"Atrincherado", "borrachos", "inconscientes". Esos fueron algunos de los calificativos que la cobertura mediática le destinó a dos conductores de autos diplomáticos de la República de Rusia. Pero el caso, que provocó la mayor atención en una tranquila mañana navideña, abre la discusión legal: ¿actuaron bien los agentes de tránsito o bien, se violó una normativa de la Convención de Viena?
Todo empezó cuando en la madrugada de Navidad, los conductores Sergei Baldín -a bordo de un Volkswagen Vento blanco con matrícula diplomática “D094CSB”- y Salomatin Cardmth -quien es codirector de la Casa de Rusia y viajaba en un Toyota Corolla- fueron detenidos por agente que responden al Gobierno de la Ciudad. Pero ambos conductores rechazaron hacerse el test de alcohelemia. Ahí ocurrió un desfase entre la cobertura mediática y los plazos legales. Es que mientras canales de televisión remarcaban la peligrosidad de conductores "alcohólicos", había un trasfondo legal que aún flota en el aire. Los diplomáticos se justificaron el artículo 31 de la Convención de Viena -de la que Argentina forma parte- en la que se establece que "los medios de transporte no podrán ser objetos de ninguna requisa”. Once artículos después se agrega en la misma normativa que los diplomáticos no están sujetos a la jurisdicción de las autoridades judiciales y administrativas: esto incluye, también, controles vehiculares.
Eso sí, hay quienes ponen el foco en el artículo 41 de la misma Convención que establece que "todas las personas que gocen de privilegios e inmunidades" deberán respetar las leyes y reglamentos del país que los recibe.
Por lo pronto, la Embajada rusa consideró “una grave violación al derecho internacional” el accionar de las autoridades argentinas contra los dos diplomáticos que se negaron a someterse al control de tránsito. El Primer Secretario de la Embajada de Rusia en el país habló con la prensa en medio del escándalo y sostuvo no se sometieron al control porque estaban dentro de un auto diplomático.
Para sumar confusión, un supuesto ciudadano ruso que transitaba por el lugar -con la camiseta de Nueva Chicago- se propuso como traductor para los agentes policiales. Obtuvo la atención de los micrófonos de los móviles de televisión.
Al cabo de un par de horas, y ante móviles de televisión, cronistas, el supuesto traductor ruso y varios curiosos más, los dos diplomáticos fueron escoltados hasta la Embajada de Rusia, en el corazón del coqueto barrio de la Recoleta.