Una de las características del gigantesco juicio conocido como Esma III, una megacusa que tuvo cinco años de audiencia, es el hecho de que se sentaron en el banquillo pilotos que participaron de los vuelos de la muerte. La siniestra forma de exterminio, cuya existencia confirmó Adolfo Scillingo en 1995, tuvo hoy condenas en las figuras de dos pilotos.
Se trata de Mario Daniel Arrú y Alejandro Domingo D’Agostino, que recibieron condenas a perpetua. Ambos, junto a Enrique José De Saint Georges, tripularon los aviones desde los que se arrojaban prisioneros de la Armada al Río de la Plata. Los tres eran oficiales de Prefectura y más tarde, Arrú y Saint Georges se incorporaron a Aerolíneas Argentinas. El juez Sergio Torres ordenó el arresto de los tres pilotos en mayo de 2011.
Saint Georges murió en febrero, en las instancias finales del juicio. Los otros dos llegaron a escuchar hoy su sentencia por crímenes de lesa humanidad de hace cuatro décadas: los vuelos de la muerte reciben así su primera condena. El piloto fallecido fue el primero en hablar ante el tribunal, en 2013 y negó las imputaciones.
El Skyvan PA-51 fue el modelo de avión utilizado en los vuelos. La justicia probó que en un modelo así fue que se llevó a las monjas francesas Alice Domon y Leomie Duquet. Fue en un Skyvan donde también se subió a las Madres de Plaza de Mayo secuestradas en el operativo de la iglesia de la Santa Cruz: Azucena Villaflor, Mary Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga el 14 de diciembre de 1977.
Otro de los pilotos juzgados es Julio Poch, cuya sentencia aun no fue leída. Después de la dictadura se radicó en Holanda, donde comenzó a trabajar en la aerolínea KLM. Allí se vanaglorió de su actuación en los 70 y fue denunciado. La Justicia argentina pidió su arresto y lo detuvieron en Valencia en 2009. Desde la cárcel armó una Fundación que clama por su inocencia, y a través de la cual se presionó a testigos para que cambiaran su testimonio.