“El sorteo no importa, para ser campeón hay que ganarles a todos”, dice el imbécil, con absoluta razón pero sin sentido común. Porque es cierto que quien pretenda ganar el Mundial deberá derrotar a cualquier rival que le toque, pero también lo es que luchar a muerte contra un rottweiler rabioso y hambriento no es lo mismo que batirse a todo o nada contra un bambi herido y con ataque de pánico.
Mañana se presenciará el momento más estresante de Rusia 2018, sin contar a los que incluyen una pelota rodando: el sorteo. Que nunca es sólo cuestión de suerte sino, en realidad, de una compleja, sofisticada y turbia combinación de azar, intrincados reglamentos y presuntas manos negras de la siempre sospechada FIFA. Una fórmula que podría explicarse así:
COPÓN 1 Dividir las 32 selecciones participantes en cuatro copones, según el chotísimo y oscurantista ránking FIFA.
COPÓN 2 Restar el trato privilegiado que se da al país organizador, colocándolo como cabeza de serie para evitarle eventuales cruces peligrosos.
COPÓN 3 Sumar cupos máximos permitidos, en cada grupo, para representantes de un mismo continente.
COPÓN 4 Multiplicar todo por variables conocidas como “toor”, “tongo”, “Blatter”, “mala leche”, “yeta”, “Codesal” y “LCDTMFifa”.
Esta ecuación determinará tres rivales para la Selección en la ronda inicial: será un grupo de cuatro equipos y habrá que salir primero o segundo para clasificar. Y los simuladores de estos sorteos que proliferaron en internet estos días sugieren improbable que el equipo de MartinoBauzaSampaoli tenga un inicio cómodo.
Argentina va al copón 1 porque es cabeza de serie y no podrá enfrentar a otro sudamericano, por lo que el copón 2 le proveerá sí o sí de un rival que saldrá de España, Inglaterra, Croacia, México o Suiza: un 40 por ciento de probabilidades de pelear la clasificación con una potencia europea, como españoles o ingleses.
Ninguna tranquilidad: la última vez que la Selección se topó con un excampeón del mundo en primera rueda (Inglaterra, en Corea/Japón 2002), se volvió a Ezeiza precisamente en primera rueda. Y entonces, 40 por ciento de posibilidades de garrón precoz… ¿es mucho o poco?