un poco mejor el gasto de energía inútil que se ha invertido para evitar saber que no hay tal “sentido de la vida”, porque ese sentido no es otro que el que uno le vaya dando. No obstante, la experiencia analítica, que es fundamentalmente una experiencia sostenida en el amor de transferencia, da la posibilidad, por un misterio que no se ha develado del todo, de darle a la existencia un sentido más digno. Gracias al análisis, gracias al amor que lo motoriza, es posible vislumbrar y derribar las defensas que se han erigido en uno, cuya función, entre otras, es la de evadirnos de la transitoriedad a la que estamos condenados como seres vivos. Derribar esa defensa no le quita valor a la vida, todo lo contrario. El análisis perfora el narcisismo, agujerea la idea del sí mismo, y eso, sin lugar a dudas, puede abrir a la posibilidad de un sentido distinto para la vida.

-¿El modo de trabajar en un análisis refleja luego la manera de escribir del analizante?

-El análisis está sometido a las leyes del lenguaje oral, de ahí la propuesta de Freud de la asociación libre. El acto de escribir, independientemente del arte de escribir, del genio o no del escritor, depende de reglas que son propias a la escritura, las cuales difieren de las reglas analíticas. Sin embargo, durante el análisis se pueden levantar, disipar, borrar inhibiciones o síntomas que impiden a alguien, que desea escribir, lanzarse a esa aventura. En mi caso, a la distancia, alejada de la experiencia del pase y de lo que creí en su momento gracias a ella, me permito poner en duda esa idea que usted propone en la pregunta. Hoy puedo decir que el arte del bien decir, propio al análisis, no es homólogo al arte del bien escribir.

-¿El testimonio de pase siempre permite acceder a un saber nuevo?

-El testimonio de pase es un momento en el cual el analista formaliza, ordena el pasaje de analizante a analista. En sí mismo, ese testimonio es un saber nuevo, dado que no hay un esquema estándar al pase. Tampoco hay un esquema estándar del fin del análisis. Las razones que llevaron a alguien a hacer ese pasaje, el orden de determinación que lo produjo, es ya un saber nuevo para la comunidad analítica. Sin embargo, no es el único saber que produce el pase. De un AE se espera una enseñanza y la formalización que pueda hacer de los puntos vivos del psicoanálisis, los cuales pueden ayudar a la constitución de un saber nuevo en pos de hacer avanzar el psicoanálisis.